Revista El Bondi - 15 AÑOS DE ROCK
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Fear Factory

Lo bueno, si es breve… dos veces bueno?

Cronista: Gentileza: Pablo Gabriel Krause | Fotos: Beto Landoni

27 de Agosto, 2006

Lo bueno, si es breve… dos veces bueno?

La llegada de Fear Factory a Buenos Aires por primera vez en sus 15 años de carrera había generado muchísimo entusiasmo. Si bien la entrega de la banda fue espectacular, una hora y cuarto de show no deja de ser poco.

Más de diez años después de la salida de Demanufacture (el disco que, en 1995, los puso en boca de todos dentro de la escena heavy mundial), Fear Factory puso pie por primera vez en nuestro continente, y el primer show fue en nuestro país. Si bien en diez años pasó mucha agua bajo el puente, los muchachos de Los Angeles no defraudaron, aunque para ser realmente honestos, un par de bises no le hubiesen caído nada mal a quienes se acercaron hasta el Estadio Obras.

Antes de la llegada del cuarteto liderado por Burton C. Bell, por el escenario pasaron cinco (sí, cinco) agrupaciones locales para amenizar la espera de los que llegaban temprano. Los primeros fueron Bloodparade, quienes una vez más demostraron que cuentan con tanta o más potencia en vivo que en los discos, y que con buenas condiciones de sonido, están a la altura de una banda de primera línea.

Desgraciadamente no se puede afirmar lo mismo de Fuerza Extrema, quienes pisaron las tablas inmediatamente después. Decir que están influenciados por Slipknot, sería quedarse corto. Tanto estética como musicalmente la propuesta resulta ser un calco de la banda liderada por Corey Taylor. A no ser por las letras en castellano, todo (los mamelucos, el maquillaje, etc) recuerda a Slipknot, y por ende, carece de creatividad.

Luego llegó Nafak, cuya propuesta se encuadra, básicamente, en el death y el trash de fines de los ochenta y principios de los noventa. Si bien no son la próxima banda que vaya a revolucionar la escena del heavy metal, tampoco defraudaron sobre las tablas, y terminaron de comprarse a la gente con “War For Territory” , de Sepultura.

Posiblemente las mayores expectativas de la noche rondaban en torno de la presentación de Mastifal, una de las bandas más prometedoras de la escena local. El conjunto demostró que, respaldados con condiciones de sonido como las de Obras, no tiene nada que envidiarle a las bandas internacionales.

Tal vez haya sido un error de parte de la organización en el armado de la grilla, pero la verdad es que a los muchachos de Pork (suerte de “metal alternativo” si se quiere) se les hizo imposible levantar el show después de que el “Huracán Mastifal” había demolido el escenario.

Después de mucho esperar, finalmente el estadio quedó nuevamente a oscuras y la maquinaria de Fear Factory atacó con las mismas armas que su última placa: primero 540.000 Degrees Farenheit e inmediatamente después Transgression, obra que da nombre a su último disco. De todas maneras, el desenfreno fue aún mayor cuando Burton Bell anunció un viaje hacia atrás en el tiempo: “Déjenme llevarlos a 1995”, y así llegó Demanufacture, al que emotivamente le prosiguió Self Bias Resistor, en el mismo orden que en su placa más exitosa.

Fear Factory funciona como una máquina perfectamente aceitada. Los riffs entrecortados de Christian Olde Wolbers se entrelazan milimétricamente con los golpes de bombo de Raymond Herrera, el hombre de los tobillos de acero, que ametralla desde la batería como si fuese un taladro mecánico. Mención especial para Burton que, a pesar de haber echado panza en estos diez años, logra desatar desde su garganta la más salvaje furia, por momentos, llevada al contraste con pasajes limpios y melódicos que dan cuenta de sus condiciones como cantante.

Como una suerte de “recorrida de dos temas” por cada uno de sus discos, la banda pasó por los tiempos de Obsolete con Shock y Edgecrusher (curiosamente, también las dos primeras canciones de esa placa) y luego por Soul of a New Machine, su debut de 1992, del que sonaron Scapegoat y Martyr. Si bien Christian vistió una camiseta celeste y blanca durante buena parte del show, el “Premio Chamigo” se lo llevó sin lugar a dudas el bajista Byron Stroud, quien -cámara digital en mano- aprovechó la ocasión para fotografiar al público.

Linchpin y Replica fueron el plato fuerte, los dos clásicos que habían sido esperados toda la noche, y que sembraron la demencia entre la gente. Sin embargo, muchos se miraron desorientados cuando, tras una hora y cuarto de show, Burton volvió al escenario y se despidió de los presentes que aún esperaban escuchar por lo menos dos o tres bises. Una lástima, porque la calidad del show había sido intachable, pero al encenderse las luces de Obras era inevitable preguntarse: “¿Eso fue todo?”. Fea la actitud.

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