Los Piojos
Con el corazón en la Boca
Cronista: Gentileza: Bruno Lazzaro | Fotos:
Beto Landoni
29 de Diciembre, 2005
Con un latido incesante, a pesar de rumores de separación, Los Piojos volvieron a la Capital con un show sensacional, donde lo más importante fue la presentación de tres canciones nuevas
A excepción de los dos shows que La Renga dio en el estadio de Velez Sarfield en julio, el corriente año se caracterizó por no contar con recitales de las denominadas bandas grandes nacionales en estadios de fútbol de la ciudad de Buenos Aires, donde se mide el verdadero poder de convocatoria de los conjuntos. Así, “los mismo de siempre” fueron los únicos que pudieron disfrutar de esos eventos sensacionales que son los recitales en canchas al aire libre. Los bersuiteros, otra de las bandas que se sumó al selecto grupo hace alrededor de un año, tuvieron que conformarse con una serie de presentaciones en un estadio más chico, como es el Luna Park. Mientras que los admiradores de los Redondos se conformaron con ir hasta La Plata para ver el recital que el Indio Solari brindó en noviembre. A esto podemos sumarle la reciente presentación de Andrés Calamaro en un Obras al aire libre que volaba de gente. Por suerte para los amantes de esos rituales que parecían extintos, luego de algunos rumores de separación y futuro solista de Ciro, Los Piojos volvieron a las canchas grandes con un show personal, luego de un paso sin demasiada gloria por el festival Pepsi Music.
El jueves 22 era la primera cita con un público que a medida que pasan los años parece perder edad y ganar inocencia. Los colectivos que acercaban a la gente a la Boca, iban colmados con pequeños, y no tan pequeños, fanáticos que se disponían a presenciar una de las dos presentaciones que los del Palomar tenían preparadas antes de fin de año. Desde el estadio podía apreciarse el lleno del campo, pero en las plateas los claros ganaban un poco más de espacio muerto. Algo para nada despreciable considerando que esta fecha se agregó posteriormente a la del viernes.
Lejos de los crooners baratos que priman en la actualidad, ver a Andrés Ciro Martínez manejar al público a su antojo es algo relajador y necesario para tiempos en los que la calidad de la música y los artistas parece disminuir hacia un ruido que genera movimientos inintencionados producto de estrellas fugaces que sólo lucran de este arte llamado rock.
Fueron 30000, las personas que recibieron el saludo inicial de Ciro: “es un placer volver a verlos”. Y fueron 30000 las que vivaron temas como “El Fantasma”, “Taxi Boy”, “Ay ay ay”, “Luz de Marfil” y “Sudestada”. Todos ellos embellecidos por las seis pantallas que se ubicaban en el estadio bostero (uno de los sitios de mejor acústica en la ciudad).
Más tarde el show siguió con temas como “Ruleta” y “Pistolas”, dedicado a “Pete, asesinado por la policía en 2001”. Casi al llegar al final del repertorio un imponente Rubén Rada pisó el suelo de la Boca para interpretar una canción perdida en los últimos recitales piojosos: “Manise”, donde el negro tocó timbales. Y no sólo estuvo Rada padre, sino que su hija, Lucila, tomó el micrófono para interpretar “Amor de perros”. Otros de los invitados destacados fueron Juanse Gutiérrez, Omar Mollo, que tocó la viola en “Gris” y el coro Kennedy, que unió sus voces en la encantadora “Agua” El dato principal de este espectacular show fue la presentación de tres temas nuevos: “Llega el tren”, “Buenos días Palomar” y “Hoy es hoy”.
“Por ahí dijeron que “habíamos pasado el clímax, lo que no sabe es que Los Piojos somos multiorgásmicos”, dijo Ciro en la ante sala del fin. Y bajo una incesante lluvia, con la tradicional lectura de banderas se despidieron hasta un nuevo ritual que, por lo que aparentan las tres cenicientas de la noche parece seguir el mismo camino del éxito.
El jueves 22 era la primera cita con un público que a medida que pasan los años parece perder edad y ganar inocencia. Los colectivos que acercaban a la gente a la Boca, iban colmados con pequeños, y no tan pequeños, fanáticos que se disponían a presenciar una de las dos presentaciones que los del Palomar tenían preparadas antes de fin de año. Desde el estadio podía apreciarse el lleno del campo, pero en las plateas los claros ganaban un poco más de espacio muerto. Algo para nada despreciable considerando que esta fecha se agregó posteriormente a la del viernes.
Lejos de los crooners baratos que priman en la actualidad, ver a Andrés Ciro Martínez manejar al público a su antojo es algo relajador y necesario para tiempos en los que la calidad de la música y los artistas parece disminuir hacia un ruido que genera movimientos inintencionados producto de estrellas fugaces que sólo lucran de este arte llamado rock.
Fueron 30000, las personas que recibieron el saludo inicial de Ciro: “es un placer volver a verlos”. Y fueron 30000 las que vivaron temas como “El Fantasma”, “Taxi Boy”, “Ay ay ay”, “Luz de Marfil” y “Sudestada”. Todos ellos embellecidos por las seis pantallas que se ubicaban en el estadio bostero (uno de los sitios de mejor acústica en la ciudad).
Más tarde el show siguió con temas como “Ruleta” y “Pistolas”, dedicado a “Pete, asesinado por la policía en 2001”. Casi al llegar al final del repertorio un imponente Rubén Rada pisó el suelo de la Boca para interpretar una canción perdida en los últimos recitales piojosos: “Manise”, donde el negro tocó timbales. Y no sólo estuvo Rada padre, sino que su hija, Lucila, tomó el micrófono para interpretar “Amor de perros”. Otros de los invitados destacados fueron Juanse Gutiérrez, Omar Mollo, que tocó la viola en “Gris” y el coro Kennedy, que unió sus voces en la encantadora “Agua” El dato principal de este espectacular show fue la presentación de tres temas nuevos: “Llega el tren”, “Buenos días Palomar” y “Hoy es hoy”.
“Por ahí dijeron que “habíamos pasado el clímax, lo que no sabe es que Los Piojos somos multiorgásmicos”, dijo Ciro en la ante sala del fin. Y bajo una incesante lluvia, con la tradicional lectura de banderas se despidieron hasta un nuevo ritual que, por lo que aparentan las tres cenicientas de la noche parece seguir el mismo camino del éxito.
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