Exodus
Impacto inminente
Cronista: Fernando Canales | Fotos:
Gentileza: Leandro Ciaffone
09 de Octubre, 2014
La banda de thrash liderada por Gary Holt entregó un show potente, agresivo y con una gran calidad sonora difícil de lograr en el género. Lamentablemente, se vio empañado por la muerte de un fanático después del concierto.
La vida de los oriundos de la Bay Area de California, está un poco revuelta en estos días. Terminan de grabar un disco, tocan con Kirk Hammett (ex Exodus, hoy en Metallica) en el Fear FestEvil, despiden a su cantante Rob Dukes; llaman a Steve Souza para reemplazarlo y regraban el disco; su guitarrista y líder Gary Holt comparte su agenda entre su criatura y Slayer; salen de gira, vienen a la Argentina, pero “Blood in, Blood out” sale la semana que viene, y encima el setlist nos deja sin las nuevas joyas. Y para colmo de males, el destino les juega una mala pasada, y un fanático (Gustavo, 29 años y bajista del grupo Kronos) fallece al terminar el show, por un paro cardíaco producto de una enfermedad hereditaria.
Después de los viscerales temas del grupo soporte Certera, la velocidad y precisión ocupan su lugar, con “Bonded by blood” (el año que viene cumple treinta años!) y “Scar Spangled Banner”, que sirven de muestra para reafirmar las certezas que uno tiene cuando va a un show de Exodus: el quinteto te va a fajar, vas a respirar agresión, y el "tupá tupá" va a copar tus oídos 100%.
Gary Holt fuma y el humo le sirve de marco para la cara, al igual que su pelo y su barba casi bíblica. El guitarrista de la muñeca hidráulica, repasa la era con Dukes al frente del mic, cuando su maquinaria compositiva era más compleja, al igual que los miles de riffs que volcaba con afinaciones más bajas, como “Iconoclasm” y “Children of Wortless God”.
El regreso de Steve “Zetro” Souza para su tercer período en Exodus no pasa desapercibido. Los agudos y los matices de su voz –que está en muy buen estado– retoman la esencia de los 80, thrasheros por excelencia. Las comparaciones son odiosas, pero existen. Souza y Dukes son dos grandes vocalistas, con estilos diferentes, pero hay algo que se extraña del pelado barrigón: su agite. Su forma de pedir un Pit Mosh, un Death Wall, o de provocar al público -NdR, ver en Youtube cómo boquea a la multitud del Wacken 2010, aunque está claro, nadie lo hará como Phil Anselmo-. Quizás su cara de bueno le juegue en contra, pero a Souza poco le importa cuando se pone la pilcha de maestro para dar “A Lesson in Violence” o anotar a todo Groove en la “Blacklist” de Exodus.
No todo es headbanging, piñas y el doble bombo sacado del incansable Tom Hunting, ¿querés bailar?, los chicos te hacen bailar con “The Toxic Waltz” y su pogo adrenalítico. “La canción dice no llores por mí, Argentina, pero yo quiero que sí lloren por mí, Argentina”, lanza Golt riéndose después de recibir su merecida ovación y darle duro a su viola en “The Last Act of Defiance” y “Godd Riddance” para los bises.
Por los hits, la nostalgia del regreso de Souza y, sobre todo, por su despliegue de calidad sonora, Exodus dejó un gran recuerdo en esta nueva visita. Lástima las cosas del destino, que a veces terminan en fatalidad como la de su fanático.
Después de los viscerales temas del grupo soporte Certera, la velocidad y precisión ocupan su lugar, con “Bonded by blood” (el año que viene cumple treinta años!) y “Scar Spangled Banner”, que sirven de muestra para reafirmar las certezas que uno tiene cuando va a un show de Exodus: el quinteto te va a fajar, vas a respirar agresión, y el "tupá tupá" va a copar tus oídos 100%.
Gary Holt fuma y el humo le sirve de marco para la cara, al igual que su pelo y su barba casi bíblica. El guitarrista de la muñeca hidráulica, repasa la era con Dukes al frente del mic, cuando su maquinaria compositiva era más compleja, al igual que los miles de riffs que volcaba con afinaciones más bajas, como “Iconoclasm” y “Children of Wortless God”.
El regreso de Steve “Zetro” Souza para su tercer período en Exodus no pasa desapercibido. Los agudos y los matices de su voz –que está en muy buen estado– retoman la esencia de los 80, thrasheros por excelencia. Las comparaciones son odiosas, pero existen. Souza y Dukes son dos grandes vocalistas, con estilos diferentes, pero hay algo que se extraña del pelado barrigón: su agite. Su forma de pedir un Pit Mosh, un Death Wall, o de provocar al público -NdR, ver en Youtube cómo boquea a la multitud del Wacken 2010, aunque está claro, nadie lo hará como Phil Anselmo-. Quizás su cara de bueno le juegue en contra, pero a Souza poco le importa cuando se pone la pilcha de maestro para dar “A Lesson in Violence” o anotar a todo Groove en la “Blacklist” de Exodus.
No todo es headbanging, piñas y el doble bombo sacado del incansable Tom Hunting, ¿querés bailar?, los chicos te hacen bailar con “The Toxic Waltz” y su pogo adrenalítico. “La canción dice no llores por mí, Argentina, pero yo quiero que sí lloren por mí, Argentina”, lanza Golt riéndose después de recibir su merecida ovación y darle duro a su viola en “The Last Act of Defiance” y “Godd Riddance” para los bises.
Por los hits, la nostalgia del regreso de Souza y, sobre todo, por su despliegue de calidad sonora, Exodus dejó un gran recuerdo en esta nueva visita. Lástima las cosas del destino, que a veces terminan en fatalidad como la de su fanático.
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