Revista El Bondi - 15 AÑOS DE ROCK
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Carajo

Flores blancas y negras

Cronista: Pablo Andisco | Fotos: Anabella Reggiani

17 de Abril, 2009

Flores blancas y negras

El trío se presentó en Capital por primera vez en el año y con un doblete. El Bondi estuvo el viernes en El Teatro para presenciar un gran concierto, con una estética bien definida y un sonido tan nítido como potente.

No resulta una novedad que Carajo invista sus actuaciones con un plus que va más allá de la planificación del setlist y su consiguiente ejecución en vivo. Sin disco ni temas nuevos, aún recogiendo los frutos de Inmundo (2007) y de una carrera sólida, en este caso el concierto se denominó “Blanco y negro”, y en torno ese contraste visual giró el show del viernes, al que asistió muchísimo público y que repetirían al otro día en el mismo lugar.

Bien temprano, cuando todavía no eran las 21, y mientras sonaba una introducción de piano, se corrió el telón y se vio una primera imagen de cómo vendría la historia: cinco enormes banderas a franjas blancas y negras colgaban atrás y a los costados del escenario, mientras el trío irrumpía con “Pura vida”, iniciando casi dos horas de un concierto demoledor. 

Todo lo que se veía sobre las tablas era blanco o negro. Hacia el fondo, la batería de un impecable Andrés Vilanova se elevaba sobre una tarima blanca, a su derecha Tery Langer aportaba su guitarra potente y efectiva y a su izquierda Corvata desgranaba una tras otra las canciones del grupo, mientras recorría su bajo de punta a punta. Los tres vestidos de negro, con sus instrumentos y accesorios al tono, empalmaban un tema tras otro, en una seguidilla que incluyó “Resistencia con ideas”, “Entre la fe y la razón” y “Acorazados”; y que sólo bajó algún cambio para hacer “De frente al mar”.

Carajo se concentró en la potencia de sus canciones, con pocas palabras y ningún color. Las luces bombardeaban alternativamente a la banda y a un público que, con una envidiable energía adolescente, saltaba y pogueaba todos los temas. Con “Joder” llegó el intervalo, en el que una morocha vestida de blanco realizó un número con telas negras que colgaban desde el techo, con el piano otra vez de fondo, que no se veía, pero que todos sabemos cuáles son sus colores.

La segunda parte arrancó como su último álbum, con las interferencias (“In”) que dan paso a “Histeria, TV, canción de moda” y, a partir de allí la banda no ofreció concesiones. Con un cambio de vestuario, en el que ahora predominaba el blanco, se sucedieron “Mal popular”, “La huella del depredador” e “Ironía”, en el que por única vez las luces parecieron tomar un color azulado. Resultó un placer, y lamentablemente es algo no muy común, ver a una banda que suene pesada, pero sus instrumentos se distingan claramente y a su cantante se lo escuche con nitidez.

Para el final quedaron “Inocencia perdida”, “La guerra y la paz” y  “Sacate la mierda”, aquel grito primario con el que la banda se dio a conocer a principios del milenio. Allí Corvata aprovechó para dar los agradecimientos pertinentes y dedicarle el show a su madre, que cumplía años y estaba presente en El Teatro, lo que generó el instantáneo cantito del público. Las luces se prendieron y mientras los músicos repartían souvenirs, la gente empezó a pedir una más, “Loco Pro”, de Animal. Pero la banda eligió cerrar con un tema propio, que no podía ser otro que “El error”.

“El acierto” podría haber sido el título de esta nota. Con un sonido impecable, la energía de sus canciones como bandera y un concepto visual para entretener a sus fans, se Carajo dio un show notable y se consolida como uno de los grupos más interesantes de su generación.

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