Almafuerte
Risas de libertad
27 de Julio, 2007
Almafuerte se presentó el viernes en el Teatro de Flores para repasar temas de toda su discografía.
En un concierto explosivo, que tuvo de peculiar la interpretación de canciones que hace muchísimo tiempo no tocaban en vivo, la banda de Ricardo Iorio llenó el recinto de Avenida Rivadavia.
Tal vez por el frío se pudo ver que el público ingresó muy temprano. Ya desde la presentación de Buenos Aires, grupo encargado de abrir la noche, los pasillos del mítico Teatro Fénix estaban colmados de gente. Y el lleno llegó, definitivamente, promediando el show de Custom 71, el otro soporte que tuvo la noche. Ambas muy buenas propuestas. Pero fue Custom a través de su verborrágico cantante que se llevó los mejores aplausos. Con un perfil muy patriótico (un tema dedicado a Juan Manuel de Rosas, otro a Evita, más la bandera nacional) la banda sonó afilada, precisa y muy potente.
Cuando la temperatura empezó a elevarse, a través de distintas manifestaciones, se abrió el telón y sin mediar palabra arrancó Almafuerte. “Niño Jefe”, fue el puntapié inicial. Seguida de “Buitres” y, desde Toro y Pampa (2006), “Debes saberlo”. Tres al hilo, de distintos discos, tres versiones aceleradas que establecieron, con distinguida precisión, la piedra angular de la noche.
“Espero satisfacerlos”, fueron las primeras palabras de Don Ricardo. Algo que sólo se vio afectado en el reclamo de varios cuando la banda se despidió temprano luego de hora y media de música. Para algunos un set corto. Pero en lo estrictamente musical regalaron solos de guitarra y canciones queridas por todos.
Una de las mayores sorpresas no vino precisamente desde el escenario. Sino desde uno de los elegantes palcos superiores del teatro, lugar desde donde Walter Martínez, baterista que se alejó del grupo en el año 2000, siguió el show. “Walter, Walter”, comenzaron a corear desde el público. Y la respuesta no se hizo esperar: una sincera sonrisa de “gracias” para un batero que, en su momento, se había alejado en no muy buenos términos, según crónicas de la época.
Así pasaron “Como los bueyes”, “De la escuelita”, “Sentir indiano” y “Allá en San Juan”, entre otros. Además hubo un pequeño espacio para las maravillas del Tano Marciello. Solito comenzó a tocar “Para todos mis compañeros”, instrumental que cierra el disco Piedra Libre (2001), de la misma forma que está editado: lento y acústico. Pero, de repente, el tanguito se trasformó en una contundente versión eléctrica, acelerada y potente cuando se acoplaron Beto Ceriotti, en bajo, y Bin Valencia en batería.
Con Ricardo de nuevo sobre las tablas hubo tiempo para “Zamba de resurrección” o “Del más allá”. Además del sonido, lo mejor de Almafuerte es las expresión de alegría y felicidad que muestra el conjunto en cada tema. Claramente es un grupo que disfruta plenamente estar envuelto en esa bola de energía sonora que es el escenario. Verdaderas risas de libertad.
Al final se despidieron con el tema más querido de su discografía: “El pibe tigre”. Así pasó la primera de las dos noches en Flores para Almafuerte. Una banda que suena muy bien, siendo el Tano Marciello su punto más fuerte, el hacedor del sonido actual de la banda. Él es el director de la orquesta. Es quién indica cuándo hacer cuál o tal cosa en los temas. Un lugar que se fue ganando gracias a sus virtudes y a las simpáticas desprolijidades de Ricardo Iorio.
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