Richard Coleman
"Gente, gracias por salvarme la vida"
27 de Septiembre, 2014
Con elegancia, técnica y mucho estilo, Richard Coleman dio cátedra de cómo tocar rock and roll en el Teatro Opera. Entre varios invitados, entre ellos Alejandro Lerner, el guitarrista recordó a su gran amigo y colega Gustavo Cerati, y no dejó de agradecer a su público.
Por Juan Cruz Vieytes
Las luces de la calle Corrientes iluminaban los carteles del Teatro Opera. Y entre ellos estaba el de Richard Coleman, que hacía su presentación en la noche del sábado. A media hora del show, la gente todavía hacía fila para comprar su entrada. Se veían muchas camperas de cuero entre el público, algunos pelos largos y batidos, y borcegos.
A la hora señalada y con los fanáticos sentados en sus butacas, Richard se hacía desear. Con el telón todavía bajo, se escuchó el rasgueo de una guitarra que entusiasmó a la gente. De repente las cortinas se abrieron dejando ver a un Coleman de saco de seda gris, con bordes y detalles azules, gafas oscuras y su Les Paul marrón, y sin decir una palabra, largó con “Bajando el río”.
Ya en el segundo tema, "Incandescente”, aparecieron los primeros invitados. En este caso se trataba de una sección de cuerdas de cuatro mujeres, Elizabeth Ridolfi, María Isas, Rebeca Restelli, María Eugenia Castro, quienes fueron acompañadas en los teclados por Leandro Fresco.
En los silencios que se generaban tras finalizar los temas, se escuchaban los gritos del público. Los más comunes fueron “Vamos Richard, ídolo”. Aunque también hombres y mujeres compartían el “Te amo, genio”. Y para que ningún desprevenido piense que esta fecha era para mostrar su último material que fue nominado a “Mejor Album Artista de Rock” de los Premios Gardel, Coleman aclaró con una gran dicción y modulación que “este show no es para presentar ‘Incandescente’, porque ya todo el mundo lo conoce”.
Coleman se movía, se reía, y hacía parecer que tocar en el escenario le resultaba fácil, y cuando Gonzalo Córdoba hacia sus solos de guitarra, él se acercaba y compartían el momento. Lo mismo hizo con el bajista Daniel Castro y el tecladista Bodie, dando la idea de que hay una banda formada y no son sólo músicos contratados que lo acompañan en su mejor momento como artista. “Este tema lo hicimos con Gus en el 2005”, dijo Coleman y las referencias eran para Cerati y para “To Bring You My Love”, que concluyó en una gran ovación al ex líder de Soda, rcientemente fallecido.
La banda se fue y sólo quedó Richard, quien con cambio de vestuario incluido, dio comienzo al set acústico de la noche. El escenario se iluminó con pequeñas luces amarillas y redondas que parecían estrellas en el cielo, y el guitarrista arrancó con “Azulado”, escrita hace 30 años para una chica “de la que nunca más supe”. Luego la jornada tuvo la presencia estelar de Alejandro Lerner en los teclados para hacer “Hamacándote”. Este segmento cerró con la versión en español de “Heroes”, de David Bowie.
Volvió la guitarra eléctrica, con wah wah incluido en “Nevernudozin”, y el show comenzó a tener un cambio muy intenso y agresivo. No hubo ninguna pifia, ninguna desafinación, todo fue exacto, preciso y calculado. La actitud rockera, pero sin despeinarse siguió con “Es Tan Celosa”, antes de otro invitado, Daland Gutiérrez, el hijo de Juanse y líder de La Armada Cósmica. El teatro explotó con “Fuego” y la gran energía de la banda, y personalidad y punteo de viola de Daland. Los músicos saludaron al público, recibieron los aplausos, pero por lo general los recitales suelen tener un “falso final”.
Richard Coleman le agradeció una vez más a su público y se despidió como toda la noche, luciéndose, esta vez con el punteo de “Durante la Demolición“. Las luces del escenario se apagaron y sólo quedo un foco iluminando al guitarrista, a quien luego se le unió la banda para recibir la ovación de pie.
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