El Atolon de Funafuti
Oscuro Diamante
22 de Noviembre, 2007
Con la excusa de presentar su primer disco los under de El Atolón de Funafuti arremetieron en El Teatrito con un show sombrío y potente.
En esta época multimedia en la que todo se sabe de antemano es difícil sorprenderse con algo. Más cuando es vox populi que a los grupos chicos de rock les es muy complicado trascender. Por eso, cuando alguien te dice que en cierto lugar toca un grupo que la rompe, uno desconfía un poco. Sin embargo, El Bondi se animó y llegó hasta El Teatrito de la calle Sarmiento sin ningún tipo de conocimiento previo pero con un “boca en boca” que incitaba. ¿El resultado? Un grupo de rock con explosión, personalidad y, además, muy buenos músicos.
Promediando las 21, y por espacio de poco más de una hora, se pudo observar y escychar a un grupo con soltura escénica que llegó para presentar su primera producción, “Pequeños rostros en piezas” (2007). Así fue que El Atolón de Funafuti salió a la cancha con “El Paladín”, al que le pegaron inmediatamente “Princesas del anochecer” y “Viajeros”. De matices densos, oscuros, pero acelerados, los temas sonaron precisos y muy bien coordinados.
La banda de quien supo tocar el bajo en El Soldado, Tino Moroder, creó a lo largo de la noche un ambiente de buen rock de la mano de excelentes canciones como la poética urbana “Rock 50 miligramos” o la hermosa y ecléctica “Pequeños rostros en piezas”.
Los demás músicos no dejaron nada librado al azar y pudieron sobrellevar todo el set de manera decorosa. Si no fuera por la mala acústica, la noche cerraba con un diez. Pero la costumbre de este lugar hace que, en materia de sonido, siempre deje mucho que desear; acoples que rebotaban contra todos lados fueron los artífices de que la noche no pueda cerrar con el marco indicado. Algo que, por suerte, pudo ser contrarrestado por las sutiles melodías del violín de Marilina Calos.
Sin quejas prosiguieron con “Tiempo, espacio y canción”, “Enciéndete para mí” e “Hija de la tarde”, en la cuál Bochi Bozzalla, de Las Pastillas de Abuelo, subió como invitado en guitarra.
Finalmente después del cierre y despedida oficial, el cantante se dio cuenta que al tiempo destinado a tocar le quedaban unos minutos antes que “los inspectores se enojen”. Por eso, con guitarra acústica en mano, salió solo para despedirse íntimamente de sus seguidores.
Después de haber visto El Atolón, sólo queda decir que aquel consejo era de buena fuente ya que se trata de una banda recomendable. Y que, por suerte, el “boca en boca” sigue siendo un buen recurso ya que esas promesas del under que cada tanto hacen su incursión y llaman la atención siguen en pie. Pero la fuente de todo está en ellos, en su sonido denso y sicótico. Un buen síntoma de que si los más de 350 presentes recomiendan a su banda el tiempo hará su trabajo.