Los Gardelitos
Gardeliando te lleno el Teatro
Cronista: Gentileza: Gaby Salomone | Fotos:
Beto Landoni
10 de Diciembre, 2005
Los Gardelitos arrasaron con tres al hilo. La familia extendida del rock Sudaka colmó las tres funciones consecutivas que los hermanos Suárez brindaron una semana atrás en El Teatro de Flores.
El paisaje en los alrededores parecía temerario, patrulleros apostados, personal de seguridad distribuido dos cuadras a la redonda, y allí en el medio, El Teatro Flores vestido, rodeado, casi encapsulado en un vallado perimetral de inmensos tablones que apenas dejaban asomar la fachada. La exageración del despliegue, ante la masiva convocatoria de gente, finalmente se sumía en una paradoja: lejos de brindar seguridad generaba esa paranoia de quien debe estar listo para lo peor.
En contraste a ese paisaje rígido y silencioso, el interior del teatro: las sonrisas, las remeras con la insignia gardeliana, la espera, la ansiedad y los cánticos saldaban hasta la ausencia de las acostumbradas banderas que suelen acompañar el ritual Sudaka. “Es un corte de mambo, pero nos adaptamos”, supo reconocer Eli en complicidad con su gente.
Así se asomaba la fiesta del último de los tres días, que Los Gardelitos elegieron para volver a tocar en Capital luego de un año sin pisar territorio porteño. Casi a las diez de la noche, “bajo una dulce luna de plata, en un balcón florido, se oye el murmullo de un juramento...” en la voz del Zorzal, como un vaticinio, el tango “Lejana tierra mia” abrió desde los parlantes, casi sepultado por la ovación del público, el set de los chicos del Bajo Flores.
El telón dio lugar al trío, los hermanos Suarez (Eli y Martín) y Horacio Ale, emergieron detrás del humo en un escenario vestido de luces rojas. De traje negro (los tres) arremetieron con el tema “Querandíes” y del público brotó un potente coro que no se dentendría en los sucesivos: “América del Sur”, “Caras de limón”, “El último hombre del bar”.. ni “El reloj”.
Concientes de la reducida capacidad del lugar para la acostumbrada convocatoria de la banda, Eli reconoció: “Nos hubiera gustado hacer uno sólo show para que estemos todos juntos” y se despacharon con “Corazón mirando al viento”, enganchado sin impas con “Serás mi mujer”, entre otras de la treintena de canciones que sonaron.
Las fiestas gardelianas que antaño sabían de bengalas y banderas, ahora se consuelan a fuerza de un espíritu que sigue coreando esas letras barriales del Korneta. Sin dudas, no hay tragedia ni ausencia que opaque esa manera de estallar con alegría en un montón de canciones que su hijo y Cia. seguirán tocando como lo hicieron el domingo.
En contraste a ese paisaje rígido y silencioso, el interior del teatro: las sonrisas, las remeras con la insignia gardeliana, la espera, la ansiedad y los cánticos saldaban hasta la ausencia de las acostumbradas banderas que suelen acompañar el ritual Sudaka. “Es un corte de mambo, pero nos adaptamos”, supo reconocer Eli en complicidad con su gente.
Así se asomaba la fiesta del último de los tres días, que Los Gardelitos elegieron para volver a tocar en Capital luego de un año sin pisar territorio porteño. Casi a las diez de la noche, “bajo una dulce luna de plata, en un balcón florido, se oye el murmullo de un juramento...” en la voz del Zorzal, como un vaticinio, el tango “Lejana tierra mia” abrió desde los parlantes, casi sepultado por la ovación del público, el set de los chicos del Bajo Flores.
El telón dio lugar al trío, los hermanos Suarez (Eli y Martín) y Horacio Ale, emergieron detrás del humo en un escenario vestido de luces rojas. De traje negro (los tres) arremetieron con el tema “Querandíes” y del público brotó un potente coro que no se dentendría en los sucesivos: “América del Sur”, “Caras de limón”, “El último hombre del bar”.. ni “El reloj”.
Concientes de la reducida capacidad del lugar para la acostumbrada convocatoria de la banda, Eli reconoció: “Nos hubiera gustado hacer uno sólo show para que estemos todos juntos” y se despacharon con “Corazón mirando al viento”, enganchado sin impas con “Serás mi mujer”, entre otras de la treintena de canciones que sonaron.
Las fiestas gardelianas que antaño sabían de bengalas y banderas, ahora se consuelan a fuerza de un espíritu que sigue coreando esas letras barriales del Korneta. Sin dudas, no hay tragedia ni ausencia que opaque esa manera de estallar con alegría en un montón de canciones que su hijo y Cia. seguirán tocando como lo hicieron el domingo.
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