Caballeros de la Quema
Mientras haya luces de bar
07 de Noviembre, 2020
Un disfrute nostálgico de principio a fin en el streaming de Los Caballeros de la Quema desde el Café Tortoni.
La oleada del streaming por fuerzas mayores encajó perfectamente en .a dinámica de Los Caballeros de la Quema, quienes se presentaron alguna que otra vez al año desde aquella vuelta gratuita en La Plata en 2017. Esta propuesta online llamó la atención además por la atípica (pero no por eso menos efectiva) locación, nada menos que en histórico Café Tortoni, por lo que podíamos augurar un concierto con tintes más parecidos a los que nos ofreció en ciertos momentos de esta pandemia el cantante Iván Noble.
Así entonces, con prueba de sonido compartida el día anterior, llegó el turno para calzarnos los jeans cortados, destapar una botella fría y tirarnos al sillón a disfrutar de la buena nostalgia. Sentaditos, con whisky, guitarras acústicas, teclado, bajo y batería, los muchachos saludaron a la monada con “Patri” y el “Jodido noviembre” que podría haber sido perfectamente rebautizado en “jodido veinte veinte”.
Quienes todavía tenían dudas de la elección del lugar entendieron todo perfecto con el correr de las canciones. La atmósfera, las mesitas, las lámparas, hasta la columna, eran el marco ideal para esta propuesta que nos empezaba a querer agitar y cantar a los gritos desde casa pese a la calidez de la interpretación y un sonido que acompañó a la perfección. Es que “Hasta estallar” y “Primavera negra” tienen esa combinación ideal de agite y melancolía tan característica de la obra de la banda que no sabemos si lagrimear o tirar birra al techo.
Y entonces todo se volvió épico para los fanáticos. Es que casi en filita empezaron a aparecer viejas joyas tan preciadas como escondidas en la discografía. Los viejos tiempos noventosos en todo su esplendor se materializaron en un sonido electroacústico y reversionado que resaltó más aún esa vieja poesía barrial del Oeste. “Con el agua en los pies”, “Casi nadie” o “Cuatro de copas” fueron momentos muy altos encumbrándose con la aparición de la profunda y eterna oscuridad de los relatos de “Milwaukee” y “La noche que me echaste”.
Pero las reversiones de “Mal” y “Carlito” fueron las exquisiteces de la jornada. La primera bien sentida en la voz del guitarrista Pablo Guerra, la segunda encontrando una lúcida calidez y un brillo único a la densidad tan cruda y sombría de la versión original. Y si hablamos de bellezas calmas, no podemos nunca dejar de resaltar temas como “Madres”, “De mala muerte” o “Mientras haya luces de bar”.
También con “Carlito” (“el primer tema que dio la cara por nosotros”, recordó Noble) hubo un tiempo para contar la anécdota de la fallida primera vez que iban a sonar en la radio. Tuvieron muchas revanchas por suerte, sin dudas y lo demostraron cuando sonaron clásicos como “Otro jueves cobarde”, “Sapo de otro pozo”, "Celofán" o “Qué pasa en el barrio” (volvió el “Maradona en algún potrero” y un “fuerza, Diego” que voló por ahí) y un “Fulanos de nadie” ideal para el clima del lugar.
A esta altura, algunos cantando con la botella como micrófono, otros gritando por el balcón, otros lagrimeando contra la pantalla. Pero faltaba el final que todos sabíamos. Los dos temas más reconocidos (y también de los mejores) dieron el cierre necesario: “Avanti morocha” y “Oxidado”. Una banda que fue muy sólida y tuvo una performance altísima demostrando el gran laburo realizado para la ocasión, no ocultaba sus sonrisas con la mezcla de satisfacción y emoción y saludó agradecida a la cámara. Desde el otro lado no nos quedó otra que responder: “no, gracias a ustedes”.
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