Mogwai llama a Tierra

Mucho se habla sobre lo que es el post-rock, que Sigur Ros, que Mogwai, que Slint, que Tortoise, y de repente tenés cuatro bandas que no se relacionan entre sí pese a sus momentos instrumentales. El problema quizás sea que tenemos esa extraña necesidad de titular las cosas para organizarnos mejor: los Ramones es punk, Daft Punk electrónica, y los Dinosaur Jr es rock alternativo, como si supiéramos alternativo a qué, aunque tampoco importe.

Mowgai esquiva eso, siempre lo hizo. Ellos entendieron que no hacen nada concreto y se dedicaron a fusionar estilos en base a una melodía. Sus siete discos respetan la idea original aunque varían el clima y el ambiente que presentan en cada nuevo trabajo.

En el 2002 Mogwai bajó a Latinoamérica pero no agendó una fecha en Buenos Aires. Esta vez se pudo dar y La Trastienda se llenó para ver a la banda presentar Hardcore Will Never Die, But You Will, su último disco de estudio. Los escoceses parecen estar liderados por la guitarra de Stuart Braithwaite gracias a sus descomunales solos, pero la banda funciona como una máquina que nos quiere hacer creer que improvisa en la hora y media de show pero lo cierto es que todo está ensayado y calculado hasta el último acorde para poder entregar una canción redonda.

Dos guitarras que a veces son tres, teclados, bajo, batería y todas las pedaleras posibles se pasean alrededor de una melodía. En el medio todo lo demás, pero en el fondo la melodía sobre todas las cosas. Los climas se generan de acuerdo pasan las canciones: desde el espacial "I’m Jim Morrison, I’m Dead", hasta "Killing All Flies" y "2 Rights Make 1 Wrong", con voces magnéticas y guitarrazos, o la genial "Ratts of Capitals", que los describe perfectamente con esa mezcla de calma que confunde hasta llegar al climax final lleno de distorsión.

"Mogwai Fear Satan", "San Pedro", "Auto Rock" y el final devastador con "Batcat" con pogo y mosh incluidos, en el que uno de los guardias al intentar alejar a uno del escenario se cayó entre el público y todo se convirtió en un garage sucio lleno de rock. Un Cemento de los noventas con una energía pocas veces vista de una banda que no dejó en paz a nadie en sus quince canciones que desquiciaron a fanáticos que nunca creyeron que iban a poder verlos en vivo.