Revista El Bondi - 15 AÑOS DE ROCK
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Hugo Lobo

"Acá no hay rockero exitoso que tenga un comedor infantil"

Cronista: Lucas González | Fotos: Barbara Sardi

05 de Enero, 2017

"Acá no hay rockero exitoso que tenga un comedor infantil"

Fundador y director de Dancing Mood, el trompetista viene desde hace años cimentando en paralelo su carrera solista, la cual encuentra su punto más alto en el flamante Stay Rude! 

 
 

Aunque no escribió nada, Hugo Lobo anhela realizar un libro. Inclusive, mucho más que la letra de una canción. "Leo una bocha", reconoce, "me vuelvo loco". También admite que "encara" para cualquier lado, que puede ser desde Truman Capote a Paulo Coelho. "Me encanta la lectura y no le hago asco a nada", concede y asume: "Los clásicos los leo a todos".

De hecho, es tal su amor por los libros que en su flamante disco solista, Stay Rude! (2016), intentó decodificar un texto de Miguel Ángel AsturiasMulata de tal. Sin embargo, quedó ahí, en una idea. Pero el trompetista sostiene que es posible, "aunque con una letra sería ‘más explicable‘". Y apunta con simpleza y sinceridad: "Se trata de otros colores".

No obstante, difícil no hablar de sobre su incipiente y próspera carrera solista sin hacer mención a Dancing Mood, la orquesta que encabeza y dirige desde hace 16 temporadas. "Ya es un adolescente, y por la edad podría laburar", dice entre risas el músico cuando se refiere a su agrupación, la cual conformó luego de trabajar durante años -de los 15 a los 22- como sesionista. "No quiero laburar más de eso. O por lo menos mientras pueda, me aburrí", concede y suelta una risotada. 

Sin embargo, el entusiasmo no aplaca la fatiga que presenta el músico. Serán las giras o los múltiples proyectos, pero su cuerpo evidencia el trajín. Y luego de aceptar un té con limón que le ofrece su agente de prensa –la nota se realizó en la casa de ésta-, se quita sus característicos lentes negros –sólo los utilizará para las fotos-, dejando en evidencia el cansancio que exponen sus achinados ojos oscuros. Después de todo, Hugo lobo es uno más de la manada. 

-¿Dar notas es la parte más tediosa de sacar un disco?

-No, no reniego de esto, estoy acostumbrado. Al ser independiente, es la única manera de mostrarse o de que la gente se entere de lo que uno está haciendo, más allá de las redes sociales. Hoy en día, pese a la incursión de las redes, yo no dejo de hacer este tipo de cosas, ya que es la oportunidad de explicar lo que uno está haciendo.

-¿Manejas vos tus redes?

-Sí, todo.

-¿En qué momento tomaste las riendas?

-Primero, como todos, empecé con el boludeo, pero después tomó mucha fuerza. Cuando no usaba ni tenía Facebook, me la pasaba haciendo collage para los volantes e iba a repartirlos. Sólo lo utilizo Facebook para trabajar, no como cosas tan personales. Hoy en día, cumple la función que antes le correspondía al Sí!, de Clarín, y al No!, de Página 12.

-¿Se puede comprobar el alcance de las redes, como Facebook?

-Claro, de hecho, los show se manejan por ahí, las giras al exterior sale todo de ahí. Es increíble. Todas las veces que me fui a Centroamérica fue por el Facebook, por mandar los temas por ahí, por hacer los arreglos. Ni el teléfono ni el mail.

-¿El mail tampoco?

-Menos, bastante menos.

-¿Es más complicado hacer un gira afuera o por el interior del país?

-Mirá, cualquier de las dos opciones es mucho más fácil que organizar en Capital Federal. Además, en este formato es mucho más práctico, porque soy yo solo. Nadie me hincha las bolas, manejo los tiempos; y si quiero ver, o no, al productor lo decido yo.

-¿El trato con el músico en el exterior es parecido al que hay acá?

-Similar. Aunque la respuesta del público es diferente, en parte por lo que hago cuando visito cada lugar: toco con músicos locales. En cada pueblo y ciudad es muy diferente lo que pasa, porque es “el” acontecimiento, ya que apoyan a su músico, que son todos menos yo.

-Debe ser impactante.

-Claro, porque no es como pasa acá, que dicen “ah, toca este. Otra vez”.

-¿Cuesta encontrar músicos que se acoplen a tu propuesta?

-Pensé que iba a ser mucho más difícil; pero me vengo llevando una sorpresa tremenda, ya que descubro talentos increíbles. Desde que empecé, habré hecho más de 200 shows -arrancó antes de la salida del primer disco, Street Feeling, de 2014-, y deben haber participado alrededor de seis músicos por fecha. Un montón. Nunca te aburrís, siempre está te topas con chabones que se tocan todo. Aparte, no es difícil porque hay un parámetro y standard, que es saber leer música. Y de ahí para arriba, nunca baja.

-Entonces, preparás los días con bastante antelación.

-No, nos conocemos en la prueba de sonido y es muy jugado. La podes pasar muy mal.

-¿Te ha pasado muchas veces?

-No, y sólo dos afuera del país. Pero mal, eh. Igual, no pasó nada grave. En uno de los shows la gente estaba muy efusiva, ¡no lo podía creer! Pasaron un montón de cosas: teníamos que probar sonido a las 18 y los músicos cayeron a las 23, cuando el lugar estaba lleno; sólo tuve una charla con los chabones, sobre las señas y todo lo que se maneja arriba del escenario, pero fueron para cualquier lado. Por suerte, el público se venía encima.

-Imagino que habrás querido que se termine de una vez.

-Sí, porque la estaba pasando para el orto, tocaban cualquiera, le dabas un solo y no paraban, capaz que el tema terminaba durando 17 minutos, por colgados. Era una pesadilla, y la gente a pleno. Esas cosas te hacen plantearte “qué onda”.

-Aunque siga todo bien, la autocrítica está presente.

-Sí, y vos te querés matar.

-¿Esto puede llegar a ocurrir en Argentina?

-No, pero por una cuestión de que he ido a todos lados, tanto que ya estoy repitiendo. De hecho, voy tres veces por año a cada lugar, y ahí es donde suenan cada vez mejor. Cuando vez que repito lugar, repito músico, salvo que no me haya gustado, algo que hasta el momento no pasó. En Argentina y México tengo bandones (sic), al igual que en Costa Rica o El Salvador.

-Sos alguien que está en constante movimiento, girando por doquier. ¿Es algo que a esta altura te pesa o las ganas no se negocian?

-Las ganas están intactas. Disfruto mucho de tocar. Quizás la goma de llegar, y sí; uno está grande, esto lo hago todos los fines durante todo el año. Tierra del Fuego un finde, al otro Santiago del Estero, y así.

-¿En qué momento empezaste a tener este caudal de recitales?

-Cuando arranqué como solista, hace un año y medio, dos.

-¿Te lo imaginabas tan intenso?

-Pasa que es fácil moverse, me llaman de todos lados y voy. Es un pasaje de avión, a veces voy en auto. La demanda es tremenda. Pero es una quemada de boina, porque no imaginé tal demanda. Esto me llevó a dejar de hacer lo que hacía, de laburar de sesionista, de tocar con todo el mundo. Sólo me dedico a esto, Dancing y la Orquesta Vamos los Pibes -proyecto que lleva a cabo en las instalaciones del club Atlanta-. Ya no tengo tiempo para más nada y casualmente disfruto de esto, porque son mis tres proyectos.

-¿Qué te quedó de aquel trabajo de sesionista?

-De todo, me dio una experiencia zarpada: tocar en diferentes lugares del mundo, para mucha gente, aprender lo que hay que hacer y lo que no, me formó ideológicamente. Vi muchos hijos de puta, gente copada, leal, de todo. Es una experiencia de vida, cosas buenas y malas. En realidad, malas no. No que me hayan tocado a mí, sino de verlas y decir “a bueno, por acá no”. Pero me llevó a  pasear por todos lados, conocer gente y formarme como músico. Son muchos años, mucho tiempo y de muy chico. Mi primer laburo fue con Todos tus Muertos, en la época de Dale Aborigen, en el 95, 96. Es un montón de tiempo atrás. Desde ese entonces, pasaron un montón de cosas en la música.

-Siendo un adolescente, ¿cómo fueron esas primeras experiencias?

-Me agarró en un momento en el que estaba estudiando, en el conservatorio, haciendo deporte, jugaba al básquet. Tenía una conducta. Una noche tocaba en Cemento y la mañana tenía que ir al colegio. Iba a primer año, un poco la flasheaba, pero me tenía que fumar a los de quinto. Estaba todo bien y medio mal también. Tenía una vida común. Cuando iba a  jugar al básquet, lo mismo, había pibes que iban a ver a los Muertos y jugaban contra mí. Pero tampoco era un rockstar. Me tenía que amoldar. Al toque empecé a tocar con Los CafresViejas LocasDos Minutos. Me iba de gira con Cafres cuando tenía 17 y me tenían que dar permiso mis padres. Por suerte, nunca me lo pude tomar erróneamente, porque mi viejo es músico (NdlR: Se refiere a Rubén Lobo, famoso baterista), que siempre me bajó de un ondazo a la primera que quería cancherear.

-Viviste el final de los ‘90, una época intensa en la escena nacional. ¿Qué personaje o músico te marcó?

-El Pity fue uno. En ese momento, que coincidió con la explosión de Viejas Locas, estaba muy bien, muy centrado. Si es inteligente ahora, imaginate lo que era cuando todavía no tomaba cocaína. Era muy groso. En los viajes, el chabón me enseñó a escuchar a Edmundo Rivero y a Ed Montgomery, contra todos los pronósticos de una banda rolinga. Yo flashé mucho con Pity, en todo sentido.

-Y al margen de él, ¿te quedas con alguien más?

-Bueno, con Fidel (Nadal) y Pablo Molina, también con Horacio GamexaneSergio Rotman, al principio de Mimi Maura, me flasheó mucho, porque tenía una ideología que ahora no. Fue uno de los primeros en hacer cooperativismo dentro de las bandas, para que ganen todos lo mismo. Eso es algo que adopté y no solté más. Me pareció muy groso, porque no se veía  con frecuencia, aunque hoy tampoco se ve.

-¿Te costó implementarlo en la escena?

-Sí, pero puede a la larga. En la ganancia nadie dice nada, cuando falta te reclaman. Cuando hay de más, nunca hay un “gracias”. Eso es muy argento. A veces llega el momento en el que vos decís: “Ok, es una cooperativa, pero yo hago absolutamente todo”. Ahora me manejo así, a partir de “x” piso, hacemos diferencias, de ahí para abajo, no. Porque si no te la terminan poniendo. Es difícil. Ni el argentino, ni nadie, está preparado para eso.

-En la actualidad, ¿cómo te encuentra salida de tu segundo disco?

-Bien, renovado, con algunos problemas superados y algunas dudas despejadas. Después de tantos años de carrera uno ya sabe con qué lupa medir quién está y quién no. Te podes seguir equivocando, obviamente, pero por eso Stay Rude!, por estar y seguir estando en la que uno siempre creyó. No creo haberme movido un centímetro desde que tengo 15 hasta ahora, musical e ideológicamente hablando. Sigo apostando a este estilo, a seguir haciendo música instrumental contra todos los pronósticos, a poder viajar, a vivir de tocar la trompeta sin ser un cantante, a ayudar a los músicos de donde uno pertenece, que es de lo que se trata este proyecto. Me agarra habiendo cumplido los objetivos que tenía con Dancing, que fue meter esta música instrumental dentro del rock nacional y tratar de que los pibes que trabajan conmigo puedan vivir de la música, puedan dejar sus trabajos. Ese es un objetivo que pude cumplir.

-Pero ahora apostas en paralelo por esta movida solista.

-Sí, en la que toco con músicos del interior, porque veo que hay un montón de falencias y hay un montón de pibes que se equivocan. En el interior no se lo respeta al músico. Casi nadie puede tocar y que le paguen por hacerlo. Hay un montón que vienen del interior, que dejan trabajos, familias, todo, pensando que acá están en Hollywood, pero se pegan la cabeza contra la pared. A los músicos independientes de acá no les da bola, imaginate viniendo de otro lugar. Quiero cortar con eso, ir yo a los lugares, y dentro de mi cashet pagarles a los músicos, que se sientan como corresponde. Hay que empezar a mirar para adentro, como pasa en México, por ejemplo, que hay bandas que son de Monterrey, y si las queres ver, tenes que ir a Monterrey. La gente, los medios y las compañías lo respetan. Acá a una banda de Santiago ni le dan bola. Se tienen que venir a Buenos Aires. Utópicamente, el objetivo a lograr es mostrar la cantidad y calidad de músicos que hay en el país, que por el solo hecho de no estar acá, en Buenos Aires, no tienen la posibilidad de mostrarse.

-Y en esta cruzada, ¿tenes aliados?

-No, estoy solo. Tampoco hay muchos a los que les interese. Los músicos de acá están preocupados por otra cosa, por ir a cobrar a SADAIC, por ejemplo. Como digo siempre, “acá no hay rockero exitoso que tenga un comedor infantil, ninguno”. Y eso es inentendible en gente que le canta a esas cosas, que ni siquiera se le cruce por la cabeza. Por lo menos para caretearla. Eso es inconcebible, de ahí para adelante, imaginate.

-Alguien que sí tiene un comedor tiene es Diego Mandinga, de Mandinga Tattoo.

-Sí, el tatuador, pero yo hablo de los rockeros, los que hacen que los pibitos lloren, se emocionen con sus letras y compren sus remeras. Al final terminan siendo mentiras. Después se van de vacaciones a New York. Chamuyan, boludo. Está todo bien que te mientan en la cara, pero alguien lo tiene que decir.

-Mencionaste que la publicación de Stay Rude! te agarra con las dudas despejadas, ¿te planteaste si este era el camino a seguir?

-No, siempre estuve seguro. Pero sí he sufrido, me he desanimado, embroncado, y hasta me sentí solo con esto. Hago esto para apoyar al músico, para acompañarlo.

-El disco, entonces, es por vos y por los demás.

-Y sí, por todo. Porque estamos todos en la misma. Tengo a mi viejo, de 69, y sigue tocando, y cargandose la batería. Ese es el espejo que tengo, lo que veo todos los días que me levanto. Cada vez que me sale algo bien o cada oportunidad, veo a mi viejo cargando la batería para ir a tocar ante diez personas y tener que pagarle a sus músicos, luego de haber tocado por todo el mundo 30 años junto a Mercedes Sosa. El camino tiene altibajos, pero hay que tener en claro por qué lo haces: si para ser famoso, millonario, o porque realmente te gusta lo que haces y queres dejar un grano de arena social o culturalmente. Por eso la orquesta de los pibes, por eso los precios de los discos, por eso tratar de tratar de que el músico se tienen que dar cuenta que lo deben respetar. Dejar algo más que el bolsillo lleno.

 

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