Revista El Bondi - 15 AÑOS DE ROCK
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James Brown

SOUL MACHINE...!

Cronista: Gentileza: Gaby Salomone | Fotos: Beto Landoni

23 de Marzo, 2005

SOUL MACHINE...!

Un James Brown contundente, pero escaso ratificó toda su vigencia en un Luna Park casi repleto. El Padrino del soul generó un despliegue de adrenalina implacable durante una hora y media de funk, blues y soul.

Nobleza obliga, estamos hablando de una leyenda viva cuando casi todos los músicos de su género están retirados o muertos. Había que estar ahí, era una obligación moral con el blues, y así lo hicimos.

El Luna Park estaba casi repleto, mi reloj marcaba casi las 21.50 y era notable que pese a casi una hora de retraso el público supo contener la ansiedad, no se escuchaban los clásicos reclamos con chiflidos y aplausos. La expectativa, esta vez enmudeció a mas de uno.

Mientras tanto, para amenizar la espera, eché una vistazo por las plateas y era notable percibir cómo, además de una audiencia paciente, pero no menos entusiasta como se verá más adelante, había matrimonios mayores, adolescentes enfundados en ropas negras, parejas treintanieras y solitarios extravagantes. De todo y para todos los gustos, el Padrino del soul convoca variados estilos y generaciones.

De pronto, como para interrumpir mi sociológico entretenimiento, la luces se apagan y un aplauso brota desmedido. La banda comenzó a sonar, la parafernalia sobre el escenario no sólo sorprendió, entre tanto músico y despliegue, todos lo buscábamos con la mirada, ¿es él?.. si, no no es él.. ¡¿dónde está?!.

Se trataba del inmenso grupo que acompañaría al maestro, con animador y todo, los músicos (dos saxos, dos baterías, tres guitarras, dos bajos, una trompeta y un percusionista) todos vestidos con sacos militares azules con flecos dorados (claro, se llaman “The Soul General” ), tocaron durante 15 minutos en los cuales hablaron y cantaron exclusivamente para anunciar el ingreso de James Brown al escenario.

Fue una previa de lujo, y finalmente, llegó el momento tan ansiado, las luces se encendieron en todo el Luna Park y el Padrino del blues, vestido íntegramente de negro a excepción de unos flecos blancos que colgaban de su saco, hizo su gran entrada. Y claro... era imposible recibirlo de otra manera, seis mil personas se pusieron de pie para aplaudirlo.

La fiesta funk había comenzado y nos encontramos con un Brown que no escatimó carisma. Con 71 años, la leyenda de la música negra parecía burlarse de la edad, se sostuvo enérgico durante todo el show y hasta se animó a unos pasitos de baile con las coristas Sheila, Jacqueline y Cynthia, tres morochas que harían estremecer a mas de uno con sus voces.

Durante una hora cuarenta sonaron clásicos como "Let get funky", "The funky good times", "The right time", It's a man's world" y "I'm a soul man" y el extraordinario músico negro no se privó de darle espacio a cada uno de sus músicos, que se lucieron individualmente ante un público que respondió con grandes ovaciones.

No faltaron dos voluptuosas bailarinas que, escasas de ropa, hicieron delirar a la muchachada con una coreografía sincronizada al detalle. Más tarde, lo mismo harían dos caballeros enfundados de negro. Momentos en los que Brown se daría un respiro para luego arremeter con otra seguidilla de funk.

El Padrino del blues también se dio un espacio para rendirle homenaje a Ray Charles, quien murió el año pasado. El músico se ubicó al teclado y el Luna se hundió en un profundo silencio cuando comenzó a sonar la balada "Every beat on my heart".

Finalmente, para el cierre del show el que supo ser conocido como "Señor Dinamita" se reservó la mayor explosión con los emblemáticos "I feel good" y "Sex Machine". Seis mil personas vibraron de emoción, muchos dejaron sus asientos para seguir el ritmo con el cuerpo y otros tantos acompañaron con aplausos. No quedó duda de que fueron los momentos más altos del espectáculo.

A esta altura, nadie imaginaría que ante semejante estallido todo había llegado a su fin. Sin embargo, James Brown dejó el escenario del brazo de sus bailarinas para no volver más. Pese a que las luces se encendieron como si alguien nos dijera “taza taza cada uno a su casa” , durante cuarenta minutos todos nos quedamos reclamando los bises, que por cierto, nunca llegaron. De todos modos, seguimos hablando de un público que supo reconocer que el músico negro dejó todo sobre el escenario, pues no hubo abucheos ni cánticos con insultos. Violín en bolsa, nos fuimos silbando bajito... algún blues, claro.
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