Vargas Blues Band
Reconocimiento nacional
Cronista: Gentileza: Sebastián Barrera | Fotos:
Barbara Sardi
26 de Septiembre, 2014
Vargas Blues Band volvió a Buenos Aires para repasar clásicos de todas las épocas y demostrarnos que el género es el padre de casi todo lo que se escucha.
El blues es un género bastante olvidado en esta ciudad donde hay público para todo: no importa de qué país extraño venga el artista, el porteño paga y llena un Vorterix, un Luna Park o un GEBA. Somos adictos al show en vivo y a pesar de quejarnos del elevado precio de las entradas, ahi estamos todos, apretrados con calor y con el baño químico bien lejos. El blues siempre se resguardó en el under con un público fiel que asiste a toda posibilidad de ver al padre de practicamente toda la música que más adelante llenará un River Plate sin ningún problema.
El público es siempre el mismo, se reconoce, se saluda y charla hasta que el recital comience. En el Teatro Coliseo la costumbre siguió viva pero con la diferencia de escenario, con una acústica ideal para una noche de clásicos de la mano del guitarrista español Javier Vargas y su banda, que no es su primera visita y mucho menos será la última, gracias a su público fiel y apasionado de riffs y líneas de bajo perfectas.
Lo que parecía un bochorno a quince minutos de comenzar el show, terminó siendo una gran reunión de conocedores de este género, señores que, si no son músicos, deben tener trescientos cincuenta discos de artistas que sólo ellos podrían citar y contar pequeñas historias. Porque de las anécdotas vive el blues, de aquellas en las que uno toca con otro y justo aparece BB King para tomarse unas copas.
Covers de todo tipo demuestran un respeto por toda la música, desde "Sunshine of your Love" de Cream, "Blues Local" de Pappo, o "Keep on Loving me Baby" de Otis Rush. Vargas al frente siempre, pero con unos músicos que no se dejaron intimidar por el líder y demostraron ser una gran banda que funciona como un reloj como así lo dispone el manual: el argentino Luis Mayo en bajo y voces, el holandes Peter Kunst en batería, y el inglés Gaz Pearson como voz principal, que se lució y supo mediar entre ser la figura principal como toda voz suele serlo y dejarle las luces a Vargas con sus solos eternos y cortes justos.
Nada mejor que verlo sentado y simplemente asentir con la cabeza para disfrutar de una noche larga pero que no bajó en ningún momento gracias a clásicos reconocidos y una nostalgia que nunca muere en este tipo de shows, donde se juntan la vieja escuela y los jóvenes apasionados por este género eterno que nunca morirá gracias a una calidad que sigue presente en cada acorde.
El público es siempre el mismo, se reconoce, se saluda y charla hasta que el recital comience. En el Teatro Coliseo la costumbre siguió viva pero con la diferencia de escenario, con una acústica ideal para una noche de clásicos de la mano del guitarrista español Javier Vargas y su banda, que no es su primera visita y mucho menos será la última, gracias a su público fiel y apasionado de riffs y líneas de bajo perfectas.
Lo que parecía un bochorno a quince minutos de comenzar el show, terminó siendo una gran reunión de conocedores de este género, señores que, si no son músicos, deben tener trescientos cincuenta discos de artistas que sólo ellos podrían citar y contar pequeñas historias. Porque de las anécdotas vive el blues, de aquellas en las que uno toca con otro y justo aparece BB King para tomarse unas copas.
Covers de todo tipo demuestran un respeto por toda la música, desde "Sunshine of your Love" de Cream, "Blues Local" de Pappo, o "Keep on Loving me Baby" de Otis Rush. Vargas al frente siempre, pero con unos músicos que no se dejaron intimidar por el líder y demostraron ser una gran banda que funciona como un reloj como así lo dispone el manual: el argentino Luis Mayo en bajo y voces, el holandes Peter Kunst en batería, y el inglés Gaz Pearson como voz principal, que se lució y supo mediar entre ser la figura principal como toda voz suele serlo y dejarle las luces a Vargas con sus solos eternos y cortes justos.
Nada mejor que verlo sentado y simplemente asentir con la cabeza para disfrutar de una noche larga pero que no bajó en ningún momento gracias a clásicos reconocidos y una nostalgia que nunca muere en este tipo de shows, donde se juntan la vieja escuela y los jóvenes apasionados por este género eterno que nunca morirá gracias a una calidad que sigue presente en cada acorde.
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