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Cuatro Pesos de Propina

Esa mezcla de placer y dolor

Cronista: Sergio Visciglia | Fotos: Gentileza: Andrea Celis

18 de Mayo, 2013

Esa mezcla de placer y dolor

4 Pesos de Propina presentó el pasado sábado en Groove a Surcando, su tercer disco de estudio.

“Hey, hey, hey , hey”. El puño apretado, bien arriba, y la consigna bien clara. Esa constante en cada show de 4 Pesos de Propina, sin dudas hija de la furia mestiza de Mano Negra/Manu Chao, es la que marca el ritmo también este sábado en Groove. La banda uruguaya presenta su tercer disco de estudio, Surcando (2013), pero su saludo al público argentino será con dos canciones de sus primeras placas: “No habrá forma del dolor” de Se Está Complicando (2006) y “Esa mezcla de placer y dolor”, de Juan (2010).

La primera impresión de lo nuevo llega con el reggaetón “No hay tiempo” (o música urbana, para sonar más cool) y la gente responde a uno de los adelantos que ya había salido a la luz el año pasado. A partir de entonces, todo será una mezcla constante entre los tres trabajos discográficos de la banda; y es que aun hoy en día, aquel disco debut sigue teniendo tanta fuerza que marca la columna vertebral de cada concierto de los pesos. Así entonces “Solari” genera el primer gran momento de la noche levantando a todo Groove (gran solo de trompeta de Miguel Leal, quien también se saca las ganas con la percu), y “Pirata” lleva esta efervescencia a su punto máximo. Promediando el final, “La máquina” y “Balacera” (sumándose la voz del percusionista Gastón Pepe) desnudan el costado más contestatario y radical de la banda uruguaya.

Si bien Juan es quien tiene menos protagonismo en la noche, las piezas que suenan del mismo tienen todas un sabor especial: toda la banda canta en “Hoy sopa hoy” de Jorge Lazaroff, el siempre presente homenaje a los cantautores uruguayos; y la tuba del guitarrista Gastón Puentes sube al escenario junto al invitado Pedro Borgobello de Arbolito en clarinete en “Maldita ciudad”. “Pirata II” marca el recuerdo del viejo hit pero el estribillo le saca (¿por las dudas?) la última palabra a la vieja frase “Libertad o sello”. Los vientos, el fuerte musical principal de la banda, marcan el camino en casi todos los temas, y emocionan en la intro y el cierre de la pachanguera “La vaca II”.

Las novedades ofrecen variantes musicales para todos los gustos, y demuestran en vivo una amplia profundización en la obra. Con guitarra acústica, el cantante Diego Rossberg (menos hiperquinético que otras veces pero con la energía de siempre), brinda calidez en la joyita cancionera “Náufrago”, y para seguir la temática lírica, “Navegante” es un reggae oscuro rapeado por Pepe. Siguen las distintas opciones climáticas a partir de la tranquilidad introspectiva de “Mi revolución”, que con el puente de la vieja “Más allá”, se transporta casi sin escalas a la combativa “Caigo y me levanto”. Pero vuelven el reggae, la paz y el amor en “La fruta permitida” (“tengo luz y tengo luna/tengo la inmensa fortuna de tu amor”).

Sobre la última parte del show sigue la presentación de lo nuevo, entremezclado con varias que sepamos todos. Los cambios de clima marcan la noche, y eso al público le encanta. Todos gritan por Uruguay y por Argentina, bailan cuarteto en “La verdad de la milanesa”, se relajan en “Sayonara” y poguean en el polvo precoz que es “Sontalverkapolka”. De todas formas, el mejor momento de la jornada se lo lleva sin dudas “Glu glu”, generando un clima ideal, quedando en escenario solamente el guitarrista Puentes, al tiempo que el cantante baja al campo, se sienta en el suelo y regala una mágica versión a todo un público que mira, canta, filma, saca fotos, y escucha sentado.

“Sacamelá (Basta)” marca el falso cierre luego de algo más de dos horas. Pero quedaba aun “una canción fundamental que tiene el mismo estribillo que la primera que tocamos”, dice el pequeño gigante colorado antes de entonar “La planta”. Y el final clásico con “Llegó la hora” nos avisa que todo termina, pero es una larga y dulce agonía, de la mano del estribillo “lara, laralá” que suena feliz una y otra vez por todos los recovecos del boliche de Palermo, con la orquesta de vientos y percusión bajando a tocar en el medio del salón alrededor de toda la gente. Fiesta por donde se la mire, sin ningún chiche, cotillón ni refuerzo externo como muchas veces sucede en el rock fiestero actual. En este caso, nada más (y nada menos) que con buena música.

Los uruguayos 4 Pesos de Propina siguen creciendo en la ciudad de Buenos Aires, esta vez presentando su tercer disco de estudio, con un show redondo y contundente, donde ofrecieron todas sus variantes musicales sin dejar de lado esa marca contestataria con la que nacieron y se asomaron en nuestro país.

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