El Kuelgue
Un ritual burgués
20 de Diciembre, 2014
Para entender qué es y cómo suena El Kuelgue no basta con escuchar sus dos discos –Beatriz, 2010 y Ruli, 2013- o sus varias composiciones inéditas que rondan en Youtube. No, claro que no. De lo contrario, el oyente se perdería una faceta de la banda que refleja el verdadero atractivo del septeto: el vivo. Por eso, lo que se vivió en Niceto este sábado fue la verdadera expresión de un grupo que ha sabido –con apenas diez años de carrera- convertir cada una de sus presentaciones en un festejo constante. Porque el grupo va del rock a la bossa nova, pasando por el reggae y la cumbia sin mostrar –por suerte- prejuicio alguno a la hora de elegir sus ritmos, a los que acompañan con letras desfachatadas y osadas.
La noche tuvo su primera muestra de esto de la mano de “En avenidas”, que Pablo Vidal dio por concluida con un notable solo de saxo alto, cuestión que replicaría en varias ocasiones, como en “El Paraíso de los perros”. Y es que el factor determinante del grupo pasa por la ejecución de cada uno de sus integrantes, quienes se lucen desde sus lugares, no opacando a sus compañeros, sino que complementándose. La unión hace a la creatividad.
“Bienvenidos al último Kuelgue del año”, señaló el histriónico Julián Kartún, cantante, actor y frontman de la banda. Y sí, cabe destacar el rol que éste cumple en el escenario, porque difiere y por mucho del típico vocalista: ya sea por sus irónicas imitaciones de Iorio y Chano, o sus comentarios satíricos en medio de una canción, Kartún, sin dejar de lado su rol de cantante (como en la exquisita “Carece de sentido”, que arrancó con el baterista Ignacio Martínez tocando la flauta traversa) hace de su actuación algo inspirador, tanto para el público como para sus colegas.
En el clima intimista de “Cinema”, el guitarrista Nicolás Morone metió un punteo por demás interesante, hecho que no fue muy frecuente en el transcurso de la noche, ya que ese instrumento parece cumplir un rol secundario en la sonoridad del grupo. Otro momento cuasi solemne de la jornada fue cuando interpretaron la majestuosa “Wonderboy", una pieza ideal para el tono de voz risueño de Kartún, que mecharon con fragmentos de “La rueda mágica”, de Fito Páez.
Para ese entonces, los presentes habían sido víctimas de la vorágine emocional que provenía del escenario. Después de tocar “Dale tiempo” y una acotada versión de “Una wacha piola” –momento muy festejado-, el cantante ocupó el teclado de Santiago Martínez (protagonista esencial en la armonía del conjunto y partenaire de Julián en mucho de sus monólogos) para improvisar unas melodías y afirmar, en tono picaresco, que iba a hacer canciones de su disco solista.
Luego de imitar a un pastor de esos que se ven en la tevé abierta a la madrugada, el cantante exclamó “el que no baila es Luis Majul” y comenzaron los primeros acordes de “Cristo es Marquitos Di Palma”, ese tema que honra al excéntrico corredor. Sí, otra vez la sátira presente. La despedida, como era de esperar y con un público exultante, fue al ritmo de una tríada de cumbias: “Cartonero de tu corazón”, “Clonasepan” y “Negra candombera”. No obstante, lo que parecía el cierre definitivo con “Circunvalación”, derivó en un pedido de Santiago Martínez para que todos los presentes tomen asiento para luego desatar el último agite con, nuevamente, “Clonasepan”. La alegría era tan evidente en lo músicos como en la gente, que despidió a la banda al ritmo de “Que no se pare, que no se pare de bailar, que no se pare”.
El Kuelgue muestra desparpajo y soltura, con canciones en donde la letra, por momentos pasa a un segundo plano y se priorizan los ritmos. Y para que esto suceda, además de contar con uno de los mejores frotman de la actualidad, existe un actor fundamental que suele pasar desapercibido y es el bajista Juan Mojoli con su versatilidad en las cuerdas. La banda, en conjunto, es de lo más interesante que muestra una escena nacional que, de a poco, se va renovando.
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