El cantante Claudio Pedreira lanzó su tercer álbum solista titulado Lo Nuevo Es Viejo, un mix entre canciones nuevas y viejas composiciones que datan de la época en la que lideraba su banda Can Can en los años ’80 y ’90. Un extenso recorrido resumido en este nuevo trabajo.
“Estoy viviendo esta etapa con un entusiasmo juvenil”, reconoce con entusiasmo el oriundo de la ciudad bonaerense de Olavarría, mientras mira para adelante: “Ya estoy pensando en el próximo disco, soy muy ansioso. Me gusta la respuesta que están teniendo las canciones, mucho mejor que los dos álbumes anteriores. Hasta pienso en tocar de nuevo en vivo, algo que ya no quería hacer, después de 44 años subiendo a escenarios. Con mucho público a veces, para 10 personas en otras ocasiones”.
Ante la pregunta sobre el hecho de no querer tocar en vivo responde de manera sencilla y tajante: “Se me habían ido las ganas…”.
―Desde su nombre este trabajo nos cuenta acerca de canciones viejas traídas al presente, ¿sentís que algunas se resignificaron o te llevan directo a viejos tiempos y su historia queda ahí?
―Algunas se quedan ahí, como “Sólo un Disfraz” o “Cocktail Calypso”. Otras se resignificaron, porque modifiqué partes de la letra y también de las melodías. Eran como bocetos lo que había, y 30 años después hay cosas que se ven diferentes. ¡Me lo dice el espejo todos los días!
―¿Cómo se conectan las canciones viejas con las nuevas?
―Cuando estábamos eligiendo las canciones con mi hijo Luciano, el mentor de este disco, me parecía que no había conexión alguna, incluso pensé en hacer un EP solo con las 4 canciones más antiguas. Después, escuchando todo, me di cuenta de que sí había mucha conexión, por ejemplo: “Dos”, que es de 2020, y “Cocktail Calypso”, de 1987, tienen gran parentesco melódico. En cuanto a las letras, creo que escribo mejor ahora, o por ahí no uso tantos modismos. En los ‘80 escribía como hablábamos…
―¿Y cómo convive aquel Claudio con el actual?
―En paz. Ya hice las paces con mi estilo de vida más reposado. No podría hoy con 60 pirulos vivir como a los veintipico. No extraño esas cosas tampoco. Hablo de excesos o experiencias al límite de todo. Me sirve para entender algunas cosas haber pasado por todo eso y haber salido bastante ileso. Algunos problemas hepáticos y algún trastorno de ansiedad me han quedado, pero nada para lo que no haya pastillas (risas).
―¿Qué es lo primero que se te viene a la mente si te nombran a Can Can, la banda testigo de aquellos años tan vertiginosos?
―Siento una satisfacción, como un orgullo que oculté bastante. Yo sentía vergüenza por el primer disco, durante años pensé que estaba por debajo de lo que yo podía componer y que sólo se había buscado el éxito comercial, el cual nunca llegó del todo. Y que esto me había puesto en un lugar poco decoroso ante mis pares. Pero definitivamente, no es así. Hace años que lo entendí. Lo primero que se me viene a la mente son tres pibes del interior jugando a ser artistas, queriendo provocar el pensamiento y la lógica de jóvenes formados para estudiar derecho o medicina. Me trataron de homosexual, drogadicto, vago, delincuente, por eso me fui a la gran ciudad, donde “nadie sabe de mí y soy parte todo”, como dijo Cerati. Después volví y me trataron como a un prócer. Hasta premios me han dado. Un ejemplo de ciudadano, y bueno, pasa en todas partes. Por eso la canción “Vuelvo”. Me siento feliz cuando vuelvo. La gente de mi generación, e incluso los más jóvenes me lo demuestran.