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Andres Calamaro

Andrés Calamaro: "El arte provoca y ofende, ni siquiera está prohibido el mal gusto"

Cronista: Sergio Visciglia - Pablo Andisco - Fernando Canales | Fotos: Gentileza prensa

30 de Enero, 2019

Andrés Calamaro: "El arte provoca y ofende, ni siquiera está prohibido el mal gusto"

Sin guillotina no hay revolución.

El tiempo viene envuelto en plástico fino, el mismo tiempo que se encargó de acercar el amor al ibuprofeno, y de transformar -desde hace varias décadas- a Andrés Calamaro en un consagrado músico, poeta, torero y bandido. Luego de facturar incontables hits, de haber ganado y renunciado al cinturón de campeón, de reinventarse en un regreso con gloria y de revisitar los géneros musicales que lo marcaron, El Salmón se mira al espejo en Cargar La Suerte (2018), donde, a esta altura de su carrera, sólo puede medirse consigo mismo.

En las doce canciones que conforman su nueva placa, Andrés se muestra en perfecta forma musical y revalida títulos homenajeando su propio universo: repasa la vida de sus amigos delincuentes y desafía la corrección política en "My mafia”, gambetea el desarraigo tanto en “Voy a Volver” como en “Cuarteles de invierno” y exhibe su cotidianeidad madura en “Diego Armando Canciones”, un nuevo guiño a su relación con el Diez.

Lejos de aquellos tiempos de introspección deepcamboyana, la publicación de su decimoquinto disco de estudio encuentra a un Salmón a corazón abierto, tanto en redes sociales como en su programa de radio "La hora de los magos", y ese espíritu se refleja en esta charla profunda y filosa con Revista El Bondi. Aquí, el cantor analiza la elegancia instrumental y la nostalgia sazonada de su nueva placa, cita a Nietzsche y a Shopenhauer, menciona al pasar a Flema y a Walt Disney y lanza un mensaje desde las entrañas que pudiese haber sido firmado por el mismo Charles Bukowski: "Voy a seguir escribiendo hasta que la propia poesía me exponga y me expulse”.

-El título del disco refiere a la tauromaquia y en “My Mafia” hacés un elogio de tus amigos que viven fuera de la ley. ¿Creés que hay un límite en el rock para la (in)corrección política?

-Nietzsche dice que el delincuente es el hombre fuerte en condiciones desfavorables. Ya atentaron contra una revista de sátira política en Francia, y hubo muertos. Se supone que existen límite legales, como “la incitación al odio, la violencia y el racismo”. Pero someter a las metáforas al código penal me parece demasiado. Tenemos tradición punk y cultura de Rock, no estamos hechos para agradar a todo el mundo. Hasta el arte provoca y ofende. Ni siquiera está prohibido el mal gusto.

-¿Podemos pensar a Diego Armando Canciones como otro alter ego en tu trayectoria? ¿Cómo se llevaría con El Salmón?
-Diego es un icono cultural del siglo veinte. Además de su insólito talento para ofrecer un fútbol de fantasía, eficaz y bonito, que conquistó más sonrisas que Walt Disney. Es el alter ego de Carlos Gardel. Cuando pensamos en Maradona, o en El Salmón, pensamos en “la dirección contraria, nadar contra la corriente, la dirección difícil”; pero es el sacrificio del salmón el de las proporciones bíblicas. Y el de todos los salmones que nunca llegan. Maradona hay uno solo y es mi amigo. Y respeto las jerarquías.

-Por momentos el disco rueda sobre el concepto del desarraigo, en temas como “Voy a Volver” o en “Cuarteles de invierno”. ¿Cómo convive el artista con ese estar y a la vez no estar en su lugar de origen?
-Lo mío no es un desarraigo sencillo ni trágico. Pertenezco a Buenos Aires, Argentina, a Latinoamérica, y también a España. Y nos pertenecemos con mi pueblo y con todos los pueblos. Como decía Schopenhauer: “Cada pueblo. La soledad es la suerte de todos los espíritus excelentes”.

-¿Con todo tu bagaje arriba del escenario, los conciertos hoy en día se viven de una forma especial?
-Cantar en vivo es algo que hacemos para los públicos, para esas personas. Un concierto es una serie de responsabilidades que compartimos con músicos, operadores, asistentes y personal de producción. Disfrutamos cuando terminamos un buen recital y nos sentamos a cenar todos juntos. Las giras nos eligen para “nuestro sacrificio, no para nuestra vanidad”.

-¿Estás listo para tocar los temas de “Cargar la suerte”?
-Digamos que quiero cantar estas canciones de nuevo, o puedo cantarlas. Ya siento que estoy radiante por volver. Vivir para cantarlo.



Uniendo las partes rotas

Luego del éxito monumental a toda escala de Alta Suciedad en 1997 - el regreso del hijo pródigo-, y la gira de presentación de su sucesor, Honestidad Brutal (1999) -recibido como un hermano bastardo en su momento, reivindicado con el paso del tiempo-, Calamaro le puso un freno a su exposición y se guardó de los conciertos, mientras puertas adentro gestaba la epopeya de El Salmón. Fueron casi cinco años sin pisar un escenario, ese viejo amigo al que fue recuperando poco a poco, con el sostén Bersuit como banda de compañía. "Fue algo muy grande, tuvimos apenas tiempo para contemplar la grande generosidad de los chicos", recuerda con gratitud Andrés. La historia es conocida: una actuación en el Cosquín Rock para calentar motores y la serie de shows en el Luna Park que quedaron documentados en el álbum El regreso.

-¿Cómo recordás aquel proceso? Volvías a los escenarios con Bersuit en el pico de su popularidad.
-Todos los días me pasaban a buscar por mi casa, ensayábamos y me traían de vuelta. Me reconstruyeron de a poco, me hicieron volver a cantar, salir a la ruta, formar parte de una familia de hermanos y recuperarme para poder ofrecer recitales completos. Lo que hicieron conmigo fue milagroso.

-A menudo aparece tu rol de intérprete de otros artistas. ¿Cómo se relaciona esa faceta con tu carrera profesional?
-Es como ir a la universidad. Interpretar es fundamental, además no tengo plan B. Ejecutar canciones de otros autores es fascinante, importante y placentero. Es, al decir del tango: “como una escuela de todas las cosas”.

-Artistas como el Indio Solari o Adrián Dárgelos declararon que no tenían ganas de explicar las letras de sus canciones. ¿A vos te pasa algo similar y preferís que las interprete el soberano?
-Si realmente escuchamos un disco, o a un artista, lo escuchamos muchas veces o toda la vida y a veces entendemos lo que la letra nos dice. Los textos se transfieren con cierta cordialidad porque son parte de la música. Es letra y música, no “letra o música”. Entiendo que el público de Indio, como el de Adrián, tampoco reclaman explicaciones. Nosotros terminamos de grabar un disco y, mayormente, “abandonamos el barco”. Hay algo que ya no nos pertenece. Alguna de las canciones de este disco ya tienen nuevos significados, nuevas posibles lecturas. No es lo mismo escuchar una canción en la cárcel, que escucharla en el coche con la ventana abierta. El Tránsito Lento de aquellos privados de libertad o techo. Nuestro Tránsito Violento.




-Cuando eras un artista top en ventas desafiaste la industria del disco tal como la conocíamos. ¿Qué significaría una obra como El Salmón en tiempos de Spotify? ¿Cuál creés que sería una actitud revolucionaria en este panorama de la industria?
-El Salmón en Spotify no ocupa espacio. Puede verse como un libro con más páginas. La industria y la escena musical no son la misma cosa. Ritmos de moda, genéricos, se instalaron automáticamente como música popular, como si nadie hubiera elegido escucharlos, pero todo el mundo los escucha y los consume. La escena musical ofrece descubrimientos permanentes, algunos de impacto mundial. Pero la música no es “nueva” ni es “vieja”, nunca envejece o se olvida. Duane Allman sigue siendo un artista cultural, como Flema o Ismael Rivera.

-Siempre hablaste muy bien de Kanye West ¿creés que el hip hop siguió adelante mientras que el rock sigue mirando por el espejo retrovisor?
-Es verdad que los artistas de Hip Hop son más que letristas o poetas. Me gusta toda la historia del Hip Hop pero ellos rompen el molde. Kanye West rompió los esquemas con Yeezus (2013). Un álbum que no responde al swing, ni al sonido, ni a los estatutos del Hip Hop clásico. Hay algunos artistas que reinventan el estilo y el formato. Están encontrando cosas nuevas todo el tiempo. Ocurre que el rock recurre a la vanguardia con frecuencia, se permite ese coqueteo. Pero también al respeto por los sonidos clásicos y el arte de raíces. El rock es adulto, no se puede llegar primero a los lugares adonde llegó Lou Reed hace 45 años.

-Tenés mucha presencia en las redes sociales dialogando sobre música, fútbol, boxeo. Muchos artistas las cuestionan por el hecho de que “cualquiera” critica su trabajo. ¿Vos entendiste el juego o hacés oídos sordos a las críticas? Hay una pista en “Las Rimas”, cuando cantás: “Respetamos al que sabe respetar naturalmente /Y toleramos al que piensa diferente”.
-Soy torpe en Internet, nunca aprendí a manejarme, de momento son tres o cuatro aplicaciones al mismo tiempo. Sé que hay asuntos que van a generar discusiones, una frase mal redactada puede mal interpretarse, y los algoritmos prefieren los malos entendidos. No importa demasiado una opinión política o un desacuerdo moral, la diferencia la hacen los que no tienen nada, ni techo, ni comida, ni inodoros. Los de abajo.

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