Rolling Stones
Otro encuentro para la historia
10 de Febrero, 2016
La ciudad de La Plata se sacude nuevamente. Todavía resuenan los ecos de la histórica función del domingo pasado, la que puso fin a una ausencia de diez años en tierras argentinas, y los Rolling Stones vuelven a abrazar con su presencia y su música a un público que desde muy temprano, y bajo un sol intenso, se acerca al Estadio Único para ser parte de una historia que ha superado los cincuenta años. Sobran los motivos para celebrar.
Como en el primer show, La Beriso y Ciro y Los Persas son las bandas teloneras. La primera logra una recepción más calurosa que en la primera jornada y su cantante, Rolando “Rolo” Sartorio, agradece en repetidas oportunidades el respeto que le brinda la gente. Por su parte, Andrés Ciro Martínez y los suyos sacan a relucir clásicos del repertorio de Los Piojos como “Taxi-Boy” y “Genius”, tocan algunos de sus propios hits y levantan la temperatura del público despidiéndose con “El farolito” y “Como Alí”.
Apenas pasadas las nueve de la noche, la bandera argentina con una lengua roja en su centro, reproducida en las tres pantallas que forman parte de la escenografía, es la señal que desata la locura. Keith Richards arremete con uno de sus riffs predilectos y “Jumping Jack Flash” es ésta vez quien reemplaza a “Start me up” en el inicio del show. ¿Más sorpresas? El inconfundible teclado de “Let´s spend the night togheter” pone a vibrar a todo el estadio, y Mick Jagger comienza a desandar el camino de las pasarelas que lo llevan de una punta a otra del extenso escenario. “It´s only rock and roll” y “Tumbling dice” son los clásicos en los que Richards y Ron Wood comienzan a “tejer” con sus guitarras, y en “Out of control” Jagger y Richards se sacan chispas en armónica y guitarra respectivamente en el tramo final del tema.
La canción más votada por el público a través del website de la banda es número puesto: “Angie”. La histórica balada, número uno en los Estados Unidos en el año de su publicación, comienza de manera desacompasada entre la voz de Jagger y la guitarra de Richards, pero la entrada de batería del imperturbable Charlie Watts pone las cosas en orden. “Paint it black” y “Honky tonk woman” son una muestra acabada de que la estructura musical del grupo descansa sobre el tándem indestructible que forman Watts y Richards, y a continuación los Stones desempolvan una gema de su álbum “Sticky Fingers” (1971), “Can´t you hear me knocking”, con un gran solo de saxo de Karl Denson (quien reemplaza al recientemente fallecido Bobby Keys) y una apabullante intervención de guitarra de Wood, quien le da su impronta al magistral solo grabado por Mick Taylor en la versión de estudio.
Un Jagger dispuesto a divertirse con el público y sus compañeros de banda presenta a Charlie Watts como “el Alfredo Di Stéfano” de la batería y a Ron Wood como “el ‘Loco’ Gatti” de la guitarra. Por su parte Richards, visiblemente conmovido y agradecido por el amor que le profesa su público, decide interpretar dos canciones diferentes a las del primer show: la deliciosa balada “Slipping Away” y la vibrante “Before they make me run”, ésta última con algunos desacoples entre los músicos que Keith decide tomarse con gracia, como parte del asunto, con su amplia e iluminada sonrisa.
“Midnight Rambler” decanta en una intensa zapada de blues, y el público corea un riff que ha iniciado Jagger. El cantante pretende continuar con la canción, ¡y los fans siguen con su cántico! Mick estalla a carcajadas y no puede creer lo que ocurre, una muestra de que los Stones todavía se sorprenden sobre el escenario. Las guitarras de Richards y Wood son filosas, mientras Watts y el bajista Darryl Jones construyen una base rítmica imposible de derribar. “Miss you”, “Gimme Shelter” y “Simpathy for the devil” gozan de una frescura envidiable y la frase “¡Start me up!” entonada al unísono por Jagger y el público suena como un latigazo seco que puede escucharse a kilómetros de distancia.
Como si se alimentasen de la energía que desprenden los miles de espectadores que saben que aún queda camino por recorrer, los Stones se despachan con “Brown sugar”, mientras los músicos corren de un lado al otro del escenario, y “You can´t always get what you want”, con la compañía de un coro local que embellece la interpretación. “(I can´t get no) Satisfaction” es la bomba que sueltan los Rolling Stones en el final y arrasa con un público que se rompe las manos para aplaudir un espectáculo musical de dos horas que nunca en su vida podrá olvidar.
En su segundo show en el Estadio Único de La Plata, los Stones sorprendieron con cinco cambios en la lista de temas en relación a su repertorio del primer show. A través de clásicos de los ‘60, los ’70 y los ’80 demostraron un grado de disfrute y felicidad sobre el escenario imposible de fingir, un motivo suficiente para poner a andar nuevamente la poderosa maquinaria y traerla hasta estas latitudes. Keith Richards se mostró más movedizo que en el primer show, Charlie Watts desplegó su firmeza habitual en la batería, Ron Wood no dejó de contagiar al público y Mick Jagger hizo gala de un magnetismo y unas capacidades musicales y actorales que lo vuelven absolutamente único. Acompañados de un grupo de músicos de alto vuelo y un escenario imponente, sólo quedaba que el público argentino y su fervor completaran un combo desbordante de energía. Así fue. Como en el primer show, como en las visitas anteriores. “¿Son el público más ‘stone’ del mundo?”, preguntó un Jagger cómplice durante el show. Los argentinos creen que sí. Y a los Stones eso les gusta.
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