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Madonna

Larga vida a la Reina

Cronista: Gentileza prensa | Fotos: Beto Landoni

15 de Diciembre, 2012

Larga vida a la Reina

Madonna se presentó en el Estadio River Plate ante 50.000 personas, en el marco del “MDNA Tour”. La diva pop ofreció, a pesar de sus problemas de salud, un show intenso y visualmente impresionante, en el que repasó su carrera y parte de su último material de estudio.

Luego del retraso en el primer show ofrecido en Argentina, dos días atrás, y de que sus problemas de salud hubieron tomado estado público por boca de la propia estrella, el horario del comienzo de la segunda presentación de Madonna no es un tema menor en las inmediaciones y dentro del propio Estadio Monumental. Pero el aire de impaciencia que sobrevuela los alrededores del lugar se disipa cuando cerca de las once de la noche las luces se apagan, y el humo de incienso y el canto gregoriano de unos monjes se apoderan del escenario. La espera termina y luego de la introducción el público explota por primera vez ante la aparición la diva pop, quien comienza con “Girl Gone Wild” una actuación de aproximadamente dos horas, que no ofrece respiro ni para ella ni para los asistentes al concierto.

Programado en cuatro bloques con sus respectivos títulos, "Transgresión", "Profecía", "Masculino / Femenino" y "Celebración”, el show le permite a Madonna dar rienda suelta a sus dotes ya conocidos como cantante, bailarina y actriz, acompañada por un impecable cuerpo de baile con quien interactúa una y otra vez. La diva interpreta sucesivamente a una mujer vestida de cuero y sedienta de violencia en “Revolver” y “Gang Bang”, a una porrista de colegio estadounidense de las que suelen verse en las películas en “Express Yourself”, y a una femme fatale suelta de ropa en “Love Spent”, y en todos esos roles su actuación en escena resulta muy natural. Tal vez el secreto –a esta altura conocido por todos- sea que Madonna es una combinación de todas ellas, y mucho más también.

“Les pido disculpas. Todavía no me siento muy bien”, afirma la Reina del Pop mientras se seca la transpiración. Por unos breves segundos permite mostrarse fatigada, pero la energía que despliega a partir de allí le agrega a su actuación, por si hiciera falta, más emotividad todavía. “¡Están listos, quiero escucharlos!”, y motiva al público en la antesala de “Vogue”. El Monumental se convierte en una discoteca para miles y el sector del campo en la pista de baile donde muchas mujeres bailan con sus zapatos de taco alto, mientras otras ya lo hacen descalzas. Unas canciones más tarde, Madonna deja mostrar su espalda tatuada con la palabra Eva, y suelta una sentida interpretación de “No llores por mí, Argentina”. En sólo unos minutos, el show ha virado de un clima a otro totalmente distinto. Pero la intensidad se mantiene constante.

Un párrafo aparte merece la puesta en escena, que sorprende y deslumbra a los espectadores desde el comienzo hasta el final: pantallas de alta definición, plataformas ascendentes y otros detalles contribuyen a ambientar el escenario para cada momento del show y potencian el carisma de Madonna. Tal vez lo único que pueda comparársele en los últimos tiempos sea la gigantesca parafernalia de Rogers Waters con “The Wall”.

En el tramo final de la presentación, uno de los picos más emotivos es “Like a Prayer”, con un coro gospel que invita a repetir el estribillo una y otra vez. Madonna se mueve de un lado a otro embanderada con los colores celeste y blanco, se para frente a los espectadores que tiene más cerca y le extiende el micrófono para hace oír su voz. De su malestar físico no se observa siquiera un gesto. Es el final del show, pero aún queda un baile más, y es el momento “Celebration”, con un gran despliegue coreográfico y sofisticadas proyecciones en las pantallas. “¡Gracias Buenos Aires! ¡Los quiero!”, se despide la diva. Lo hizo una vez más: el público ha quedado rendido a sus pies. Reina hay una sola.
 
Como para demostrar que con el paso de los años se renueva y mejora a sí misma, Madonna ofreció en Argentina un espectáculo sin interrupción alguna, repleto de mensajes directos pero también de “guiños” para quien no pierde la atención sobre lo que ocurre en el escenario. La puesta en escena -deslumbrante por donde se la mire-, las canciones y el carisma inigualable de la diva conforman un bloque sin fisuras, que permite a los espectadores disfrutar y comprobar la vigencia de uno de los más grandes íconos de la cultura pop. 

TxT: Augusto Fiamengo
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