Cosquin Rock
Quince años del rock del país
14 de Febrero, 2015
El festival más federal del país celebró una nueva edición y agitó con toda su fuerza en las sierras cordobesas. Ciro, Las Pelotas, Las Pastillas del Abuelo, Andrés Calamaro, De La Tierra, entre tantos otros artistas, fueron los encargados de ponerle alas al aeródromo de Punilla.
Santa María de Punilla se apresta a vivir un nuevo Cosquín Rock. Sí, el festival todavía conserva el nombre de la localidad cordobesa en la que celebró sus primeras ediciones, a pesar de que ahora es otro el pueblo que lo cobija en esta época del año. Durante tres noches, todo es distinto en el lugar. Las calles revientan de pibes y pibas ansiosos por disfrutar de su banda favorita.
El aeródromo es enorme. Inmenso. Hay escenarios para todo y todos. Las actividades comienzan temprano, y desde temprano hay gente disfrutando de cada una de ellas. Algunos se tiran en tirolesa desde una punta a la otra del campo, mientras otros que disfrutan de la propuesta artística que proponen algunos comediantes; pero todos están esperando que llegue la noche y el turno de su grupo favorito, ese por el que las ansias los devoran.
Y ahí está Andrés Calamaro, "on fire", y se lo puede ver desempolvando sobre el escenario viejos diamantes de su extensa carrera. "A los ojos", Me estás atrapando otra vez", "La libertad", y más éxitos siguen saliendo de su setlist. El público está extasiado de ver a Andrés en una versión más cantante que nunca y tan leyenda como siempre; mientras tanto, los buenos de Nonpalidece están ahí, agitando y desplegando su mejor versión reggae sobre una plataforma temática montada para su presentación.
Los Auténticos Decadentes ponen a bailar y saltar a todo el mundo. El aeródromo se convierte en una gran pista de baile, en donde suenan "Raquel", "El Murguero", "La Guitarra", "Un osito de peluche de Taiwán’" entre tantos otros más de sus extensa lista de hits. A pedido de Cucho y sus amigos, los parlantes están bien encendidos sin dejarle ningún espacio a la mala onda. Allá en otro rincón del predio, Juanchi Baleirón y sus Pericos revientan todo lo que tienen alrededor; ellos no necesitan un espacio en el escenario principal para hacerse dueños de la escena. No. Y por eso, ahí se puede apreciar a estos legendarios muchachos de la música nacional. Intactos. Soberbios. Únicos.
Tanta música, tanta diversidad, tanto sentimiento de fiesta. Todo es ideal para disfrutar de lo que pasa en el enorme predio. Será por eso que cuando Adrián Dárgelos irrumpe en escena, el frontman de Babasónicos genera un magnetismo sobre todos los presentes y logra cautivarlos a pura mística y rock. "Risa", "Tormento", "Fizz", son algunos de los tracks que eligen tocar los Baba, sacando a relucir toda su desfachatez a la hora de la interpretación.
En un abrir y cerrar de ojos, los estandartes pueblan Santa María de Punilla. Banderas de rock, de fútbol, de algunos países limítrofes inundan el predio y se disponen a ser parte de la experiencia. Los pibes de Salta La Banca ya empiezan a consolidarse como la nueva camada del rock nacional y las remeras con su nombre se multiplican a velocidad supersónica. Santi Aysine, cada vez más aplomado, asume su rol de animador y no defrauda. Los muchachos brindan una presentación con gusto a consagración.
Las Pelotas no necesitan presentación alguna. Germán Daffunchio es el líder de una de las bandas más legendarias del rock argentino, y el público así lo siente. Se canta, se agita, se baila. Una vez más, se vive la sensación de que el aeródromo tiene alas propias e invita a todos a viajar rumbo a un destino incierto pero feliz. “Shine, shine, shine”, se grita desde este pedazo de suelo con una fuerza que parece poder partir a las sierras en mil pedazos.
No existe la sensación de que hay espacios vacios. Agujeros sin llenarse. No, eso no existe. Todo es música. A cada paso, en cada lugar. Piti Fernández sale con Las Pastillas del Abuelo y todo Cosquín aplaude a rabiar. Los tipos se ganaron un lugar en el line-up principal, a fuerza de talento y sacrificio, y se les nota ese hermoso hambre de gloria: las llamas del fuego sagrado son las que encienden el romance con su público. Un romance digno de admirar. De apreciar. De disfrutar.
Acá también hay lugar para los señores del metal. Carajo, Almafuerte y De La Tierra sonaron con una potencia pocas veces oída. La sensación de que el género goza no sólo de buena salud, sino también que cuenta con exponentes cada día más referentes y líderes del movimiento, hace disfrutar plenamente del punch y la distorsión generando una frenética sensación de liberación en los presentes.
Allá a lo lejos, se puede apreciar que llega Andrés Ciro, comandando a su legión persa para vivir una experiencia que combina lo nuevo y lo clásico de su repertorio. La multitud explota. El cantante mira al público en varias ocasiones y los deja cantar junto a su banda, para pasar a ser él un espectador de lujo en la velada. Los aplausos emergen desde todos los rincones del predio. Otra nueva jornada de rock estalla nuevamente.
Y ahí están todos. Es el último día. Nadie baja los brazos ni se quiere perder los platillos fuertes de la noche. Los Illya Kuryaki tocan un repertorio que logra que los aplaudan en la luna. Chicas y chicos deliran con la presencia de Horvilleur y Spinetta sobre el escenario; mientras a pocos metros, Pato Fontanet y su nueva banda Don Osvaldo hacen delirar a otra multitud de jóvenes que no olvida lo que pasó hace diez años, pero que promete rendirle fidelidad y un acompañamiento sincero al ex líder de Callejeros. Cierra Skay y los fanáticos ricoteros no se pierden la fiesta que se está brindando sobre en el escenario principal. Porque todos saben que es un lujo ver a esa estrella brillando ahí.
Quince años, tres noches, más de cien bandas en vivo, la majestuosidad de las sierras que rodean al predio y las decenas de miles de personas que concurrieron al festival, hicieron de la experiencia algo único. El festival más federal del país reunió sobre sus diferentes escenarios a varios de los artistas más convocantes de la escena local y latina, y lo hizo con gran éxito. De a poco, se empiezan a retirar los estandartes, las remeras y las bandas. Todos deben volver a sus diferentes obligaciones, luego de vivir una experiencia al palo. Señoras y señores, será hasta el verano que viene. Por eso, sólo resta pedir larga vida al rock. Larga vida al Cosquín Rock.
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