Revista El Bondi - 15 AÑOS DE ROCK
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Thee Oh Sees

Thee Oh Sees y la ¿muerte? del rock

Cronista: Jeremias Wald Acuña | Fotos: Gentileza prensa

23 de Noviembre, 2018

Thee Oh Sees y la ¿muerte? del rock

El viernes 23 de noviembre llegó por primera vez al país la banda californiana del carismático John Dwyer la cual se presentó ante un colmado teatro Xirgu.

En el último tiempo se ha vuelto un lugar común el decir que el rock murió. Es cierto, la aseveración se vuelve verídica ante determinados exponentes, no hace falta más que ver a un afamado cantante pedir que por favor no se insulte a un dirigente político que golpea a docentes y jubilados por igual. Pero también hay recitales que demuestran cuán equivocados están los que creen haber decretado la muerte del género. Ese fue el caso del debut porteño de Thee Oh Sees (así parecen llamarse actualmente) en el hermoso Xirgu Espacio UNTREF. Dos baterías y un salvaje John Dwyer se encargaron de revolver un teatro que ansiaba por verlos.

La noche había comenzado temprano con el trío platense Katon, de guitarras pesadas y veloces. Los Riel sacaron a todo el Xirgu por un “Paseo psicodélico” que incluyó un recorrido por su historia, bastante interesante, por cierto. GULI, con una numerosa formación, aportó su pop experimental, un sonido completamente distinto al del resto de las bandas de la noche. In Corp Sanctis acercó su psicodelia alternativa a una noche que no paraba de sumar condimentos.

Pero el shock de adrenalina que haría saltar al rock del supuesto letargo en el que está, llegaría bien tarde. Cuando faltaban solo 15 minutos para la 1 de la mañana se apagaron las luces e inmediatamente se escuchó un Is anybody out there?” (“¿Hay alguien ahí?”) que logró erizar la piel de algunos presentes. Se levantó el telón y la guitarra transparente de John Dwyer comenzó su propio show. “Plastic plant” fue la primera canción que tocó la banda que cambió de nombre unas cuantas veces en sus más de 20 años de trayectoria. “¿A quién le importa?”, responde un Dwyer punk ante la consulta del por qué de los cambios. El riff inequívoco de “Tidal Wave” descontroló a un Xirgu que no podía contener tanta efusividad.

Siempre planificando un próximo álbum es que encuentra Dwyer quien graba todo lo que le pasa cerca. Con la banda tienen registradas 21 placas en la misma cantidad de años. El recital hace un recorrido por esa trayectoria que además no se queda en un solo género musical. Lo que sí se mantiene durante la noche es la hiperactividad de Dwyer. Las dos baterías suman una potencia inusitada al inquieto guitarrista. Tim Hellman, descalzo, acompaña con su bajo la fuerza de los bateristas.

La respuesta efervescente del público cebó a un Dwyer que no parecía querer detenerse. Cabeceó el micrófono, cantó con el micrófono entero dentro de su boca, tomó de su botella de espumante, bajó a ver a la banda desde la valla, volvió a subir, acostó su guitarra en una de las baterías, tocó desde ahí y siguió como si el show recién comenzara. Los temas se sucedieron uno tras otro, al igual que los veloces solos de la guitarra transparente, pero nada aburrió. Pesados, rápidos e indescifrables. El público, extasiado, intentó seguirle el ritmo a la banda. El Teatro parecía moverse entero cuando empezó “Toe cutter/Thumb buster”, de Floating Coffin (2013), lo más cercano a un hit de la banda. Lo propio sucedió con “I come from the mountain”, del mismo disco.

Cuando el final del show se acercaba la actividad de Dwyer se intensificó, como si no llevara más de una hora sin parar. ¿El rock está muerto? Miren esta banda y piénsenlo bien. Porque además de la vivacidad  en su presentación en vivo detrás hay una filosofía latente. “Si firmás con una compañía grande ellos se quedan, para siempre, con la mitad de lo que hagas; no, gracias”, reafirma Dwyer sobre la independencia del grupo. Así, como cantaba Neil Young, el rock no morirá jamás.



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