Revista El Bondi - 15 AÑOS DE ROCK
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Javier Malosetti

La madurez del Niño Jazz

Cronista: Gentileza: Bruno Lazzaro | Fotos: Beto Landoni

30 de Diciembre, 2006

La madurez del Niño Jazz

Javier Malosetti despidió el 2006 con un show apasionado que sirvió para mostrar una vez más todas esas experiencias que plasmó en su reciente material “Niño”. Un poco de rock, algo de funk y una pizca de blues valieron como consagración para un músico en constante ascenso.

Para todos aquellos amantes del jazz, Javier Malosetti puede representar tanto la imagen de un frío hereje de un estilo muy purista como la de un innovador sagrado que le devolvió al estilo, a través de la libre interpretación, un poco de luz blanca.

Con casi 15 años como bajista de bandas y solistas tan dispares como Luis Alberto Spinetta, Jaime Ross, Pappo y los Illya Kuriaky & The Valderramas, este por siempre joven músico logró, por medio de 6 álbumes de destacada crítica, engendrar un subgénero provisto de los mejores arreglos del rock, el progresivo, el funk, el blues y el soul.

Son muchos los adjetivos que le caben a este despreocupado perfeccionista. Pero dentro de un seno musical nutrido, con papá Walter como referente directo, Javier  podría recibir perfectamente tanto el título de bisagra para toda la movida de jazz que se viene (con Mariano Otero a la cabeza) como para la cruza rock que genera una figura tan simpática y para nada estereotipada que transmite este hombre que solía dormir a los noctívagos a través de la banda que dirigía en el programa de Telefe, “Música para soñar”.

Con un nuevo disco en la calle, “Niño” (que cuenta con la participación de Rubén Rada, Los Tipitos y Deborah Dixon), Javier Malosetti aprovechó la oportunidad para volver a La Trastienda. De la mano de su última placa, en donde el bajista consigue bajar algunos decibeles, desacelerarse y lograr melodías más agradables para el oído común, la gente se hizo presente en vísperas del año nuevo para presenciar, por partida doble (viernes y sábado), un show que ofrecería sensaciones disímiles.

Algunos minutos después de las 22 el telón abrió paso a un set de sitar a cargo del multiinstrumentista Alejandro Franov, quien más adelante se haría presente a lo largo del show. Sin una escenografía, con la pared blanca como fondo, Javier Malosetti dio un saltito para sumarse a sus excelentes acompañantes, Hernán Jacinto en teclados y Oscar Giunta en batería.

“Varsovia stomp”, con Milton Amadeo (sí, el ex Mambrú) en voz y pandereta amenizó a los presentes con su fuerza ascendente que llevó a que Giunta rompiera un palillo, increíblemente el único de la noche. “Suena más o menos bien, ¿no?”, consultó, con desparpajo, una y otra vez Malosetti. El mismo Malosetti que cada vez que sus compañeros se lucen en los repetidos solos de cada uno, los señala obligando al público a arengarlos también, demostrando que pese a estar al frente del proyecto es admirador de los suyos.

“Rough biker” recorrió a los presentes con un virtuosismo delicado “Este es nuestro máximo hit, lo pasan en la radio de Villa Luro los domingos a las 4 de la mañana”, ironizó Malosetti.

A esta altura se puede percibir que el prejuicio de que “ir a ver a Malosetti significa comerse dos horas de un tipo tocando el bajo” es totalmente estúpido. La banda es muy sólida, el agregado de la dulce voz del bajista termina de nivelar el recital con otro de cualquier estilo. Eso sí, el virtuosismo es una constante para apreciar.

Solo, frente a una Trastienda demasiado poblada, el músico interpretó la canción de la película “Brokeback mountain”, para luego pasar a un par de blues con tarea coreográfica para los presentes incluida.

Luego llegó el turno de presentar a “Walter Malosetti, mi papá”, como dijo Javier. Después de deliberar mediante un juego mímico qué canción realizarían se despacharon con un par de rocanroles.

Franov y Amadeo de nuevo al escenario para interpretar un rockazo que derivó en un juego de solos de batería y bajo, monumental.

Y ahí no más llegó la emoción. En una fecha que no pasa desapercibida para el público rock, ni para nadie, se le sumó un factor que devolvería el llanto a los recitales luego de unos años. Un grupo de familiares de los chicos del Colegio Ecos, que fallecieron hace unos meses en un viaje escolar, se hicieron presentes antes del show para solicitar que los presentes firmen un petitorio para cambiar algunas leyes vinculadas a las rutas argentinas. Fue ahí cuando Javier tomó el micrófono y pidió a todos un poco de solidaridad para todos los familiares de la tragedia.

Entre lágrimas de propios y ajenos el show siguió su cauce hasta terminar con el tema “Obi wan”, sí ese personaje que interpretaba Alec Guiness en La Guerra de las Galaxias y que tanto se parece a papá Walter.

Fue un espectáculo largo (dos horas) en el que no faltó ninguno de los estados que hacen a la música. Un concierto que sirvió para despedir el año de la mejor manera. Una noche coherente para un calendario improvisado.

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