50 años de Maggot Brain, un plano astral distinto
22 de Julio, 2021
Medio siglo después, el tercer disco de Funkadelic sigue siendo caótico. Icónico en cada una de sus piezas, desterraría para siempre el pensamiento de su propio frontman, George Clinton: “Demasiado negros para el rock, demasiado blancos para el funk & soul”.
Los ‘70 fueron una década marcada por el despertar social colectivo. El arte, artificie y partícipe del germen revolucionario en la población más joven, inmortalizaría los estragos de la desigualdad económica y el levantamiento de la población negra contra la discriminación racial.
George Edward Clinton tenía 30 años, vestía de forma estrafalaria y solía lucir pelucas. Había obtenido cierto reconocimiento en su preadolescencia al liderar y representar The Parliaments, quinteto de doo-woop que con el tiempo se volcó hacia el funk y soul con letras lo bastante extrañas como para llamar la atención de lxs curiosxs.
En 1964, con una gira por delante y ante la ausencia de una banda soporte, Clinton creó Funkadelic: un cóctel que reunía a Frankie Boyce, Richard Boyce y Langston Booth, además de otras cinco voces de The Parliaments.
Cliché, se podría decir que la creación superó al creador. Para 1968 y por problemas con la compañía Revilot por los derechos del nombre, The Parliaments se presentaría ante el mundo, de ahí en más, como Funkadelic. El resto, como dicen, es historia.
EL TERCERO, EL VENCIDO
En 1970, Funkadelic lanzó sus dos primeros álbumes: el homónimo, compuesto por 14 tracks, y Free Your Mind... And Your Ass Will Follow, integrado por otros seis.
Instaladxs en el terreno funk y soul, coqueteando con el rock psicodélico y con letras cargadas de compromiso social, nacería el fenómeno “P-Funk” (con interpretaciones que van desde “Parliament/Funkadelic” hasta "Pure Funk"), para sintetizar todo arte ligado a George Clinton, específicamente en representación a Parliament/Funkadelic.
Dicho universo vería su punto cúlmine un año más tarde, cuando el conjunto norteamericano dio a conocer su tercer mojón discográfico: Maggot Brain. En este proyecto, la pobreza, la discriminación racial y la “epidemia” de la heroína tomarían el protagonismo entre líneas de bajo de marcada presencia e intervenciones del órgano que atribuyen el estilo psicodélico mencionado anteriormente.
En un caos que por momentos parece inentendible, Funkadelic empasta su música con efectos de sonido que van desde un reloj cucú hasta mash-ups líricos de The Beatles o Martin Luther King Jr y deja que la audiencia complete una foto en su cabeza, una imagen que es entregada pseudo inconclusa, a fin de que todo aquello que cohabita en la cinta despierte la imaginación.
Quizás todo ello explique por qué el New York Times aseguró que este trabajo existe "en un plano astral distinto". El propio Clinton no se alejó demasiado: “Maggot Brain es un estado mental, trasciende el cuerpo y permite disfrutar las amplias libertades del funk”. Un dato que nunca pierde vigencia está ligado directamente con su canción homónima: fue grabada en una sola toma.
En su reseña reciente, Dave Segal, colaborador del sitio Pitchfork, aseguró que “si ‘Maggot Brain’ es el yin del álbum, ‘Wars of Armageddon’ es su yang".
Entre un extremo y el otro (con “Maggot Brain” abriendo el disco y “Wars of Armageddon”, cerrándolo) suceden muchísimas cosas. El primer track es una puerta de entrada con momentos altos y bajos, pero siempre tranquila; el último, además de un caos que no demora mucho en desatarse, expone la carga del compromiso social, cuando por ejemplo escuchamos la frase “What do we want? Freedom!”/ “¿Qué queremos? ¡Libertad!”.
Decididxs a mover cuerpos y mentes por igual, Funkadelic nos regaló 37 minutos de funk, rock y psicodelia típica de su década, que a 50 años de su lanzamiento no dejan de sonar contemporáneos. En la brevísima apreciación de un internauta de YouTube podríamos sintetizar todas estas líneas: “Si el mundo se termina, por favor, salven los álbumes de Funkadelic”.
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