Revista El Bondi - 15 AÑOS DE ROCK
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Opeth

El fantasma de la perdición

Cronista: Fernando Canales | Fotos: Gentileza: Leandro Ciaffone

31 de Marzo, 2012

El fantasma de la perdición

La banda liderada por Mikael Åkerfeldt llegó por segunda vez a la Argentina y dio un tremendo show ante un Teatro colmado.

Los grandes genios de la historia nunca se mantuvieron bajo una misma línea creativa. Picasso, cambió del Cubismo al Surrealismo y Beethoven, del Clasicismo al Romanticismo. Algo parecido pasa con Mikael Åkerfeldt -compositor, cantante y guitarrista de Opeth- a la hora de crear y saciar sus musas. Un buen ejemplo de esto es su último disco Heritage, donde se aleja del sonido death metal que marcó toda su obra, para centrarse en el rock progresivo y las voces limpias. Una tendencia que se viene produciendo en varias bandas como Pain of salvation o Porcupine Tree de Steven Wilson, con quien Mikael prepara un imperdible proyecto paralelo, Storm Corrosion. Justamente su reciente placa es la que viene a presentar a Sudamérica y la que le da nombre al tour.

Parte 1: La cara de Melinda

El intenso y entrecortado riff de “The Devil‘s Orchard” abre el show, y despliega toda la esencia del metal progresivo: contratiempos, rudimentos imposibles a cargo de Martin "Axe" Axenrot en su batería y la versátil continuidad armónica, que sale de la guitarra de Fredrik Åkesson (Ex Arch Enemy).

Mikael es sin duda maestro a la hora de fusionar estilos, bordando varios hilos musicales: Folk, Prog, Blues, Clásico, Free Jazz y Black y Death metal, y creando nuevos diseños como “I feel the dark”, que comienza con una misteriosa melodía celta, para desembocar en un terrible groove Stoner.

La gente recibe al bajista Martín Méndez con el grito de “Uruguayo, Uruguayo” en honor a su nacionalidad y Mikael no puede controlar su humor ácido: “Sí, el nació en Uruguay, pero ahora vive en un castillo...”. “Face of Melinda”, del álbum conceptual Still Life (1999), relata la desgarradora historia de amor, muerte y religión de una persona que vuelve tras 15 años a buscar a su amada, después de ser desterrado por ateo, impío, raro y profanador.

“Slither”, dedicada al fallecido Ronnie James Dio, es la canción más rockera de la primera parte del show. Los teclados de Joakim Svalberg generan un clima especial dentro del Teatro de Flores, que junto al dinamismo de las guitarras, del solo melódico de Fredrik que hiela almas y de la voz cristalina de Mikael, hacen de “Windowpane” una masterpiece. Una atmósfera con el sello Opeth, que se completa con la balada “Burden” y la inquieta “Folklore”, dando paso a lo más extremo, dejando atrás la serenidad.

Parte 2: Siento la oscuridad

“Ahora vamos a mostrar el otro lado de esta banda, vamos a tocar algo de tap, así que nos gustaría que bailen un poco” ironiza Mikael, mientras todo se pudre, se sulfata y cambia radicalmente. “Heir Apparent” devuelve a Opeth a sus raíces: el Death Metal. Las voces se tornan guturales, la distorsión se hace presente, junto a los blast beats de la batería de Axenrot. Lo que no varía es la complejidad de la composición, y la fusión con los demás estilos, que caracterizan su sonido y su estilo…único e irrepetible.

“The grand Conjuration” y “The Drapery falls” te suben a una montaña rusa conducida por la mente creativa de Mikael, la hermosura y la brutalidad están separadas por un paso, la distancia mínima entre arroparte con terciopelo o acariciar lo áspero.
Aunque parezca contradictorio, la voz gutural del líder de Opeth es la más clara del género, su monstruosidad al cantar no interviene a la hora de entender una letra, algo casi imposible de lograr.

La maratónica “Deliverance” de 13:36 minutos -según Mikael, la canción favorita de Diego Maradona -  puso fin a una noche extrema, llena de texturas, baladas y  metal progresivo.

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