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El majestuoso mundo de Geordie Greep colmó Niceto

Geordie Greep, ex miembro de black midi, llenó de algarabía Buenos Aires con su nuevo proyecto e hizo estallar las gargantas y sacudir las caderas al brindar un show único e inolvidable.

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La visita de Geordie Greep a Buenos Aires tenía algo de evento único, especialmente al girar alrededor de la presentación en vivo de The New Sound, un disco extremadamente celebrado e incansablemente recomendado de boca en boca. Se vivía una mezcla de expectativa, curiosidad y la sensación de que el público presente estaba a punto de presenciar algo único. Desde el momento en que las luces entraron en posición el martes 11 de noviembre en Niceto Club, luego de una apertura de la mano de la banda local Pizza, quedó claro que el concierto no iba a ser una simple traducción de estudio a escenario, sino un experimento vivo, cambiante y profundamente teatral. El estilo del ex integrante de black midi combino con una mano entrenada y dedicada sus brotes de rock progresivo, jazz, monólogos excitantes, bossa, teatralidad, y una explosión de sabores diversos.

Greep apareció casi sin ceremonia, con esa presencia tranquila pero admirable a la que nos tiene acostumbrados. Al sonar los primeros acordes, el clima del lugar entró en ebullición. Su técnica —ecléctica, llena de quiebres imprevisibles— se abrazó con una expresividad digna de la mejor de las comedias musicales que hacía que cada movimiento fortaleciera la rareza de su música. A lo largo del set, se lo vio alternar entre precisión matemática y momentos en los que parecía entregarse al caos por puro placer. El público, hipnotizado, seguía sus pasos con la docilidad característica de lo pasional.

El público, compuesto en gran parte por seguidores de black midi, respondió con una intensidad particular, sin olvidar su previa banda pero viviendo el presente con éxtasis: no era la típica euforia festivalera, sino un entusiasmo atento, como si cada persona estuviera intentando descifrar lo que pasaba en tiempo real. Hubo silencios respetuosos en pasajes más minimalistas, explosiones de gritos en los riffs más angulares y una conexión casi cómica cuando Greep intercaló gestos y miradas que rozaban el humor absurdo.

La banda que lo acompañó —adjunta de su experiencia de grabación y reclutamiento en el país vecino Brasil— funcionó como un anexo tegumentario de sus impulsos. Los cambios de ritmo eran abruptos pero nunca desordenados; cada quiebre parecía deliberado, incluso cuando se aplicaba la improvisación jammera. En sus puntos más altos, como “Holy, Holy” y “Bongo Season”, la sala entera vibraba como si la música estuviera doblando el espacio.

Uno de los puntos altos del show fue la forma en que Greep jugó con la tensión. Hubo canciones que parecían desarmarse frente al público para luego reconstruirse desde un ángulo totalmente nuevo. Esa capacidad para torcer las expectativas convirtió el concierto en un viaje de montaña rusa imprevisible, donde cada tema era menos una canción y más un pequeño acto de performance.

El final llegó sin grandes declaraciones, casi del mismo modo en que empezó: de repente, abrupto, dejando la sensación de que la obra había sido diseñada para evaporarse en el aire. No sin antes, para algarabía del público, recorrer acordes de “Seminare”, de Serú Girán entrelazados con la enorme canción propia “The Magician”. La ovación fue inmediata y prolongada, un reconocimiento colectivo de que algo singular había ocurrido.

En definitiva, la noche en Niceto no fue solo la presentación de un músico virtuoso, sino una demostración de cómo Greep concibe el escenario: como un laboratorio, un teatro y un campo de juego al mismo tiempo. Todo manteniendo su trono de uno de los artistas más versátiles de su generación.  Quienes estuvieron ahí no solo vieron un recital; participaron de una experiencia diferente, divertida y profundamente estimulante, de esas que se comentan toda la vida.

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