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Rich Robinson: Suéltate Rock and roll

Rich Robinson, guitarrista y fundador de The Black Crowes, se presentó en el Teatro Gran Rivadavia, como parte de una gira por Argentina que también lo llevará a actuar en Cosquín Rock. Con el guitarrista argentino Nicolás Bereciartúa como miembro de su banda, el músico estadounidense desplegó su talento interpretando temas de toda su carrera ante una gran cantidad de público.

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Días atrás, en declaraciones a un medio local, Rich Robinson recordaba su primera visita a la Argentina como integrante de The Black Crowes, la banda que fundó junto a su hermano Chris, para telonear en enero de 1996 a Jimmy Page y Robert Plant en el Estadio de Ferro. El tiempo pasó y los Robinson disolvieron su grupo, Rich continuó con su carrera en solitario, pero en esta segunda visita del guitarrista dos elementos vuelven a repetirse veitiún años después de aquél histórico concierto: el calor abrasador del verano porteño, y la avasallante respuesta de un público rendido a sus pies, en esta ocasión en el Teatro Gran Rivadavia, luego dos horas de show.

El encargado de abrir la noche es el virtuoso guitarrista argentino Nico Bereciartúa, ex Viticus y actualmente reclutado por Rich Robinson para integrar su banda Magpie Salute junto a antiguos miembros de The Black Crowes. Luego de calentar motores con “I can´t be satisfied”, un clásico del legendario Muddy Waters, Nico se dedica a recorrer las canciones de su primer disco solista, Nico, que recibió en 2016 el Premio Gardel en la categoría Nuevo Artista de Rock.

Acompañado por una gran banda, Bereciartúa hace gala de todos los recursos -en especial la guitarra slide– que lo han llevado a convertirse en uno de los mejores guitarristas de la actualidad, en especial en temas como “Esperando en Monticello”, “Audion/Glory Hallelujah” y la hermosa versión de “Cuando llegue el alba”, de Jorge Cafrune. “Si hace un par de años me hubiesen dicho que íbamos a abrir para Rich Robinson no lo hubiese creído, estamos muy contentos. Esta es la prueba de que los sueños son lo último que se pierde, y si las cosas se hacen con amor, todo puede ser posible”, afirma Nico visiblemente emocionado, y se despide del escenario junto a su banda, acompañados de la ovación del público.

Llega el turno de Rich Robinson, que trae nuevo disco bajo el brazo: Flux, editado en 2016. Corpulento, de pelo largo y prolijamente atado, el guitarrista logra sortear junto a su banda algunas dificultades con el sonido en el inicio del show, y comienza a desplegar inmensos solos de guitarra, una marca registrada desde los inicios de The Black Crowes. La batería de Joe Magistro dispara golpes certeros y Sven Pipen recorre el bajo con sus dedos como quien ha recibido un juguete nuevo que conoce desde siempre. John Hogg deslumbra con sus interpretaciones vocales, como en “Dean”, mientras Matt Scorum aporta interesantes ingredientes desde los teclados. El público recibe como una bendición tras otra las zapadas en las que sobre todo Robinson y Bereciartúa se sacan chispas, y la impresionante puesta de iluminación sobre el escenario completa el combo.

La paleta de colores con la que cuenta Robinson a la hora de tocar rock and roll es amplísima, y la muestra tema tras tema: desde el dramatismo y el notable in crescendo de “I Have a Feeling” hasta el ritmo hipnótico de “Laila II”, cover de Agitation Free, en la que interpreta bellísimos pasajes de guitarra en unísono con Bereciartúa; desde la bella balada “Oh Josephine” hasta la luminosidad incendiaria de “Omission”. Robinson utiliza su pedalera como plataforma para lanzar y jugar con efectos que le otorgan otro relieve a los temas. La banda deleita al público con canciones de otros artistas, como en el caso de “Stand back”, de The Allman Brothers, y la bellísima “Oh Sweet Nuthin”, de The Velvet Underground, con Robinson en una despojada interpretación y emotiva interpretación, y un coro que invita a reunirse alrededor de un imaginario fogón.

El teatro parece venirse abajo con temas como “Wiser Time”, perteneciente al disco de los Crowes “Amorica” (1994), que al igual que otros de su antigua banda, conviven de manera fluida y natural con su repertorio solista. En el final, con el público de pie, “Thorn in My Pride” le pone la frutilla a una noche calurosa fuera del teatro y e intensa dentro de él, con una banda que se entregó por completo a satisfacer a su público y divertirse sobre el escenario. 

Si la primera visita de Rich Robinson a la Argentina en 1996 resultó histórica por diversos motivos, con el paso del tiempo ocurrirá lo mismo con la noche del Teatro Gran Rivadavia. Con una energía desbordante y lejos de las convenciones y las etiquetas que a veces impone el género, Robinson y sus músicos interpretaron un rock and roll sin ataduras, que sintetiza la fusión de géneros que le dio origen. Por supuesto, para lograrlo se precisa de mucho talento y una mirada amplia y generosa, que ponga a la música por delante de todo. Al fundador de The Black Crowes le quedan todavía dos actuaciones más en el país, y al público que acuda, la posibilidad de deleitarse con un guitarrista al que no olvidarán con facilidad.     

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