Javier Calamaro
Melodías de Arrabal
Cronista: Gentileza: Gaston Magallanes | Fotos:
Gentileza: Ro Diaz
28 de Diciembre, 2005
Si querés saber de qué se nutren los roqueros para escribir. Javier Calamaro mostró una de sus facetas. Aunque no tan oculta. Ya que muchas veces había amagado con el tango.
La noche invitaba a caminar a la luz de la luna. Era uno de esos momentos en que querés que el destino te guíe. Hasta que la ciudad nos brindó un cartel: Calamaro Tango. La cita era en el ND Ateneo. Y no hubo otra opción más que entrar.
Adentro se vivía un clima de fiesta familiar. Tíos, padres, amigos, hermanos (menos uno: adivinen quien?) La media noche del viernes nos deparaba un sutil, pero agresivo set musical, en el que Javier se dio el gusto de interpretar varios clásicos del arrabal y algunos temas propios. Todo orientado hacia la música ciudadana.
La Última Curda fue la piedra angular de una velada inigualable. El tema de Troilo y Cátulo Castillo arrancó los primeros aplausos del público.Camisa blanca, tiradores y corbata era el atuendo del cantor. Similar era la vestimenta de los demás acompañantes.
Se animó con la milonga. Presentó varios clásicos. Y todo con una dulzura especial, ya que se lo veía muy cómplice con la gente que lo fue a ver. Dialogaba con algunos, saludaba a otros. También le dedicó Mátame Suavemente a Hebe, su hermana que llegó recientemente de México.
Los músicos impecables. Por una cosa u otra siempre hubo un guiño para Chapa, quien fue el arreglador de casi todas las composiciones. Otro que sobresalió fue el Luis “Indio Márquez” en guitarra.
Tampoco faltaron grandes canciones cómo Los Mereados, Malevaje o Melodía de Arrabal. Todo realizado con una sutil coordinación musical. El sexteto además de piano y guitarra, se completaba con violines, contrabajo y bandoneón. Aunque en algunos se sumo una batería.
“Termina un año y empieza una vida para todos”, fue la referencia de un emocionado Javier Calamaro en referencia a las fiestas. Todo trascurría perfecto. Tanto para el público, cómo para los artistas. Casi finalizando el concierto sonaron pegados varios propios: No Me Nombres, Mi Religión, Culpable y Convicta.
El show llegaba a su fin. Pero faltaba la interpretación “del himno nacional argentino: Desencuentro”. Después el inmortal tango de Enrique Santos Discépolo: Yira, Yira. Un tema dedicado por el propio Calamaro “a los 100 años del tango y a los 40 del rock”. Fueron alrededor de 20 canciones. Un poco de historia. Y mucha pasión para cantarle al arrabal…
Adentro se vivía un clima de fiesta familiar. Tíos, padres, amigos, hermanos (menos uno: adivinen quien?) La media noche del viernes nos deparaba un sutil, pero agresivo set musical, en el que Javier se dio el gusto de interpretar varios clásicos del arrabal y algunos temas propios. Todo orientado hacia la música ciudadana.
La Última Curda fue la piedra angular de una velada inigualable. El tema de Troilo y Cátulo Castillo arrancó los primeros aplausos del público.Camisa blanca, tiradores y corbata era el atuendo del cantor. Similar era la vestimenta de los demás acompañantes.
Se animó con la milonga. Presentó varios clásicos. Y todo con una dulzura especial, ya que se lo veía muy cómplice con la gente que lo fue a ver. Dialogaba con algunos, saludaba a otros. También le dedicó Mátame Suavemente a Hebe, su hermana que llegó recientemente de México.
Los músicos impecables. Por una cosa u otra siempre hubo un guiño para Chapa, quien fue el arreglador de casi todas las composiciones. Otro que sobresalió fue el Luis “Indio Márquez” en guitarra.
Tampoco faltaron grandes canciones cómo Los Mereados, Malevaje o Melodía de Arrabal. Todo realizado con una sutil coordinación musical. El sexteto además de piano y guitarra, se completaba con violines, contrabajo y bandoneón. Aunque en algunos se sumo una batería.
“Termina un año y empieza una vida para todos”, fue la referencia de un emocionado Javier Calamaro en referencia a las fiestas. Todo trascurría perfecto. Tanto para el público, cómo para los artistas. Casi finalizando el concierto sonaron pegados varios propios: No Me Nombres, Mi Religión, Culpable y Convicta.
El show llegaba a su fin. Pero faltaba la interpretación “del himno nacional argentino: Desencuentro”. Después el inmortal tango de Enrique Santos Discépolo: Yira, Yira. Un tema dedicado por el propio Calamaro “a los 100 años del tango y a los 40 del rock”. Fueron alrededor de 20 canciones. Un poco de historia. Y mucha pasión para cantarle al arrabal…
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