Revista El Bondi - 15 AÑOS DE ROCK
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Melodías sucias

Cronista: Gentileza: Sebastián Barrera | Fotos: Beto Landoni

14 de Octubre, 2010

Melodías sucias

Son dos meses insoportables de shows, haciendo cuentas para ver hasta donde llega el bolsillo. ¿Massive Attack o Pixies? ¿Pavement o Belle and Sebastian? Ni hablar de Paul McCartney y sus precios maleducados. Yo la Tengo se presentó en La Trastienda para demostrar que de todas las opciones terminó siendo una de las más interesantes.

Lo que logró el Indie Rock, o el Noise Pop si se quiere, fue encontrar la melodía en géneros como el Punk o el Hardcore. Bandas como Black Flag, o Húsker Dú o The Fall eran crudas pero geniales en crear una canción directa. Al rato llegaron My Bloody Valentine, Sonic Youth y Dinosaur Jr. (por citar algunas) y cambiaron el concepto de esa canción cruda al agregarle melodías, cambiando las reglas de lo que debe durar una canción, para poder prepararla desde el comienzo, tomándose el tiempo de crearla para experimentar con el pop y las guitarras sucias.

Yo la Tengo arrancó en 1986 con Ride the Tiger con un sonido más clásico, con The Kinks y Neil Young siempre en la cabeza pero con Velvet Underground como modelo a seguir, algo que se haría más evidente desde Painful en 1993, donde entendieron que eran capaces de desprenderse de un solo estilo y animarse al folk, al shoegazing, al pop y a todo lo que se les ocurra hacer.

Ya habían cancelado un show en La Trastienda un par de años atrás. La idea de que volvieran era prácticamente imposible hasta que llegó este aluvión de recitales que incluyeron dos fechas de Yo la Tengo en el local de San Telmo, sin necesidad de festivales al aire libre, tocando de día y poco, como pasó en Chile o en Brasil.

De las dos fechas, la primera se concentró en su costado más eléctrico, con temas como “Cherry Chapstick”, “Something to do” o “Drug Test”, dejando en claro la responsabilidad de la guitarra (Ira Kaplan) como instrumento principal y al bajo (James McNew) y la batería (Georgia Hubley, esposa de Kaplan) como ayuda en los tempos para que la guitarra vaya y venga por distintas melodías, como en “I Heard You Looking”, una genialidad y ejemplo de cómo construir una canción, con doce minutos de puro Noise pero siempre con la melodía de fondo creada a base de buenos punteos.

Si bien el segundo día tuvo sus momentos de distorsión (el arranque con “Little Honda” o la genial “Pass the Hatchet, I Think I’m Goodkind”), Yo la Tengo se centró en su lado mas Dream Pop, con canciones como “Madeline”, “When it’s Dark”, “Decora” (en versión acústica), “I Feel Like Going Home”, y el gran final con “Our Way to Fall” y “Big Day Coming” (también acústica). Símbolos de una tranquilidad que siempre estuvo presente y que el público supo respetar con el silencio para lograr la hipnosis que generan en sus discos.

Con entradas agotadas, las dos fechas tuvieron de todo, dejando ver las facetas de una de las bandas más interesantes y creativas de la música actual. Si bien nunca tuvieron un gran éxito en ventas, la crítica siempre los adoró, entregándose a cada uno de los quince discos de estudio que tienen por el momento.

Representantes indiscutidos del under norteamericano, los tres entraron a escena sin necesidad de luces ni efectos de humo. El público se detuvo en medio de una oración para ver entrar a Kaplan, Hubley y McNew para dar dos horas de su largo repertorio que también incluyó covers de Beach Boys (“Farmer’s Daughter”), Jackson Browne (“Somebody’s Baby”) y Anita Bryant (“My Little Corner in the World”), guiños perfectos de sus gustos personales y de cómo se las ingenian para dejar su marca en todo lo que tocan.

Música Indie para chicos indies con cortes playmobil, remeras y Converse. Indumentaria oficial de un estilo que nació en los ochentas y que se agigantó en los noventas para demostrar, dentro de sus limitaciones como bandas independientes, que no todo era Grunge y que la década tenía mucho más para ofrecer gracias a su constante búsqueda y necesidad de mezclar estilos.

Con estos dos shows, la banda sació las ganas de verlos en vivo después de tanto disco, mp3 y Youtube que sólo incrementaron la necesidad de descubrir cómo sonarían esas grandes canciones en un escenario. El público se empachó de ruido y se conformó con los veintidós temas de cada noche para volver a casa y olvidarse de la necesidad de verlos para comenzar a pensar en los shows que se vienen, que faltan varios y son más que interesantes.

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