Ruedas de metal: había mucho por hacer
12 de Julio, 2021
A cuatro décadas del debut discográfico de Riff, repasamos junto a Vitico la historia detrás de un álbum clave para el rock argentino.
En junio de 1981 vio la luz Ruedas de Metal, el primer material de estudio de Riff, una de las bandas que cambió para siempre el sonido del rock local. Para muchos, de hecho, representó la piedra fundacional del heavy metal nacional, aunque esa clasificación a veces fue resistida, incluso por su propio bajista, Víctor “Vitico” Bereciartúa.
Con un sonido crudo, precario y estándares de grabación de dudosa calidad, logró romper muchos esquemas de la época, captar a una audiencia que buscaba identificarse con otro tipo de ritmos, diferente al mainstream de por aquel entonces, que incluso se plantó ante la etapa más oscura y violenta de la historia argentina.
ADIÓS PAPPO‘S BLUES, BIENVENIDO RIFF
Norberto “Pappo” Napolitano empezaba la década del 80 entre sus tantas idas y vueltas con Pappo’s Blues, tras haber experimentado un sonido mucho más pesado con Aeroblus. El trío, con Alejandro Medina en el bajo y el baterista brasileño Rolando Castello Junior, sirvió como una suerte de laboratorio y editó un único álbum, el autotitulado de 1977. Pero indirectamente la dictadura hizo que la banda se disolviera. El encargado de los platillos -horrorizado por el clima de época- regresó a su país de origen, Medina volvió a juntarse brevemente con Manal y el músico de La Paternal aprovechó la ocasión para un cambio de aire en Europa.
“El Carpo” viajó entonces a Inglaterra, lo que le permitió codearse con Lemmy Kilmister -mandamás de Motörhead-, descubrir el punk, la llamada New Wave of British Heavy Metal y a los australianos de AC/DC, que estaban de gira por primera vez en el viejo continente. Estas influencias marcaron al argentino, que absorbió esos sonidos cual esponja, e intentó replicarlos en estas pampas.
Por su lado, Vitico también vivió gran parte de los años 70 en Londres. Luego de estar en numerosas bandas, regresó a la Argentina para participar a la par de su amigo en los últimos conciertos de Pappo’s Blues, al filo de la década siguiente. Michel Peyronel aportó su impronta tras haber formado parte de un grupo punk en Francia, donde se encontraba afincado desde 1973.
De vuelta en Buenos Aires, se notaba el cansancio de Napolitano con su histórica banda y el mismo Vitico le insistía que ya había cumplido un ciclo y había que hacer otra cosa. Era la oportunidad de volcar todo lo que habían visto y escuchado en el hemisferio norte. El germen de lo que sería Riff fue implantado en la cabeza del guitarrista y ya no habría vuelta atrás.
Un afiche con fondo negro, letras blancas y la foto de El Carpo en primer plano anunciaba en mayúsculas: “Volvió el Rock ‘N’ Roll. Adiós Pappo’s Blues, bienvenido Riff”. El bautismo para los músicos antedichos -guitarrista y bajista, respectivamente- brindaron junto a Michel Peyronel -batería-, Juan García Haymes -voz líder- y Héctor Oscar “Boff” Serafine -guitarra rítmica, recomendado por Grabriel “Conejo” Jolivet, de Dulces 16-, fue mediante dos funciones en la Sala Uno, del histórico Teatro IFT, el viernes 14 de noviembre de 1980.
NO DETENGA SU MOTOR
Tras la renuncia de García Haymes a los pocos meses del mencionado recital, el conjunto quedó consolidado como un cuarteto que se encontraba con ansias de grabar un disco para registrar las creaciones plasmadas diariamente en la sala de ensayo. Esa energía hizo combustión en vivo, donde eran frecuentes los desmanes cada vez que tocaban.
Sin embargo, encontrar un estudio no fue sencillo. Vitico comenta a este medio que “como estaba de moda Serú Girán -y nosotros éramos todo lo contrario-, no querían a Pappo”. Aunque se toparon con la persona indicada en el momento justo. El bajista agrega: “Raúl ‘Curro’ Jiménez, nuestro gran amigo que ya no está en este mundo-, nos grabó para el sello Tonodisc. De criterio amplio, cubría desde los Parchís a Richard Clayderman”. Y a ellos, claro.
Una vez resuelto el problema del sello, pudieron hacerlo en un estudio cuyos resultados no necesariamente fueron los esperados, por lo menos desde un punto de vista técnico. El líder de Viticus asegura que “era absolutamente rústico, al punto de que los tres tuvimos que mezclar subiendo y bajando los vúmetros después de grabar. Se nota en el sonido”. No obstante, el músico reconoce que “igual ese disco tenía muchos hits”.
A pesar de esas complicaciones, por la frecuencia de los ensayos, la destreza de sus integrantes y su experiencia fue posible crear un registro que salió casi en una sola toma. “Veníamos con oficio y la teníamos re clara”, recuerda Bereciartúa. Así, nueve canciones conformaron el primer registro del grupo y tan solo unas pocas quedaron afuera. Recupera el bajista: “Una que usábamos para cerrar los shows, ‘Buen rock esta noche’, que en realidad era de Los Teen Tops. Y alguna otra que grabé después por mi lado”.
Han sobrado declaraciones respecto de la calidad del sonido, pero, aun así, la contundencia de cada pista cambió la manera de concebir al género y sirvió como una suerte de declaración de principios. Hasta en la lírica se encontraba, subrepticiamente, una crítica a la realidad política de esos primeros años 80 o que describía un futuro distópico. Por ejemplo, en “Ruedas de metal” se escucha: “Aquí no hay estaciones/ de comunicación/ y está un poco difícil/ interceptar el sol”. O también en “Sordidez”, con letra del propio Vitico: “Vayasé, usted es un fantasma que no quiero ver/ Sordidez, de todo aquello que pasó una vez/ parte de, muchas cosas que no pueden ser/ mejor que, no vuelva nunca y me deje ser.”
La destreza de los integrantes se puede apreciar en cada track: la potente base rítmica que imprimió el dúo Vitico-Peyronel, más las guitarras de Boff y los inconfundibles solos, riffs y hasta una exquisita introducción con arpegios -“El marqués bajo la luz”- ideados por El Carpo, dieron en la tecla justa para impulsar los sonidos más pesados del espectro rockero argentino.
El diseño de la tapa quedó a cargo de Carlos Mayo, quien colaboraría en las placas posteriores. En este caso, representaba una de las imágenes que Pappo describía en los primeros versos del tema que abre y titula el disco, un hombre en una carroza con las mencionadas ruedas, en dirección a unas montañas oscuras que se ven en el horizonte y el nombre de la banda entronizado en la parte superior. El trabajo vio la luz -en vinilo, por supuesto- en junio de 1981, tan sólo siete meses después del debut en vivo, en una pequeña sala de Balvanera.
NECESITAMOS MÁS ACCIÓN
Tras firmar con el ecléctico sello Tonodisc -vinculado a ATC, la actual TV Pública-, encararon una acción casi inexistente en la música argentina por aquellos años, la realización de dos videoclips promocionales. El plan, según Vitico, “vino por el lado del ‘Curro’ Jiménez, pero el que filmó todo fue Florencio Oría para el programa televisivo ‘Música total’”.
Se grabó un soporte audiovisual para las canciones “No detenga su motor” y “Necesitamos más acción”. Respecto de este último, el bajista reconoce que “realmente fue una muy buena idea, porque lo hicimos cuando Puerto Madero todavía era un nido de ratas”.
Es necesario tener en cuenta que en 1981 no existían los canales de música en la grilla televisiva. Ni siquiera el cable. El famoso MTV recién inició su transmisión en Estados Unidos en agosto de ese año y su señal latinoamericana no aparecería hasta 1993. Por lo tanto, encontrar en la TV argentina de la época programas dedicados a la música, y en particular al rock, era casi una rareza.
La presentación oficial de Ruedas de Metal tuvo lugar en una fecha patria, el 9 de julio -al mes siguiente de lanzarlo-, en el Estadio Obras, frente a unas 3500 personas, y fueron secundados por una de las bandas consideradas pioneras del heavy argento, Plus, aunque quizás no tan reconocida como tal. Pero eso es otra historia.
La recepción del álbum no sólo fue positiva desde el punto de vista de la audiencia, sino también por sus propios creadores. El “Canciller del rock” concuerda en que “fue una gran alegría, porque decían que sólo era la banda de Pappo, cuando en realidad era la de él, mía, de Michel y de ‘Boff’ Serafine. La química entre los cuatro era muy importante”.
Dado el éxito, al poco tiempo siguió Macadam 3... 2... 1... 0... -publicado en diciembre de 1981- y otros registros de sus conciertos. En acción, por ejemplo, salió en 1983 y luego vendrían cuatro más de este estilo, que se editaron en diversos momentos de las tres décadas siguientes.
La administración del grupo no ocupó un lugar menor en esta biografía. “Yo tuve el nombre registrado durante 20 años y llevaba la contabilidad, por eso duramos tanto”, confiesa el músico y amplía: “Organizaba todo junto a Mundy (Epifanio), el quinto Riff. Nos presentó Carlos ‘Pirín’ Genisso, con quien habíamos empezado y que luego se fue a Estados Unidos”.
El debut discográfico de una de las bandas más representativas del hard rock, o del heavy nacional, marcó un punto de inflexión, demostró que se podía escuchar un sonido más pesado de producción local e inspiró a generaciones que decidieron embarcarse en el camino de la música a partir de entonces.
En palabras de Vitico, este LP implicó “grabar, prácticamente, por primera vez lo que a mí me gustaba, porque tengo dos temas ahí -‘Sordidez’ y ‘Mucho por hacer’-, en el estilo que más me gusta y nada menos que con Pappo. Y si bien éramos amigos desde hacía mucho tiempo, con Ruedas de Metal pudimos concretar la idea de grabar, hacer esa banda y cambiar la música en la Argentina”.
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