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Indio Solari

Ticks de la Revolución

Cronista: Redaccion El Bondi | Fotos: Beto Landoni

03 de Septiembre, 2011

Ticks de la Revolución

Indio Solari y Los Fundamentalistas del Aire Acondicionado se presentaron el sábado 3 de septiembre en Junín, ante unas 100 mil personas que luego de la reprogramación del recital decidieron cortar la tradición de las bengalas.

“Implacable rock & roll y un par de sienes ardientes que son todo el tesoro”. El tiempo de reflexión al que había llamado el Indio Solari, en el que suspendió su show del 28 de mayo,  luego de la muerte de Miguel Ramírez provocada por una bengala náutica que le impactó en el cuello durante el recital de La Renga en La Plata, había terminado. Pasaron cinco meses desde su último concierto en Salta, y la abstinencia ricotera se hizo notar este sábado en la ciudad de Junín al que asistieron más de 100 mil personas al Autódromo Eusebio Marcilla. Récord en personas y el primer recital que da el Indio sin bengalas después de más de 10 años, apenas una en “Juguetes perdidos”, apagada de inmediato y que dejó en evidencia quiénes entendieron la mano y quién no.

Pasadas las 22 las luces se apagaron y en las pantallas aparecía una insignia que decía: "Identidad es la respuesta a las preguntas que soy, de dónde vengo y hacia dónde voy. También de lo que quiero ser. Privar de esa identidad conspira contra el autoconocimiento, la autoestima y la autoeficacia", antes de que el Indio Solari, junto a Los Fundamentalistas del Aire Acondicionado salgan al escenario con “Todos a los botes”, el primer corte de su último trabajo El Perfume de la Tempestad.

Mientras adentro del predio todo era una fiesta anunciada, afuera, antes del primer control, comenzaron a volar botellas, y la policía montada apareció para reprimir con balas de goma. Los controles esta vez fueron más estrictos, contaban con 1500 hombres de seguridad privada, 700 efectivos y 400 personas para realizar cacheos. Todos tenían que tener entradas  para poder ingresar. Luego de corridas, los que estaban afuera con el ticket en la mano pudieron pasar.

Después de  algunos temas de su etapa solista “Ceremonias en la tormenta”, “Porco Rex”, el set redondo no dejó a nadie quieto, con tres al hilo (“Yo caníbal”, “La hija del fletero”, “Mariposa Pontiac/Rock del país”), con “Pabellón Séptimo” antes de “Tarea fina”, casi 10 minutos de gloria eufórica y nostálgica. Más tarde se le sumaron “El lobo caído” y “Cruz diablo!”.

Como lo hizo en el año pasado en Tandil con “El regreso de Mao”, sorprendió a todos con “Murga de la virgencita” de Momo Sampler, un tema que tocó por primera vez en su etapa como solista. Al finalizar el tema el Indio no se corrió de la muerte de Candela Rodríguez, la nena que apareció sin vida luego de nueve días, y en relación a ello sugirió: “Cuiden a las pibitas del barrio. La prostitución es una elección de los adultos”, a lo que la gente respondió con un aplauso efervescente.

Si bien, El perfume de la tempestad todavía está en su gira de presentación, para el público parece un viejo conocido, de esos que gusta escuchar. “Black Russian”, “Vino Mariani”, y “Torito es muerto” ya son clásicos coreados por todos.

“Vamos a mover un poco el culito”, dijo Carlos Solari antes de salir con “Nadie es perfecto” y “Ñam Fri Fruli Fali Fru”. “¿Vieron que había que quedarse? Las cosas no están bien en el resto del mundo”, afirmó antes de cantar ese tema que recuerda el viaje de alguien que escapa a un lugar supuestamente mejor, que no deja de emocionar en cada recital: “To beef or not to beef”.

El viento fue un gran enemigo para la garganta del ex líder de Los redonditos de ricota (quién pedía disculpas constantemente por su voz), y el polvo para los miles de fanáticos que luchaban contra él en medio del pogo de “Vamos las bandas” y “Maldición va ser un día hermoso”.

“Juguetes perdidos”, con las frases del final como “Este asunto está ahora y para siempre en tus manos, nene” recitadas, anunciaba el final majestual, el pogo más grande del mundo, el más alegre a la luz de la luna anaranjada de Junín con “Jijiji”. “Gracias, gracias, gracias” fueron las últimas palabras que se oyeron por parte del Indio antes de que se apaguen las luces.

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Esta vez le tocaba recibir a Junín a más de cien mil personas, que superaban la cantidad de habitantes que residen en esa ciudad, algo atípico que la convirtió por un día en un hormiguero. Los recitales del Indio no empiezan a la hora programada en la entrada del show, sino horas y días antes. El camping y las casas lindantes a la Laguna Gómez se transformaron en el barrio ricotero: rock de fondo, asado, fernet y cerveza todo el día. ¿Quién se anima a pasar un mes con esos vecinos?

Probablemente, este viaje se tornó un poco más complicado. La misa india vino con doble caravana: en la ruta se podía ver la cola enorme de transportes desde la mañana y llegando al autódromo a pocas horas del recital, los micros y automóviles tenían que estacionar hasta a 10 kilómetros del predio. Por lo tanto, pasadas las 20 la caminata bajo la luz de la luna, entre cantos y, algunos puestos de comida se volvió eterna. Al terminar el recital había que volver a encontrar el micro, sin la ayuda de llamados telefónicos ya que las líneas estaban colapsadas, sólo con la ayuda de la memoria, la paciencia y las pocas fuerzas que quedaban después de haber saltado en el recital de rock and roll del país.

El Indio una vez más mostró su profesionalidad ante todo, a pesar de los pequeños inconvenientes que tuvo con su voz; se lo vio alegre, recorriendo el escenario con sus típicos pasos y dando giritos (más que los de costumbre). No cualquiera a los 62 años con tantos años de rock encima puede hacerlo. La banda siempre firme, cada día mejorando su calidad, con riffs aguerridos y fuerza escénica ¡Maldición, fue un día hermoso!

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