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Una noche al borde del tiempo

Tierra de Fuego, Juan Bervejillo, Atropello Carregal, Juan Rosasco en Banda, Mariana Mazú, SensaFilo y Segundo Juan vibraron en un Lucille repleto de gente.

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En lo que fue la última fecha del año en Lucille, el pasado domingo se vivió una noche de nostalgia, regresos y futuro, en el marco del Festival Al Borde del Tiempo. La jornada fue completa con sets tanto eléctricos como acústicos, aprovechando los dos escenarios del reconocido local del Palermo.

Así entonces, desfilaron por la zona acústica Juan Rosasco en Banda, Mariana Mazú y el uruguayo Juan Bervejillo, cantante de La Chancha. Los sets eléctricos vibraron de la mano de Segundo Juan, SensaFilo, Atropello Carregal y Tierra de Fuego.

Ya pasada más de media hora de la medianoche, el lugar repleto de gente vibraba a puro pogo con “El mono en la pared”, la canción emblema de unos Tierra de Fuego que coparon la parada y volvieron a tocar después de dos años, cuando habían agotado entradas en el mismo lugar, luego de estar parados desde 2013.

El trío de Florida formado por Fernando Aguirre (voz y guitarra) y los hermanos Ignacio (bajo) y Agustín Bianchi (batería), regaló un contundente show con todas las canciones cantada y festejadas por todo el lugar de principio a fin, incluyendo las dos novedades que salieron este año, “Lograste sonreír” y “Ciudad fantasma”, que sonaron en vivo por primera vez.

La poesía distorsionada brilló fuerte de la mano de temazos como “Detrás del cristal” o “El último extraño”, tuvo su cuota de melancolía con “El baile de Jim Bean” y llegó a su climax con la exquisita “Mirada de río”. También hubo tiempo para contar con la voz invitada de Juan Bervejillo en “Ay, mi vida”, quien minutos antes había deleitado al lado con su guitarra acústica haciendo temazos de su histórica banda La Chancha (nacida en Montevideo en los años ’80 y cada vez más vigente) como “Si mañana no es muy tarde” o “Axidente”, más algunas grandes versiones de la música argentina y uruguaya.

Atropello Carregal era otra banda que volvía a las pistas, en su caso tras frenar en tiempos de pandemia. Pareció como si no hubieran parado nunca de tocar. El ajuste, el sonido en vivo, la energía y la creatividad constante, nos llevaron a sus años mozos donde descollaban en cada lugar que se presentaban en la segunda mitad de la década pasada. “Ojalá que pase algo”, “El cassette no cambia” o el volador de cabezas que fue el final con “Al fondo” son el ejemplo perfecto para darse cuenta de lo que es capaz de hacer esta banda.

Con algunas máscaras, su buena energía de siempre y un set redondísimo de 35 minutos, SensaFilo demostró cómo se fue superando en los últimos años y mostró nuevas canciones más sus recientes cortes “Contraadicción” y “Rebelión popular”. La mezcla entre críticas sociales e ironías hacia la vida cotidiana se conjugan en ritmos que viajan por el rock, ska, punk, cuarteto y hasta alguna que otra baladita.

Mientras tanto, en el escenario acústico, podíamos disfrutar de canciones a guitarra y voces de los Juan Rosasco en Banda, destacando siempre su calidad coral y sus clásicos como “Hipnosis” o “Calabaza”. En el medio se subió Mariana Mazú, y junto a Juan nos regalaron un tangazo como “Naranjo en flor” para decorar de cada vez más exquisitez este escenario.

Los santafesinos de Segundo Juan, por su parte, abrieron la noche eléctrica pasadas las ocho y media de la noche con sus grandes melodías en las que se destacaron “Estrella” o “Ciudad digital”, temazo que recomendamos que lo vayan a escuchar ahora mismo.

Poco más de cuatro horas después, Tierra de Fuego cerraba el festival a pura nostalgia con la canción “Maldito buey”, de su álbum debut ¡del año 2000! La nostalgia en los presentes era total, la noticia que vendrán canciones nuevas fue más que alentadora.

Algunas bandas volvieron a subirse a las tablas, otras continúan creciendo, otras históricas que continúan su camino, y todas con ganas de escribir más páginas en el futuro. Para completar la velada, un Lucille explotado un domingo a la noche de fin de año ratificó que todo esto es posible y el rock, y la música en general, pisa bien firme en el circuito porteño.

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