Revista El Bondi - 15 AÑOS DE ROCK
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Viticus

Dos (guitarras) son compañía, tres son rock and roll

Cronista: Gentileza: Pablo Gabriel Krause | Fotos: Beto Landoni

25 de Noviembre, 2006

Dos (guitarras) son compañía, tres son rock and roll

El sábado Viticus festejó no sólo el cierre de un gran año para la banda, sino también los cuarenta años que su alma mater, Vitico Bereciartúa, cumplía junto al rock and roll. Que sean muchos más

Viticus cerraba el sábado un año de progreso no sólo a nivel de difusión y popularidad, sino también de desarrollo musical, como deja en evidencia Súper, su última placa. La cita era en Niceto, y como frutilla del postre, Vitico festejaba su cumpleaños, y sus cuatro décadas junto al rock nacional. Una noche que, de antemano, prometía mucho, y no sólo cumplió, sino que hasta superó las expectativas.

Como antesala, y mientras en el boliche de Niceto Vega se mezclaban remeras de los Rolling Stones con las de Megadeth (público variado si los hay en el Viticus), estuvieron los muchachos de Supercocktail. Una suerte de Black Crowes nacionales, con algunos toques de Calamaro en los arreglos.

Media hora después de las diez de la noche, Viticus pisaba el escenario, mientras las guitarras de “Arito” Rodríguez, junto a Nicolás y Sebastián Bereciartúa daban comienzo a “Fugitiva”, de su disco debut. Desde el principio, las combinaciones de solos y slide guitar, sumadas a la labor “a dos voces” de Vitico y Sebastián, impregnaban en el aire la esencia típica del rock and roll que caracterizó a los años sesenta y setentas.

Como fiel reflejo de ello, llegó el cover de “Rollin’ & Tumblin”, viejo clásico de Muddy Waters, cantado por Arito, o como el mismo Vitico lo presentó: “la revelación de Villa Lugano”. Por ese entonces, en el recinto convivían los metaleros más pogueros, que revoleaban incansablemente las cabelleras, con parejas que se animaban a bailar al ritmo del rock and roll. Todo en la misma pista y por el mismo precio.

Después de una excelente y delicada versión del rutero “Al Infierno (por la puerta grande)”, llegó el momento más ansiado y esperado de la noche. Nacho Ferrari cedió su batería a Michel Peyronel, y Juan García Haymmes se hizo cargo de los coros. De esta manera, como bien lo aclaró Vitico, estaba sobre el escenario la formación del último año de Riff, a excepción obviamente, del señor Noberto Pappo Napolitano, que seguramente debía estar mirando desde arriba. Pasaron entonces “En la Ciudad del Gran Río”, el festejado “Ruedas de Metal”, y como último acto, “Que Sea Rock”.

Ya sin los ex Riff sobre las tablas, la historia continuó con otra versión de Muddy Waters (demostrando que no es necesario hacer covers de los Stones para “ser rock and roll”). En este caso fue “Hoochie Coochie Man”, nuevamente en la voz de Arito, quien debió dejar su guitarra a un lado tras la repentina “muerte” de su amplificador.

Esfuerzo de plomo, y algo de suerte mediante, el equipo de guitarra logró volver al ruedo, y así también Viticus, con “El Gallo”. De allí en adelante, sonaron los temas más clásicos, casi todos de su primer disco autotitulado, como “Mi Nuevo Chevrolet” y “Esta Noche Hay Rock & Roll”. Con el reloj a minutos de las doce, el público comenzó a corear el cumpleaños feliz para Víctor “Vitico” Bereciartúa, quien por cábala pidió que se lo aguantaran hasta después de la medianoche. “Mucho por Hacer” fue el tema con el que cruzaron el umbral que convierte al sábado en domingo, y ahí sí, luego del feliz cumpleaños, nobleza obliga, se despidieron “como no podía ser de otra manera”, Vitico dixit, con “Susy Cadillac”.

Eso es precisamente lo que representa Viticus. En una época donde nuestro rock se ve atestado de bandas que evocan el nombre del rock and roll “clásico y crudo”, para justificar cualquier sin razón de desprolijidades, Viticus se basa en la fuerza de tres guitarras para explotar al máximo la potencia del rock más clásico de todos. No les hace falta agregar integrantes que poca participación terminan teniendo (armoniquistas, saxofonistas, y un sinfín de etcéteras). Los cinco se valen de su capacidad musical sobre el escenario, para hacer prevalecer el espíritu más crudo del rock and roll. Y así es como debería ser.

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