Revista El Bondi - 15 AÑOS DE ROCK
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Sin Ley

El derecho de ser Feliz

Cronista: Mauro Fernandez | Fotos: Ayelen Martinez

19 de Enero, 2018

El derecho de ser Feliz

Sin Ley conmemoró en el Teatro de Flores los 20 años de su segunda placa oficial llamada In-Feliz. Por tal motivo, lo relanzaron en vinilo y tocaron una extensa lista que dejó satisfecho a sus fans.

Con más de 2.000 shows por todo el país, nadie puede negar que Sin Ley es un ícono para el punk nacional. En sus inicios no contaban con el apoyo de la prensa, pero tenían el pulgar bien arriba de uno -si es que acaso no es el mejor- de los emblemas de este movimiento musical: Ricky Espinosa. Alentados por buenas canciones y las constantes ganas de grabar, tenían el material necesario para darse a conocer por todos los lugares posibles.

Antes de llegar al estudio, ya contaban con cuatro demos y la búsqueda de una formación permanente ya que algunos integrantes decidieron dar un paso al costado. Entre idas y vueltas, no dejaron nunca de tocar y ensayar; así fue que el sello Xennon Records debutó con ellos para el lanzamiento del primer disco titulado Un Kilme Resucitado (1995) que en su portada mostró a un deambulador de las calles quilmeñas, Churrinche.

Para esa altura, atrás habían quedado los recuerdos de esos primeros recitales en la primavera del ’88 en la pieza de la casa de Dudú o en el viejo terreno baldío que tenía una rampa de skate. Ya pisaban fuerte la escena del under local y la movida punk estaba en alza; cabe destacar que a fines del siglo pasado había lugares por doquier para salir a reventarla en un escenario.

Fascinados por la obra “El derecho de matar”, del escritor argentino Raúl Barón Biza, la banda decidió hacer un disco más conceptual que coincidiera con el momento personal de la época. Volvieron a los estudios de El Pozo Ciego para encarar lo que fue In-Feliz (1998), esta vez con Gomita en el bajo. Para la tapa utilizaron gráficos del libro mencionado y en lo musical incluyeron un varieté de ritmos como la cumbia (por admiración a Los Leales) que luego dio lugar a la percusión como parte esencial del grupo.

¿Cuántas cosas pasaron de ahí en adelante? Un montón de sucesos eternos; tres discos de estudios y otros tres en vivo, uno de ellos, Avivate (2005) fue parte de los quince materiales grabados en Cemento y el ante último en hacerlo ya que data del 23 de agosto de 2003 y sólo fue superado por Lörihen que lo hizo el 20 de diciembre de ese año. Más tarde, tuvieron que digerir el trago amargo del deceso de Santi Rossi y, en el último tramo, se animaron al ansiado formato de DVD para dejar registro del fiel público que hace años viene acompañando este camino exitoso.

Con la nostalgia a flor de piel, el viernes a la noche, o mejor dicho, sábado a la madrugada, llegaron al Teatro de Flores con la intención de recordar los 20 años del lanzamiento de In-Feliz. Para que la fiesta sea total, el disco fue editado en vinilo y ¡grabado con las cintas originales!, nada de remasterización. En la esquina de Avenida Rivadavia y Pergamino, se congregaban a la medianoche los primeros sedientos en busca de esa previa que calmara el calor y haga correr los minutos hasta que el reloj diera la hora indicada para el show.

Una combi blanca estacionó en la puerta y de golpe bajaron diecinueve santafesinos que transitaron casi 300 kilómetros sólo para ver a la banda que les alegra el día y la vida. De distintos puntos del conurbano y barrios porteños, el público iba creciendo en masa. En un numeroso grupo de amigos había un pampeano que con cerveza en mano ya quería remontarse a esa adolescencia frenética.

Aguantemos un rato más, tipo dos van a salir”, se escuchaba en el bar de al frente. Si bien la térmica daba un sofocón, la noche estaba copada para seguir con el alcohol. Una vez adentro del recinto, en el sector del merchandising oficial estaban las remeras con el arte de tapa inspirado en Biza, los discos y el chiche nuevo: el vinilo. Varios ni dudaron en llevarse el LP que seguramente debe sonar impecable. Contentos con los regalos, encararon para las barras. La música que ambientaba el lugar, a eso de las 02:10 horas dejó de hacer eco para que esa especie de campo comenzara a poblarse.

Con una pantalla gigante que mostraba a unas bailarinas hawaianas, Sin Ley salió a la cancha con “Welcome”, dando la bienvenida a la cita especial. El sonido del mar dejó su tranquilidad para que la guitarra de Javier diga “Hoy tengo piedad”. El primer pogo se armó dejando a vista cómo las generaciones se van renovando. Muchos jóvenes que para 1998 eran pequeños o ni siquiera habían nacido, estaban delirando por las vallas, mientras que aquellos que llevan un gran trajín sobre sus hombros, estaban ubicados atrás. Allí estaba Pablo Martínez, ex baterista de la banda que supo golpear los parches en Flemita y Flema y que en la actualidad tomó el mando de la voz en Cosa Nostra.

El pie de bombo de Mariano dio la intro para confirmar que a “Ellos les gusta bailar” mientras el logo de la banda decoraba el fondo. Bien pegada, vino “Nada puedo agradecer” para no aflojar la intensidad. Unas amigas de Rosario estaban disgustadas porque les prohibieron el ingreso de su bandera, sin embargo, la base reggae de “Cuanto mal” les dio la señal que todo debería estar bien. Y así fue, entre abrazos disfrutaron la canción. De repente, una lluvia de cerveza inundó el campo en “Por favor” a medida que la figura de una mujer desnuda estaba en el centro del escenario. Continuando con la adrenalina punk, los cabeceos y empujones acompañaron “Sube nena” y bajaron unos cambios con “Lágrimas de sal” con un Chapu que dominó los bongos y cencerros.

Un vidrio mojado por la lluvia ambientó el recinto en “Quizás no quisiera”. Con las pilas recargadas, estallaron con “Perra” y “840”. Siguiendo con el orden del disco, cerraron la primera parte del show con “Nena nena”, en medio de una fusión de luces rojas y azules gritaron “Porque no puedo decir que no” y el final fue a todo trapo con “Morir quizás”, de las más coreadas por lejos con la atención puesta en los fragmentos de cementerios que vislumbraban la pantalla. La lista llegaba a su mitad y el público entonaba el estribo clásico “Nunca seré policía de Provincia ni de Capital”, hitazo de Flema.

El segundo set del recital fue muy variado. Arrancó con “Pistolazo” del disco A 1000 del 3000 (1999). “Un beso a todos”, expresó Dudú en un nuevo año junto a la banda y seguidores. Unas bien de antaño fueron “500 kriminales años”, “Familia” y “Solos y aburridos”, todas pertenecientes al demo ¿Qué mierda festejas? (1991). Más actuales, sonaron “Negro Brindis”, “Calma mi frío”, “Si te vas” y “Aprovecho esta luz” de Mafísima (2007).

Antes de llegar a los bises, un mix entre “Raros”, “Modelo 96”, “No pasa naa”, “Mentís desnuda”, “Sin saber de vos” y “Tarde para todo”, fue como un viaje sin escala hasta principios de los ’90. En un flash repentino, el vuelo dio un giro hasta un poquito más para acá cuando interpretaron “Si me faltas amor” de Delirio Fatal Agitado (2012), donde al final quedaron solamente la bata y la percusión.

El cierre a todo trapo llegó con el sonar cumbiero característico de “Mi amor” que se convierte en una demoledora romántica. “Tu desprecio” y “Compañero” dejaron hasta la última gota de sudor. Con la reserva de la nafta se despidieron con “Una y otra vez”, saludando a los presentes y agradeciendo a cada uno por el aguante en este 2018, que será el del trigésimo aniversario de la banda. Los fans salieron satisfechos y esa cuota de felicidad que vinieron a buscar quedó al día.

Hace 30 años que Sin Ley le da batalla a la escena punk nacional. Considerada un ícono dentro del estilo, recorrieron su segundo material discográfico de punta a punta con un repertorio que no se guardó nada. La próxima parada será el 3 de febrero en XLR de San Miguel.

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