La banda de Robert Smith dio una cátedra de dos horas y media. Los británicos fueron precedidos por Conociendo a Rusia, Dillom y Él Mató un Policía Motorizado.
Los looks extravagantes y los total black abundan en una tarde de calor, viento y mosquitos. Desde temprano, Massacre abre la velada del primer día del Primavera Sound, que festeja su segunda edición local. Si bien los de Walas no estaban en el line up original, se supo algunos días antes que sorprenderían al público. La grilla es abundante: Mi Amigo Invencible, Fantasmagoria, Ronpe99 y Pacífica, son algunas de las propuestas locales que se distribuyen en los cuatro escenarios y que se complementan con algunas visitas del extranjero como Slowdive y Róisín Murphy.
Dos pesos pesados locales se presentan en continuado: Conociendo Rusia y Él Mató a un Policía Motorizado, logran cautivar a un público que, en su mayoría, ronda los 40, 50 años. Mateo Sujatovich repasa un repertorio que es tarareado por una mayoría que, incluso, se sorprende de conocer casi todas sus canciones. “Tu encanto”, “Cabildo y Juramento” y “Puede ser” suenan mientras varios mueven la cabeza bajo la luz del último sol de la tarde. Con todos ya bajo su hechizo, decide terminar la conquista invitando al español Leiva para hacer “Un mundo de cristal” y coronar su setlist con “Rezo por vos”, de Charly García.
Los platenses de Él Mató a Un Policía Motorizado llevan la velada a otra vibra. Ya son habitués del festival, dado que supieron presentarse en la versión española del mismo. “El Tesoro” (que se la dedicaron a Robert Smith), “El magnetismo” y “Tantas cosas buenas” entre otras, fueron el tentempie ideal para lo que vendría.
“Y ya lo ve, y ya lo ve / El que no salta votó a Milei” reacciona el público entre canciones de Dillom. Oscuro, mal hablado, el rapero lleva los sentidos de un extremo a otro sin medias tintas. Tanto es así que la mayoría de las canciones de Post Mortem funcionan como bandera, al tiempo que temas como “Nos siguen pegando abajo”, de Charly García, terminan llamando la atención de los más adultos entre el público que, por supuesto, cantan junto a él.
La noche se hace larga, pero termina bien encendida. Los ingleses The Cure cierran la convocatoria del primer día con un show de 2hs y media, cargado de hits pero también, de momentos de un cuelgue musical intensamente hermoso.
Clavadas las 22hs, Robert Smith sale a recorrer el escenario, casi como un paciente de una clínica psiquiátrica que se pasea por el patio. Con la mirada clavada en la nada, los labios pintados de rojo y una llamativa remera negra con el sol de nuestra bandera, el inglés se acomoda detrás del micrófono para entonar los primeros versos de “Alone”. Esa sería la primera de las 27 canciones que se escucharían durante la extensa noche.
“Pictures of You”, “Lovesong” y “Fascination Street” suenan como mantras desde el inicio del setlist. El bajo de Simon Gallup es la base sonora que se complementa con una precisión de relojería suiza con Jason Cooper en batería.
The Cure es una banda que mezcla canciones de amor, con la angustia profunda, la tristeza de amores no correspondidos, con la simpatía de gatos amantes y, de toda esa combinación, genera climas musicales eternos, donde canciones como “It Can Never Be the Same” o “Disintegration” funcionan como una aplanadora de sonido interestelar.
Los bises son la recompensa para aquellos valientes que, luego de casi 120 minutos de pie y dos salidas de la banda, reciben la tan ansiada recompensa: “Friday I’m In Love”, “Close to Me”, “Why Can’t I Be You?” y la ya clásica “Boys Don’t Cry”, que funcionan como el cierre perfecto para una banda que no defraudó ni un solo segundo en lo que fue, sin dudas, una de las mejores presentaciones del año.