Toponauta
Guiso
29 de Enero, 2008
Toponauta hornea una receta con aroma a setentas, que no por clásica deja de ser apreciable. Sobre todo en los tiempos que corren. Un trío con canciones exquisitas.
Cuando un disco resulta ser financiado por un festival de arte, lo más probable es que las expectativas a la hora de escucharlo se ubiquen un poco más arriba que de costumbre. Esto es lo que sucede con Toponauta, quienes obtuvieron los fondos para la realización de Guiso tras haber resultado ganadores de la VII Bienal de Arte Joven organizada por la Universidad del Litoral.
Su propuesta, sin dudas, cubre las expectativas (casi exigencias para ser honestos) que genera un hecho semejante. Enraizados en la escuela setentista de Luis Alberto Spinetta, el trío cuenta con una buena capacidad para desenvolver canciones de modo delicado y prolijo, con una lírica acorde a las circunstancias.
Sin embargo, el hecho de que el álbum se resuelva en menos de treinta minutos, deja al oyente con ganas de un poco más. Si bien es entendible que hoy en día todo proyecto independiente depende más de los costos que de la voluntad del artista, también es cierto que no hace falta buscar demasiado para encontrar incluso demos que duren más tiempo.
De todas maneras, los hermanos Cantero (Francisco en guitarra y voz, y César en bajo, acompañados por Pablo Guarnieri tras los parches) logran en esos veinticinco minutos dar una buena idea de lo que Toponauta se trae entre manos.
Y precisamente, a la hora de poner eso en palabras, es ineludible la referencia a quien fuera el cerebro de Invisible, Almendra y Pescado Rabioso. Tanto por la estructura de las composiciones, el tipo de arreglos de guitarra (sumado a algunos yeites hendrixianos como los de “Mi Flama” y “Miniatura”) y ni que hablar de las metáforas en las líricas. Por supuesto que el sonido refleja no sólo al flaco sino buena parte de lo que fueron los años sesenta y setentas en estas tierras (Arcoiris, Color Humano, Aquelarre y demás), pero la voz de Franciso Cantero hace que Luis Alberto venga continuamente a la memoria.
Casi a contramano de las corrientes actuales, el Guiso de Toponauta mezcla en la cacerola aquellas melodías setentistas que prácticamente han desaparecido de los primeros planos. Sin dudas, cuando uno hace tanto hincapié en las influencias de Spinetta no debe ser tomado como un defecto, aunque también hay que decir que ciertos pasajes (como la improvisación de “Zinc”) lo dejan a uno con ganas de que el grupo explote un poco más su costado de power trío, en lugar de concentrarse en la canción. Es que si algo se percibe en los veinticinco minutos de “Guiso” es capacidad y potencialidad.
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