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Stone Temple Pilots

Bush y Stone Temple Pilots: a todo o nada

Cronista: Anabella Reggiani | Fotos: Jose Fuño

19 de Febrero, 2019

Bush y Stone Temple Pilots: a todo o nada

En el marco de la gira que comparten, Revolution Tour 2019, los ingleses de Bush y la legendaria banda grunge Stone Temple Pilots se presentaron en Buenos Aires.

Corría la acalorada noche del martes 19 de febrero, y luego de un cambio de venue, el concierto originalmente programado en el Estadio Malvinas Argentinas comenzó a las 19 hs. en el Teatro Ópera Orbis con el local Nico Bereciartúa, para dar paso a las 20.10 puntuales a la primera de las dos bandas que compartían marquesina: Bush.

La banda comandada por Gavin Rossdale dio en poco más de una hora una lección musical con todos los componentes que no deben faltar en la receta del rock. Si bien solo queda la mitad de aquella formación original que pisó nuestro país en 1997, con Robin Goodridge en batería, el resto de los músicos que acompañan esta versión reload de Bush -Chris Traynor en guitarra y Corey Britz en bajo- hacen a la perfecta armonía grupal y complementan a un Rossdale que cantó, se meneó en el escenario, tocó la guitarra, la revoleó, se tiró al público y volvió a su estado más calmo para interpretar sus composicines más oscuras.

“Machine Head”, de su primer álbum Sixteen Stone (1994), fue el comienzo duro y pesado de su show. La voz de Rossdale se mantiene intacta a pesar del tiempo y en esta canción esa modulación se pudo sentir de principio a fin. “The Chemicals Between Us” invitó a una especie de rito cuasi sexual entre la banda y el público, y mientras la lírica repetía “No hay lugar más solitario, que acostado en esta cama”, la base de bajo resonaba en la acústica del teatro con absoluta vivacidad. Gavin no se pudo resistir y bajó a cantar con los fans.

“Sound of Winter” apaciguó un poco la euforia, pero para no olvidar que estaba dando cátedra, Rossdale revoleó su guitarra al fondo del escenario, llegó “This is war” y en ese grito desgarrador el cantante bajó una vez más (lo iba a seguir haciendo otras tantas veces durante la noche, incluso subiendo a las plateas altas y paseando por absolutamente todo el teatro) para tomar contacto con el público.

Gavin se dirigió a la audiencia en un simpático español, resultado de sus años en España, y se lo notó contento de regresar 22 años después, casi con lo puesto pero con una energía imparable. Entonces llegó “Swallowed” -de su segundo disco, Razorblade Suitcase (1996)- y la gente comprendió que el show estaba llegando a su fin, aunque todavía había espacio para la inoxidable “Come together” de Los Beatles y sus dos grandes gemas: la solitaria “Glycerine”, con Rossdale solo en el escenario bancando cada uno de sus acordes, y la oscurísima “Comedown”.

Casi media hora después, con un público precalentado, hizo su entrada Stone Temple Pilots. Para los nostálgicos, se trató tal vez de un gran desafío: conocer y escuchar en vivo a Jeff Gutt, quien reemplazó a partir de 2017 al difunto e icónico Scott Weiland. Inevitablemente se escuchó a algún desubicado pedir por Scott; se le debería haber informado al comienzo que, a menos que se tratara de una sesión de rock espiritista, dicho pedido no podría ser satisfecho.

La lista confeccionada por la banda de los hermanos DeLeo no iba a defraudar, con una catarata de hits que arrancó con “Wicked Garden” y “Crackerman”, pertenecientes a Core (1992). Hasta allí, todo casi normal, con Gutt en su rol de frontman discreto pero cumplidor y la banda sonando más que bien. Pero en “Silvergun” la guitarra de Dean DeLeo se apagó misteriosamente, y en el instante donde todo pudo haber colapsado el cantante hizo uso de su voz y se puso al hombro el show, cantando a capela el resto del tema y guardándose a algunos indecisos en el bolsillo. Insatisfecha con apagarse una vez, la rebelde de seis cuerdas volvío a quedarse muda promediando el final de “Big Bang Baby”, aunque el público benevolente se lo perdonó porque por suerte no volvió a suceder nuevamente.

El show continuó sin muchos sobresaltos: “Creep”, “Plush”, la bonita “Interstate Love Song”, esas canciones que se saben todos. Se le dio muy poco lugar al último disco de estudio de la banda, el único con la voz de Gutt, el homónimo “Stone Temple Pilots” (2018). Las dos canciones que eligieron de este reciente trabajo, “Meadow” y “Roll Me Under”, fueron las que mejor sonaron sobre el escenario a pesar de no ser tan conocidas por los presentes.

La noche cerró con “Trippin‘ on a Hole in a Paper Heart” y “Sex type thing”, donde la batería de Eric Kretz se terminó de gastar, fuerte, bien fuerte, como sonó durante casi toda la velada, acompañada por supuesto del inagotable bajo de Robert DeLeo, a quien no parece pasarle el tiempo con su eterno peinado gánster.

El Revolution Tour trajo a dos bandas emblemáticas de los ‘90. Si bien los años pasan, a grupos como Bush claramente le hacen más que bien. Para Stone Temple Pilots, tal vez sea hora de dejar ir a algunas viejas canciones y darle mucho más lugar a un nuevo material que suena con gran solidez, aunque el grunge para algunos haya pasado de moda.

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