Cafe Tacuba
Estadio Azteca
06 de Junio, 2009
Los mexicanos festejaron en un colmado Luna Park sus 20 años con la música, y entre todos sus clásicos y unos cuantos lados b, dieron un concierto impecable en el que reforzaron su sitial de banda indispensable del rock latino.
Buenos Aires fue una de las 20 ciudades elegidas por los Café Tacuba para festejar sus 20 años con la música. Y si bien ese camino gozó de explosiones mediáticas y materiales introspectivos, a partir de 1994 y la salida de Re producido por Gustavo Santaolalla los ojos del rock del continente que empieza bajo el Río Bravo nunca pudieron despegarse de los Cafeta.
Exactamente a las 21, los de Ciudad Satélite sorprendieron con la canción “9” de la primera parte del experimental álbum doble Reves/Yo soy (1999), mientras las imágenes jovencísimas de los músicos se mezclaban con los primeros volantes de la banda. Con un sonido cercano al rock industrial, el inicio del show lejos estuvo de aquellos coqueteos folklóricos que caracterizaron a la banda durante buena parte de los 90: una seguidilla en la que se destacaron “El borrego”, “No controles” y “Labios Jaguar” detonaron el Luna Park, ante un público que permanecía shockeado. Quizás por eso, entre los saludos y el chiste sobre la gripe de moda se mezcló la ironía del rebautizado Rubén Albarrán “¿Qué pasa, no cenaron bien?”.
Es cierto que acá se acostumbra a comer bastante más tarde, la gente tardó un poco en engancharse con el sonido impecable que devolvían los parlantes, más allá de que una pequeña avanzada hacia algunas sillas vacías en los lugares más privilegiados hizo pensar en un rompan todo a la mexicana. El público fue levantando temperatura y con el medley “Qué pasará”, “Recuerdo prestado” y “Puntos cardinales” la comunión arriba y abajo del escenario fue increscendo y el concierto se encaminó hasta consolidarse como uno de los mejores de lo que va del año.
A partir de su anteúltimo trabajo de estudio, Cuatro Caminos (2003) los mexicanos incluyeron a la batería dentro de su formación musical, además de la caja de ritmos que programa el multiinstrumentista Meme del Real. Con ese formato se presentaron en el Luna Park, aunque la banda esencialmente sigue siendo un cuarteto con Joselo (bajo) y Quique (guitarra) Rangel. Los parches que prolijamente ejecuta Luis Ledezma quedan en un claro segundo plano. Sobre el escenario colgaban las pantallas de led, mientras que los plasmas laterales apuntaban a los costados para que nadie pierda detalle y un serpenteo de luces se iluminaba según el compás, en una puesta austeramente rockera.
Desde hace tiempo los Tacvba tienen buenas migas con el público argentino, algo más que destacable, teniendo en cuenta la tradición rockera de nuestro país. Y la noche del sábado sirvió para reconfirmar esta relación. De un lado, sin presentaciones personales, demagogias estériles ni vedettismos que fueran más allá del necesario para ser una estrella de rock, tratando de aprovechar al máximo cada minuto de las casi tres horas que duró el concierto con la fuerza de sus canciones. Del otro, el acompañamiento no sólo de los versos más populares, sino también de riffs y solos instrumentales, y muchas palmas. “El baile y el salón” fue la más cabal muestra de esta mimesis, ya desde el tarareo introductorio de Meme, completado por todo el Luna Park.
Antes de “Amor violento”, del EP Vale Callampa (2002) inspirado en el grupo chileno Los Tres, Rubén recordó a algunos de sus amigos argentinos (Babasónicos, Catupecu, El Otro Yo) y terminaron “Dejate caer” con el bailecito disco que suelen hacer. Y más tarde sí se vivió en Buenos Aires algo del espíritu de Re, el disco fundamental de la historia de la banda: “Las Flores”, “El aparato” y “Esa noche”, entre las que se le mezcló “Ojalá que llueva café” y para las que contaron con el invalorable aporte del histórico Alejandro Flores (violinista, guitarrista, percusionista). A continuación “María”, “Como te extraño” –con algunos arreglos distintos en el puente- y “El puñal y el corazón” marcaron el cierre del show, aunque esto no se lo haya creído nadie.
Porque, además de que quedaban en el tintero unas cuantas de las imprescindibles, si algo caracteriza a los mexicanos es su espíritu inquieto, su permanente desafío a las formalidades, y su show celebratorio de los 20 años no podía tener un esquema convencional. Así que a la hora de los bises, Rubén apareció cantando “Encantamiento” a un costado, dentro de una cápsula tridimensional, a la que se subió para seguir con “El espacio”. Algo por lo menos curioso esto de iniciar una despedida como si fuera un segundo concierto.
La bella “Quiero ver” antecedió a una versión diferente de “Eres”, convertida en una power ballad con juego de luces y todo. “Chilanga banda” y sus modismos imposibles de seguir no fueron impedimento para el baile y lo que permitiera cantarse del estribillo. “La ingrata” mostró a Rubén en todo su esplendor de pequeño gigante, mientras que el final fue con la historia de amor rocanrolero de “La chica banda” en la que se le mezcló “El ciclón”.
En el Palacio de los Deportes Café Tacvba refrendó sus laureles como grupo indispensable para entender los últimos 20 años del rock latino, no casualmente los mismos que llevan como banda. Afortunadamente eligieron Buenos Aires como uno de los destinos para festejarlos, y brindaron un show a la altura de las circunstancias.
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