The Gathering
Holanda volvió a jugar de local
21 de Marzo, 2007
Apenas a un año de su primera vez en Buenos Aires, The Gathering volvió a pisar suelo argentino para fortalecer aun más su vínculo con el público local. Esta vez, con dos Teatros de Flores.
Es bien sabido que, en la parte norte del globo (Estados Unidos y parte de Europa), las bandas pisan cada una de las ciudades, por lo menos, una vez al año. Por estas latitudes en cambio, gracias si alcanzamos a ver en vivo alguna vez a nuestra banda favorita. Pero no fue así para los fanáticos de The Gathering. En marzo de año pasado, los holandeses se habían mostrado alucinados con la respuesta del público tras dos conciertos en el ND/Ateneo, y el pasado miércoles y jueves vinieron a confirmar ese romance. El único cambio fue el escenario, que se trasladó hasta El Teatro de Flores, sobre Avenida Rivadavia.
Con “puntualidad europea”, y comandados por la dulce voz de Anneke Van Giersbergen (de aquí en adelante, Anneke), Shortest Day y In Between marcaban el inicio del show, de la misma manera en que lo hace en “Home”, su última placa (2006). Sin embargo, fue la seguidilla de Liberty Bell y Saturnine la que se llevó las primeras ovaciones.
El sonido atmosférico que presentan los discos de The Gathering pueden representar todo un desafío a la hora de interpretarlos ante una audiencia, sin embargo, poco se puede acotar del desempeño sobre el escenario. Si bien las versiones tienen “un poco más de guitarra” y no recaen tanto en la utilización de consolas, estos cambios son más que sutiles y terminan brindando la energía y vibración necesaria para que el show consiga transmitir la emoción del vivo.
Por supuesto, las miradas y los aplausos siempre tienen a Anneke como destinataria. Claro está, la ahora pelirroja no solo acapara atención por la dulzura de su voz sino que además baila y hasta sonríe con una inocencia cautivadora. Sin embargo, la labor del resto de la banda merece una mención.
Así como la historia siempre gira en torno a la suave voz de su cantante, la guitarra de René Rutten está siempre presente. Ya sea para rasgar acordes distorsionados o arpegiar delicadamente sobre los versos casi a capella. Sobre el fondo, las bases se sostienen entre la batería de Hans Rutten (hermano del anterior). Pero el tapado de la historia es sin dudas Marjolein Kooijman¸ cuya labor es casi omnipresente, ya sea a través de los teclados o recurriendo a ayudas más tecnológicas, en el recae gran parte de esa atrapante atmósfera que representa The Gathering.
Poco se puede agregar en cuanto al balance del concierto. Fieles a su estilo, los holandeses cuentan con una prolijidad casi excesiva a la hora de ejecutar sus instrumentos y es sin dudas la soltura de Anneke la que los acerca tanto al público. Desde abajo, la gente responde con el calor que caracteriza a estas tierras y seguramente allí se encuentre el porqué de este vínculo tan fuerte, que al parecer recién comienza.
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