Steven Adler
Los Guns son argentinos
03 de Agosto, 2007
Steven Adler, el baterista original de Guns ‘N Roses, pasó por Buenos Aires y llenó el Roxy con aquellas canciones que volaron la cabeza de una generación. Un bálsamo para una legión de fanáticos que esperan que el sueño de Chinese Democracy se transforme en realidad.
La excusa del concierto fue celebrar los 20 años de “Appetite for Destruction”, aquel disco debut de los Guns ‘n Roses que los catapultó a las ligas mayores del rock. La presencia de Steven y sus músicos, bajo el nombre de Adler’s Appetite, reafirma un hecho indiscutible: los Guns accedieron hace tiempo al status de “banda argentina”, en el mismo sentido que los Stones y los Ramones, por citar apenas dos casos. Esa marca registrada que te hace pensar que si viene a tocar el plomo que los ayudaba en algún tugurio californiano, alguna entrada va a vender. De otra manera no se explica que la presencia del baterista de una banda que no saca un disco desde hace catorce años haya reventado el Roxy, sin demasiada publicidad y sin otro argumento musical que recrear aquellos años dorados.
Para calentar los motores subieron a escena los Coverheads, un grupo de músicos comandados por Carucha, cantante de Nativo, que, como su nombre lo sugiere, hacen covers de Hard Rock. Para la ocasión prepararon mucho repertorio acorde, como “You could be mine” y “Live and let die”; además de “Fall to pieces”, de Velvet Revolver. También recrearon otros clásicos del género como “Sweet soul sister”, de The Cult y “C’mon and love me”, de Kiss. Un lindo aperitivo que sirvió para matizar una espera que se hizo demasiado larga.
Una hora después se corrió el telón y se pudo ver en una bandera gigante el logo de los Adler’s Appetite que, al igual que su nombre, remite a los años de gloria: la misma calavera y la misma tipografía de aquel álbum. Sin demasiadas vueltas, los dibujos del bajo de Chip Z'Nuff anunciaron “It’s so easy” y a partir de allí se desarrolló un concierto basado en el primer disco de la banda californiana. Luego fue el turno de “Nightrain”. Y en esa tónica transcurrió el show: por un lado, nostalgia para aquellos hardrockers de cuero y melenas que coparon River mientras alguien acusaba a los Guns de forajidos; por el otro, algo así como una ilusión óptico/auditiva para los adolescentes de pantalones anchos que recibieron aquel legado.
“Welcome Argentina”, saludó Colby Veil, correcto Axl Rose modelo siglo XXI: lejos del look escocés y con varios kilos de más. Y más estocadas: “Out ta get me”, “My Michelle”, “Mr Brownstone”
Los “Adler Appetite” cumplen con su función: tocan bien sus instrumentos, recrean los mismos arreglos de los clásicos de los Guns y evitan caer en la parodia (salvo algunos yeites del bajista, como la gorra de policía y la melena rubia teñida). De los violeros se destaca Michael Thomas, quien lleva adelante la mayoría de los solos y tiene una mayor actitud escénica mientras que Kristin Thomas desarrolla la parte rítmica. Veil maneja bien el registro grave de Axl Rose pero tiene problemas en los agudos. Sin embargo se notan algunas fallas de sincronización en las guitarras, que no llegan a desentonar y tal vez pasarían inadvertidos en otro tipo de canciones, pero cuando se trata de interpretar aquellas que nos sabemos todos, el mínimo ruido es percibido.
Pero el público no repara en estos deslices. En el escenario hay un tipo y una banda que les está dando lo que vinieron a ver. Cantan todos los temas, tararean los riffs y los solos, viajan por sobre sus cabezas cuando la ocasión lo requiere, como en la potente versión de “Rocket Queen”. Después, una sorpresa a medias: si bien Adler había anticipado que iba a tocar los temas de Guns que quisiera y no necesariamente aquellos en los que él había participado, sorprendió la intro de “Civil War”, formidable apertura del Use your illusion II (1991), el último disco de la banda con versiones originales. Del mismo álbum pelaron “Knockin on heaven’s door”, de Bob Dylan, cantada a dos voces con el público y un cierre con el falso Axl recorriendo la pasarela y chocando las palmas con los que se agolpaban frente al escenario. Otro tema versionado por los Guns, “Mama Kin”, original de Aerosmith, anticipó el cierre del concierto, que se cristalizó con “Paradise City” y un nuevo homenaje, esta vez “Sin City” de AC/DC.
Para los bises, Adler se calzó el traje de showman durante unos minutos, entregando un solo de batería excesivamente festejado, y agradeciendo al público la energía brindada. “Sweet child o’ mine” y “Welcome to the jungle”, fue el tandem final, y el colmado piso del Roxy se abrió en un circulo gigante desafiando las leyes de la física para poguear en la jungla. Reverencia final y palillos a la gente. La misión estaba cumplida.
Steven Adler se presentó en el Roxy y consolidó a los Guns ‘n Roses como una de las bandas favoritas del público argentino. Quedó claro su objetivo: mantener la llama encendida y alimentar la esperanza de que alguna vez las pistolas y las rosas vuelvas a rockear.
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