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QUILMES ROCK DÍA 2: UN REGRESO APLANADOR

La vuelta de Catupecu Machu funcionó como cierre para el festival de la cerveza. Un rato antes, Divididos dio un show demoledor y Nathy Peluso hipnotizó a todos en Tecnópolis.

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“Todo el show pasó para éste momento. Que Gaby salte en el corazón de cada uno de todos nosotros. Hoy es el día que siento que Gaby asciende”, dice un Fer Ruiz Díaz con ojos llorosos desde el micrófono principal.

El Día 2 marcó el retorno de Catupecu Machu a los escenarios porteños luego de cinco años, en un recital cargado de emoción dedicado a Gabriel Ruiz Díaz.

Pero eso fue el cierre del festival. Si empezamos por el principio, desandamos la lenta transformación del Quilmes Pop al Rock, porque los encargados de tocar mientras el sol ofrecía un par de grados más de temperatura que el día anterior, fueron Viva ElásticoJuan IngaramoLos Tipitos y Turf. Las guitarras recién se fueron distorsionando con la caída del sol.

Turf acertó con la idea de mezclar canciones nuevas, como “Gatitas y ratones”, con la tribunera “Pasos al costado” y “Lamento boliviano”, de Los Enanitos Verdes, para un entretenido set de himnos populares.“Mostrémosle al Indio Solari que nuestro pogo es más grande que el de él”, desafió el ahora chef Joaquín Levinton antes de “Yo no me quiero casar, ¿y Ud.?”.

Los Auténticos Decadentes demostraron que viejos son los trapos. Incluso se animaron a desafiar al paso del tiempo haciendo su propia versión de “Los viejos vinagres”, de Sumo. Con más de 30 años a cuestas, los Deca son el gen argentino, el desborde criollo que cura las heridas. Los roles en esta big-band imperecedera están perfectamente marcados: “Cucho” Parisi monta la fiesta al cantar “Los piratas”, Jorge Serrano nos enamora en “Corazón” (¡qué voz que tiene el perro viejo con sus más de 60 años!) y Diego de Marco nos hace bailar unas cumbias en “El gran señor”.

Massacre y Kapanga son las bandas que más cambios de horario sufrieron a lo largo de los días previos, pero también las que más participaron del Quilmes Rock, por eso no se iban a perder la edición 2022, ambos con sus performances sobre el Escenario Claro.

Lit Killah tomó la antorcha que le pasó Trueno la noche anterior. Si bien no performó en el reciente Lollapalooza por “falta de arreglo”, sí pudo hacerlo sobre el escenario Rock del Quilmes. Además de su caballo de batalla “Flexin’”, el joven freestyler recordó a sus compañeros de ruta en “Además de mí”. La cofradía de la nueva camada que vino a poner su sello.

Vestida totalmente de negro, camuflada con la oscuridad de la noche, Nathy Peluso abordó el escenario Quilmes como una campeona con “Celebré”. Su presencia es notable, le escupe fuego a quien tiene frío, decidida a comerse al mundo de un bocado en el hip-hop punk de “Sana Sana”.

Al ritmo caribeño de la salsa, cada movimiento de Peluso es hipnótico, sus caderas no mienten cuando se transforma en “Mafiosa” y sus articulaciones desaparecen por completo en “Delito”. Se entrega a sus fans más fieles, atrae al público del fondo y hasta les mueve la estantería a los que esperaban por Divididos y Catupecu Machu.

Sobre el final, Peluso opta por un beat más acelerado y ofrece versiones de “Emergencia” y “Corashe” más violentas que en sus originales para transformar Tecnópolis en una gigantesca rave. Sobre el final baja el tempo con aquella balada de Camilo Sesto “Vivir así es morir de amor” y se despide con un “¡mueran de amor!”.

No hay muchas cosas para decir de Divididos que no se hayan dicho ya. “La Aplanadora del Rock” de Mollo-Arnedo-Ciavarella puso las consignas claras: el volumen al mango y la guitarra como primer idioma. Rock n’ Roll puro y duro. Palo y a la bolsa.

“Cabalgata deportiva”, “Haciendo cosas raras” y “Casi estatua” como tridente ofensivo para una lista que dejó de lado todas sus canciones folklóricas y acústicas para darle protagonismo a las más rockeras.

Ricardo Mollo brinda su ritual escénico de siempre cuando toca con una zapatilla que le arrojan desde el público antes de “Sucio y desprolijo”, Arnedo toca su bajo en “Rasputín” con sus manos que parecen tener seis dedos cada una y Ciavarella maltrata los parches en “El 38”. El trío hace una escapada al pasado de Sumo con “Crua chan” y “El ojo blindado”.

El show hace la pausa necesaria en “Amapola del 66”, con homenaje a Jorge Killing” Castro desde las pantallas, Mollo pide por favor que dejen de probar sonido en el escenario del costado y anuncia, con esa sonrisa socarrona de un chico travieso, que les dejan tocar tres canciones más.

Así es como “Paraguay” y “Aladelta” vuelven a aplanar al público antes de cerrar con “Cielito lindo”, tras un divertido ida y vuelta de Mollo con un espectador pegado a la valla.

Catupecu Machu volvió a pisar el suelo de Buenos Aires tras cinco años y el homenaje a Gabriel Ruiz Díaz se extendió por casi tres horas.

“Secretos pasadizos” abre el show que encuentra a Fernando Ruiz Díaz al frente, pero también a Abril Sosa en la batería después de veinte años y a Macabre en los teclados. La máquina del tiempo parece funcionar a la perfección.

Los videos de entrevistas viejas a Fer y Gaby Ruiz Díaz, circa 1996, se cuelan entre “Cuentos decapitados” y “Perfectos cromosomas”, donde el cantante termina citando a su amigo Lisandro Aristimuño: “Es todo lo que tengo y es todo lo que hay”.

La historia de Catupecu fluye a través de sus músicos: Abril Sosa y Julián Gondell se encuentran tocando a dos baterías, aunque Agustín Rocino también se hizo presente para pegarle a los parches. Los bajos y las guitarras pasan por las manos de Charly Noguera Sebastián Cáceres.

Lo que se transforma con el correr de las canciones es el sonido. Madera y microchip convergen con el sonido rockero sónico de “Oxido en el Aire” y folklore eléctrico de “Dialecto”.

“En los Sueños” encuentra a Flavio Cianciarulo en el bajo, antes de que Walas y el Tordo de Massacre aparezcan para tocar “Plan B: Anhelo de Satisfacción”. “¡Cuando faltas, me haces falta!”, le gritan Fer y Walas al firmamento.

Ya en la madrugada del lunes, el final no dejó cuerpo sin levitar en Tecnópolis: “Dale!” precedió a “Y lo que quiero es que pises sin el suelo”, marcando que Catupecu volvió entero y no a pedazos.

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