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La Condena de Cain

La redención del Gran Hermano

Cronista: Pablo Andisco | Fotos: Beto Landoni

10 de Noviembre, 2007

La redención del Gran Hermano

La Condena de Caín ratificó su buen momento con un rotundo show en el CBGB. El Bondi viajó hasta Congreso para acercarte una de las interesantes propuestas que aún se pueden encontrar en el under. Atentos, no es sólo rock and roll…

La expectativa era grande para ver el sábado a la noche a La Condena de Caín, la banda que se consolidó hacia fines del 2004 como la simbiosis entre La Marca de Caín, originaria de Puerto Madryn, y La Condena de Sigfrid, de Capital. En estos tres años han editado un EP con cinco temas y el flamante “Nuestra negligencia resulta sospechosa”, su primer larga duración y la excusa para presentarse en el CBGB.

El show arrancó con “Rutina” y “Freak Show”, el mismo 1-2 de aquel EP, acompañados por la suelta de papelitos del público, un clásico de los recitales de la banda. Algunos problemas con el sonido se fueron solucionando y la voz de Sawa Mielnik, algo baja al comienzo, fue ganando intensidad y nitidez.

La propuesta de la banda no se limita únicamente a lo musical, y esto se ve desde bien temprano: entre “Niña de ojos negros” y “Tan Free Shop” subieron al escenario un grupo de actores enmascarados que deambularon las escalinatas del escenario. Además, la única escenografía del quinteto, un telón blanco, fue adquiriendo vida a lo largo del show, para terminar conformando un mural pintado en aerosol.

La estructura del escenario del CBGB, en forma de tribuna con escalones bien altos, obliga a una formación vertical de la banda. Bien arriba, la batería de Daniel Jinkis y a su izquierda Héctor Cantín, a cargo del saxo tenor. En el medio, Marcelo Di Giovanni (bajo) y Matías Westerkamp, el buen guitarrista. Y Sawa recorriendo el escenario en un sube y baja frenético. Pese a no ser de los que mejor suena, el local mantiene ese gustito a sótano tan ligado al rock desde los tiempos de La Cueva.

A pesar de lo que su nombre puede sugerir, “La Condena de Caín” no es una banda “ricotera”, no existe esa clonación de sonidos que redujeron el límite de homenaje y copia a una delgada línea. La principal influencia de Los Redondos tiene que ver con la intrincada lírica del Indio Solari, como el uso de la pregunta retórica (¿Cuánto ofrecerías por mi salvación? ¿Cuánto darías por tener mi alma?, de “Lucifer del paraíso”) o el juego al límite de la sintaxis: “Carrusel perverso, ‘la sortija se toma’ (siempre que el dueño desee)”, de “Amor-lapsus”. Otra remisión a Los Redondos tiene que ver con los dibujos del saxo, como los de “Señora Esquina”. Pero las inquietudes de la banda van más allá: con la oscuridad como marca distintiva, recorre los caminos de The Doors, Led Zeppelin y demás vertientes rockeras de los primeros ’70.

El show reflejó las diecisiete canciones editadas por la banda y culminó de la misma manera que el disco: “Fábula de la quimera” y “Réquiem” como bis,  más a modo de gusto personal que a demagogia. El público, incondicional a lo largo del concierto, quedó satisfecho: coreó todas las canciones y alentó a la banda en cada una de las pausas. Entonces, la postal de cierre fue un agradecimiento mutuo.

Desde el sótano del CBGB, La Condena de Caín presentó su primer disco y demostró que las artes visuales y la búsqueda poética pueden acompañar los sonidos de una buena banda de rock.

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