Emmanuel Horvilleur en el Gran Rex: deseo, brillo y groove
Con traje plateado, cadenas y una sonrisa de felino nocturno, Emmanuel Horvilleur dio un show que, desde el primer acorde, se sintió como una celebración de lo sensual, lo lúdico y lo elegante.
En cuestión de segundos, el Gran Rex dejó de oler a butaca tapizada para oler a pista de baile. La introducción, con música de inspiración india, apenas alcanzó a sonar antes de que toda la sala se pusiera de pie para bailar “Alucinante”.
Primero el deseo, después vemos, parecía decir su cuerpo: dueño de una gestualidad que mezcla el magnetismo del dandi con la provocación de una diva disco. El escenario, iluminado en tonos neón, evocaba la pasarela de un hotel-casino de los años ochenta, una fantasía glam que servía como marco perfecto para su figura brillante.
Tras el arranque, mientras una pareja de la tercera edad buscaba a Horvilleur en Wikipedia, el viaje continuó con “No como”, “Fan” y “Mimosa”, esta última con Javiera Mena como invitada, aportando su pop sofisticado y su complicidad natural. A esa altura, Emmanuel ya flotaba en su propio clima y, cuando lanzó “Gran Rex, esto es una nave y ahora vamos a volar”, la metáfora se volvió literal.
Entre el funk y la confesión
Hubo espacio para la sensualidad, pero también para la ternura y el groove introspectivo. Abril Olivera, la segunda invitada de la noche, acompañó con sutileza temas como “Amor loco”, “19” y “Negra monamour”: tres postales de un Emmanuel más íntimo, más enamorado del sonido que de su propia figura. En “19”, el artista evocó la figura de Gustavo Cerati, quien aportó voces en ese corte de difusión de Mordisco (2007).
“El amor muchas veces es complicado, sobre todo cuando se confunde la cosa”, reflexionó antes de “Tu hermana”, uno de esos himnos en los que Horvilleur logra hacer convivir la picardía con la melancolía.“Viene baile”, anunció de pronto, como si todo lo anterior hubiera sido apenas un warm up de baby shower antes del verdadero desmadre.
Uno de los momentos más esperados de la noche fue el segmento IKV. El Rex se transformó en un revival de funk y memoria, con Gustavo Ridilenir (ex Illya Kuryaki) sumándose a la formación, primero en saxo y luego en flauta traversa. En “Tu cara de culo”, Horvilleur trenzó un guiño con “Coolo”, fundiendo presente y pasado en un mismo beat. Luego, “Galaxia” se enlazó con “Yendo de la cama al living”, de Charly García, en un homenaje elegante y sutil.
El mashup posterior concatenó “Fabrico cuero” y “Es tuya, Juan” con “No way, José” y “Abarajame”. Pura catarsis rítmica: un recordatorio de que el sonido de los Illya Kuryaki sigue vivo en cada paso que el artista da.
Pero todavía faltaba el postre. Un momento de máxima electricidad llegó cuando Dante Spinetta subió al escenario para “Jugo”. Los celulares encandilaban la vista y, por un instante, la dupla volvió a ser el epicentro del funk latino.“Este jugo va dedicado a D’Angelo, de parte de los Kuryaki”, dijo Emmanuel, con respeto y auténtica emoción. No era solo un homenaje: era una declaración de linaje. RIP a uno de los mejores.
El cierre con “Radios” y “Abrazarnos” selló la noche con una energía de comunión y gratitud. “Nada puede empañar esta noche”, había dicho antes, y tenía razón: el show fue un destilado de groove, deseo y complicidad. Afuera, Buenos Aires seguía latiendo, y Emmanuel —fiel a su coqueteo de toda la velada— probablemente cruzó a morfar una pizza en Las Cuartetas, cerrando así una noche de brillo y calor humano, de esas que se quedan en el cuerpo.