Los Natas
Livin’ la weeda loca
Cronista: Gentileza: Pablo Gabriel Krause | Fotos:
Gentileza: Ro Diaz
20 de Julio, 2005
Luces de colores, proyecciones psicodélicas, humo, interminables zappadas y sobre todo rock invadieron la noche del viernes en La Trastienda. ¿Qué pasó? Tocaron Los Natas…
Si alguna vez fuiste a ver a Los Natas, sabés que la puntualidad no es su fuerte. Y la noche del viernes no fue la excepción, las luces de La Trastienda se apagaron a la 1:30 de la mañana, una hora después de lo previsto. Igualmente, al público –alrededor de 300 personas- no le importó demasiado y recibió respetuosamente a Sergio, Walter y Gonzalo, que salieron a dar una cátedra de stoner rock.
El show comenzó con el escenario cubierto de humo y una tenue luz azul iluminando la guitarra de Sergio Chotsurián (alias “Sergio CH” ¿por qué será?). La introducción, que se estiró unos diez minutos, dio paso a “El Cono del Encono” que, a pesar de la acortada versión, terminó de poner en clima a los presentes.
Como ya es costumbre en los shows de Natas, entre el público se mezclan todos los estilos y gustos, desde las remeras de Pink Floyd hasta las camperas de cuero con parches de Candlemass. Aún así la gente es muy particular, a pesar de ser una banda pesada, no hay pogo. La gente acompaña con un respetuoso silencio, como si no quisieran interrumpir lo que se está creando sobre el escenario (a excepción de dos simpáticos muchachos que “bailaban” –léase: se sacudían como locos- cerca de la barra).
“Tormenta Mental” –el cover de Hawkwind- dejó en claro que quien se pone la banda al hombro es Walter Broide, su baterista. Si bien generan esa sensación de que Los Natas “hacen lo que quieren” arriba del escenario, la batería de Walter mantiene la unidad entre tanta diversidad de cortes y sonidos. Logra que la banda pase de la calma a un furioso descontrol sin perder coherencia.
El auge del show estuvo en la seguidilla de clásicos, que arrancó con “El Negro” –uno de los pocos temas que hicieron del disco Delmar (de 1996)- y “Contemplando la Niebla”. Antes de dar comienzo a “Tufi Meme”, Walter agradeció a los presentes “por venir a cagarse de frío con nosotros” , mientras las proyecciones de colores empezaron a cubrir el escenario.
Llegó también “Meteoro 2028” (donde Sergio aprovechó para cambiar la viola y colgarse la mítica SG roja), “Planeta Solitario” y finalmente “Patas de Elefante”. Iba una hora y media de show, por lo que decidieron hacer “una paradita de diez minutos para tomar o fumar algo” según explicó Walter, algo que habían hecho la última vez y funcionó bastante bien.
Tal como lo anunciaron, a los diez minutos regresaron y esta vez dejaron los clásicos de lado y arrancaron con una seguidilla de temas de Toba Trance I & II. El set duró unos cuarenta minutos y llegó al punto de mayor éxtasis con “Traición en el Arrocero” a la que le siguió, de la misma manera que en el disco, “Humo de Marihuana”.
Ya eran las 3:42 de la mañana cuando Sergio dejó la Flying V y se despidió del público. Si bien algunos empezaron a enfilar para la puerta, el telón no se había cerrado todavía y todo parecía indicar que, a pesar de la hora, todavía quedaba un rato más de Natas.
“Dicen que no se puede tocar más, pero vamos a romper un poco las reglas” dijo Walter mientras empezaba a revolear una vez más los palitos de la batería. Y el cierre lo decidió la gente... aprovechando el silencio alguien pidió “Qué Rico”, y le dieron el gusto. Al terminar el tema –dura unos quince minutos- el reloj marcaba las 3:58 de la madrugada y ahí si, Los Natas decidieron bajarse del escenario. Horario un poco incómodo para terminar un show…
Redondeando, molestó la impuntualidad de la banda y el sonido se hizo molesto en algunos sectores del lugar (sobre todo cerca de las barras, donde más saturaban los bajos). Consejo: Si nunca escuchaste Los Natas, el show se puede hacer un poco pesado, es mejor conocer un par de temas aunque sea. Por otro lado, si te gustan Los Natas y todavía no los viste en vivo, tomalo como tu próxima obligación… una banda para no perderse.
El show comenzó con el escenario cubierto de humo y una tenue luz azul iluminando la guitarra de Sergio Chotsurián (alias “Sergio CH” ¿por qué será?). La introducción, que se estiró unos diez minutos, dio paso a “El Cono del Encono” que, a pesar de la acortada versión, terminó de poner en clima a los presentes.
Como ya es costumbre en los shows de Natas, entre el público se mezclan todos los estilos y gustos, desde las remeras de Pink Floyd hasta las camperas de cuero con parches de Candlemass. Aún así la gente es muy particular, a pesar de ser una banda pesada, no hay pogo. La gente acompaña con un respetuoso silencio, como si no quisieran interrumpir lo que se está creando sobre el escenario (a excepción de dos simpáticos muchachos que “bailaban” –léase: se sacudían como locos- cerca de la barra).
“Tormenta Mental” –el cover de Hawkwind- dejó en claro que quien se pone la banda al hombro es Walter Broide, su baterista. Si bien generan esa sensación de que Los Natas “hacen lo que quieren” arriba del escenario, la batería de Walter mantiene la unidad entre tanta diversidad de cortes y sonidos. Logra que la banda pase de la calma a un furioso descontrol sin perder coherencia.
El auge del show estuvo en la seguidilla de clásicos, que arrancó con “El Negro” –uno de los pocos temas que hicieron del disco Delmar (de 1996)- y “Contemplando la Niebla”. Antes de dar comienzo a “Tufi Meme”, Walter agradeció a los presentes “por venir a cagarse de frío con nosotros” , mientras las proyecciones de colores empezaron a cubrir el escenario.
Llegó también “Meteoro 2028” (donde Sergio aprovechó para cambiar la viola y colgarse la mítica SG roja), “Planeta Solitario” y finalmente “Patas de Elefante”. Iba una hora y media de show, por lo que decidieron hacer “una paradita de diez minutos para tomar o fumar algo” según explicó Walter, algo que habían hecho la última vez y funcionó bastante bien.
Tal como lo anunciaron, a los diez minutos regresaron y esta vez dejaron los clásicos de lado y arrancaron con una seguidilla de temas de Toba Trance I & II. El set duró unos cuarenta minutos y llegó al punto de mayor éxtasis con “Traición en el Arrocero” a la que le siguió, de la misma manera que en el disco, “Humo de Marihuana”.
Ya eran las 3:42 de la mañana cuando Sergio dejó la Flying V y se despidió del público. Si bien algunos empezaron a enfilar para la puerta, el telón no se había cerrado todavía y todo parecía indicar que, a pesar de la hora, todavía quedaba un rato más de Natas.
“Dicen que no se puede tocar más, pero vamos a romper un poco las reglas” dijo Walter mientras empezaba a revolear una vez más los palitos de la batería. Y el cierre lo decidió la gente... aprovechando el silencio alguien pidió “Qué Rico”, y le dieron el gusto. Al terminar el tema –dura unos quince minutos- el reloj marcaba las 3:58 de la madrugada y ahí si, Los Natas decidieron bajarse del escenario. Horario un poco incómodo para terminar un show…
Redondeando, molestó la impuntualidad de la banda y el sonido se hizo molesto en algunos sectores del lugar (sobre todo cerca de las barras, donde más saturaban los bajos). Consejo: Si nunca escuchaste Los Natas, el show se puede hacer un poco pesado, es mejor conocer un par de temas aunque sea. Por otro lado, si te gustan Los Natas y todavía no los viste en vivo, tomalo como tu próxima obligación… una banda para no perderse.
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