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Echo & The Bunnymen

El poder de las canciones

Cronista: Gentileza prensa | Fotos: Beto Landoni

13 de Octubre, 2010

El poder de las canciones

La banda liderada por el egocéntrico Ian McCulloch se presentó por tercera vez en Argentina, ahora para mostrar su última placa The Fountain y repasar sus tres décadas de historia con versiones potentes y emotivas de los temas que se han convertido en hitos del rock inglés, sobre todo por su influencia en bandas que hoy triunfan de manera multitudinaria.

La noche de miércoles en Buenos Aires veía venir la lluvia, que no esperó por Echo and the Bunnymen y se precipitó fuerte y fina mientras que sobre el escenario de Groove el proyecto pop-rock alternativo Victoria Mil entretenía a los que iban llegando, muchos que ya habían visto a los británicos en sus visitas anteriores al país. El pacífico y antipático líder Miguel Castro llevó adelante un show que divirtió desde la guitarra y los teclados, de donde provienen las emociones que le faltan a las canciones.

El ambiente tenía carácter trascendental. El sonido de un coro de voces se imponía sobre el humo y las luces azules. Desde el comienzo, la figura de McCulloch fue la única atracción visual que tuvo el público. Campera, lentes de vidrios rojo oscuro y despeinado, se presentó con algunas palabras en inglés y ya acompañado por la banda dieron comienzo al show con “Going up”, seguida de “Show of strength”, “Rescue” y “Villiers terrace”, en un arranque dirigido a sus comienzos allá por los últimos años de los 70, a los inolvidables álbumes Crocodiles (1980) y Heaven up here (1981), que marcaron un rumbo en la música rock producida en el Reino Unido durante las décadas siguientes”.

Apurando el fuego de un cigarro para volver a prender otro, el showman McCulloch aprovechaba cada espacio entre los temas para hacer algunas menciones irónicas en un inglés poco modulado, haciendo reír a los fanáticos y aclimatando el show. Pero sin embargo, la banda que “Mac” tiene atrás, los legítimos Bunnymen, es la que hace que todo sea posible. Siempre se mantuvieron ordenados y acertados; Y se sacaron cuando se tenían que sacar. Fue el momento de versiones bien rockeras de “Bedbugs and Ballyhoo”, “Bring on dancing horses” y “Silver”, con mucha energía disparada en la guitarra que se tentaba con el riff de “Roadhouse Blues” de The Doors, y con Ian eufórico,  agarrado al micrófono dándole rienda suelta a los gritos con su voz fría y nasal.
Esta presentación de Echo and The Bunnymen no fue como las anteriores, que sí tuvieron algo en común. Aquellas habían sido en el teatro Gran Rex y con versiones acústicas de sus canciones. Por eso, los fanáticos se sintieron más a gusto en el triangulo de la Avenida Santa Fe y cantaron sin parar cuando los de Liverpool hicieron “Seven seas”, siguiendo con la etapa de su obra leyenda de rock sinfónico Ocean rain (1984).

Y había que cumplir con el contrato. Había un disco que presentar, y así fue que sonó “Think i need it too”, mostrando que a pesar del largo andar sobre el vertiginoso camino del rock, no han perdido el norte y han perfeccionado su sonido hasta hacerlo realmente cristalino, intenso y moderno. The Fountain, según las declaraciones de McCulloch durante la gira, “es el disco que representa como deben sonar los verdaderos Bunnymen”. Entre los samples y los guitarrazos, lo nuevo se enganchó con “Never Stop”, con omnipresencia de la voz cínica y ególatra de Ian.

Una potente versión de “The killing moon”, una de sus canciones más populares, seguida de “The cutter”, hizo vibrar a la gente que saltaba desde hacia dos temas atrás. Descargados, fue el momento del intervalo, e inspirados volvieron para los momentos de mayor emoción. “All my colours” con coro del público, y la mítica balada “Nothing lasts forever” con pasajes de “Don´t let me down” de The Beatles y “Walking on the wild side” de Lou Reed” justificaron la ovación, que dio lugar al hit colosal “Lips like Sugar”, el que no podía faltar.

Después del clásico “Buenas noches Buenos Aires” en castellano forzado y unos besos en el micrófono, Ian desapareció. Pero le quedaba algo por decir, y tras unos minutos de oscuridad se acerco para polemizar con su sentido del humor ácido y bajar el pulgar cuando hablaba del público de Brasil y, junto con la impecable banda de sonido que lo aguantó durante treinta años, despedirse bien arriba con “My Kingdom” y “Do it clean”, dos perlas rockeras con la esencia del sonido ingles.

A los largo de sus 32 años de historia, Echo and the Bunnymen levantó la bandera del rock inglés hasta lo más alto. Con motivo de la presentación de un nuevo disco renovado y motivador, la gira los trajo una vez más a Buenos Aires, donde tanto la perfección de la banda como el egoísmo de McCulloch estuvieron a la altura de las circunstancias.

TXT: Gonzalo Rebollo

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