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El León: 25 años rugiendo en el rock lationamericano

Cronista: Sergio Visciglia | Fotos: Sergio Visciglia

11 de Septiembre, 2017

El León: 25 años rugiendo en el rock lationamericano

El disco más representativo de Los Fabulosos Cadillacs celebra bodas de plata y El Bondi lo recorre de principio a fin junto a dos de sus integrantes, Sergio Rotman y Mario Siperman. Contexto, grabación, repercusión, shows en vivo y legado de este trabajo de la banda más emblemática del rock en castellano.

La repercusión comercial los había alcanzado muy rápido, con un Yo Te Avisé (1987) cargado de éxitos comandados por “Mi novia se cayó en un pozo ciego”. Pero la hiperinflación y la crisis atacaron fuertemente. Las pocas ofertas de shows, la partida de dos músicos y el poco presupuesto, funcionaron como un boomerang para forjar uno de los discos más emblemáticos de la historia del rock en castellano. Era septiembre de 1992 y Los Fabulosos Cadillacs lanzaban a la venta El León, el disco de la banda más adorado por sus fans, más respetado por el periodismo (junto a Fabulosos Calavera, 1997) y más aclamado por el público rockero en general. Pero el éxito no volvería tan rápido.

Arde Buenos Aires

La crisis iniciada a finales de los ’80 repercutía fuerte en el comienzo de la década y el rock argentino no quedaba exento. Pocas posibilidades de shows generaron parates en muchas bandas, viajes a probar suerte a Europa y cuerdas flojas para la estabilidad de muchos. Los Cadillacs, Los Pericos, Los Decadentes, bandas que había acaparado las radios años atrás, entraban en una nebulosa difícil de salir.

“La compañía por entonces nos dio la idea de hacer ‘Sopa de caracol’ (1991), y si algún pequeño agradecimiento le tenemos a eso es que, con lo que sonó y los shows que nos generó, nos dio un presupuesto para alquilar una quinta y pre producir el material”, recuerda el tecladista y fundador Mario Siperman, acerca de aquellos tiempos previos.

Esa quinta fue el gran germen de El León, y todos los integrantes coinciden en que sirvió tanto anímica como compositivamente. “Ensayamos un montón, preparamos los temas, había una cancha de futbol y jugábamos mucho. También teníamos una pileta, a la que nos tirábamos después de jugar al futbol y a la semana se pudrió toda el agua y nos agarramos todos otitis, un desastre”, reconoce entre risas el propio tecladista.

La flamante convertibilidad del Mingo Cavallo empezó a permitir viajes al exterior menos costosos y la compañía apoyó para que se consolide la grabación en Los Ángeles que tanto anhelaba la banda. Pero el diablo no da puntada sin hilo cuando otorga algo. Sergio Rotman, saxofonista y pilar fundamental en la historia fabulosa, nos cuenta y escarba en los detalles de cómo se logró llegar a tal objetivo: “La disquera, que aún no se llamaba Sony sino CBS/Columbia, no sabía qué hacer con El León, así que sencillamente nos dijeron que si queríamos grabar ‘eso’ en Los Ángeles, debíamos dejar el Publishing (porcentaje de derechos de autor) de cuatro temas… y nosotros les dijimos ‘¡seeeee, daleeee!’ Esos temas eran ‘Carnaval toda la vida’, ‘Siguiendo la luna’, ‘Manuel Santillán, el león” y no sé cuál más. Hoy con esa guita nos hubiésemos comprado el estudio entero, ¡ja!”.

("Cartas, flores y un puñal" versión demo)

El crucero del amor

Los Ángeles era la obsesión de la banda y K.C. Porter iba a ser el productor del disco. ¿Quién? Vamos rápido: trabajó con Ricky Martin, Bon Jovi, Janet Jackson, Santana, Selena y muchos más (antes y después de El León). Ah, y es autor, entre otras, de la canción “María” del propio Ricky. “Si la letra de ese tema la escribió K.C. les aseguro que no habla de la cocaína”, dijo alguna vez Siperman.

Ninguno de los integrantes conocía a K.C. y en el viaje en el avión los músicos jugaban a dibujarlo para adivinar cómo era físicamente. Vicentico Fernández Capello (voz) fue el que más lejos quedó, pensando que era negro “pero terminó siendo un rubio todo rosadito”. Además del talento del productor, la banda coincide en que se encontró con una gran persona.

“Fue como ir a Marte”, resume Rotman. “Escuchar el mix de ‘Siguiendo la luna’ mezclado por el mismo chabón que acababa de mixear ‘Iron storm’ y “Now” de Black Uhuru… ¡y como se notaba! K.C. se encargó de que todo sonara limpio, aunque llegamos con el disco súper terminado. Nos hizo una lista de las canciones que pensaba que estaban ‘de más’, pero obviamente no le dimos ni bola”. Esas canciones eran “Soledad” y “El crucero del amor”, que en la versión de vinilo no figuran. También el productor insinuó que “El aguijón” y “Destino de paria” eran muy parecidas, pero los Cadillacs tenían muy claro lo que querían.

“Fuimos a Los Ángeles con poca plata pero mucho esfuerzo y entusiasmo. Estuvimos 40 días viviendo ahí, laburando con K.C. Salíamos mucho también y vimos en vivo muchas bandas, fue un viaje muy movilizante”, reconoce Siperman, quien asegura que era todo como un sueño hecho realidad: “Días mágicos, vivíamos todos juntos, muchas locuras de pendejos, no teníamos mucha plata en ese momento. Íbamos a la playa, jugábamos al futbol ahí, y después al estudio por las autopistas”. El manager estadounidense Tom Cookman fue quien se encargó de que el viaje, la estadía y la grabación sean lo más barato posible. Tanto lo logró que los Cadillacs siguieron trabajando internacionalmente con él durante muchos años más.

El león

El Ritmo Mundial (1988) había juntado a Los Cadillacs con Celia Cruz y nos auguraba el primer coqueteo con lo latino, que luego se fortalecería con “Demasiada presión” (Volumen V, 1990) y dejaría todo listo con el polémico cover “Sopa de caracol” de los hondureños Banda Blanca. “Todo se fue dando paulatinamente. Habíamos empezado a escuchar mucha música latina, especialmente por los viajes a Perú que habíamos realizado”, asegura Mario.

Pero quienes más influenciaron a esta consolidación total de la propuesta latina fueron las incorporaciones musicales: Gerardo “Toto” Rotblat en percusión y Fernando Albareda en trombón. Este último fue reclutado por Rotman mientras tocaba en la banda La Salsera. “Eran como un juguete nuevo, como luego lo sería Minimal en Fabulosos Calavera, compara Siperman y Rotman completa: “Ellos fueron la clave para poder tocar lo que íbamos aprendiendo en los viajes. Salir a Latinoamérica y EEUU nos permitió escuchar un montón de música que en aquel entonces era imposible conseguir acá, sobre todo las ediciones de (la compañía) Discos Fuentes de Colombia, que era lo que sonaba todo el tiempo en las giras de esa época. Toto, Nando (batería) y Flavio (bajo) estaban súper enganchados con latinizar las bases e inventaron eso de salsa rock que nadie en el mundo había tocado hasta entonces”.

“Carnaval toda la vida” arranca el disco y la percusión del invitado Paulinho Da Costa ya cuenta lo que va a suceder. Esos toques latinos decoran grandes canciones como la versión alternativa de “Manuel Santillán, el león” (la previa a la historia de “Matador”), “El crucero del amor” o “Desapariciones” de Rubén Blades, que tiene la particularidad de que la banda reversiona un tema del panameño que era una especie de reggae oscuro y la vuelve un tanto salsera y latina, como invirtiendo los roles. Este tema también desnuda esa pata comprometida con lo social que caracterizaría a la banda en los ’90, y que en el disco se puede ver también en temas como “Arde Buenos Aires” que habla de la muerte de Walter Bulacio a manos de la policía luego de un show de Los Redondos (“Suena el sucio rocanrol, habla de la bestia pop (…) están los puños de la ley para atraparte”), o “Gallo rojo” con el Che Guevara como estandarte, pese a que su autor Vicentico siempre se encargó de destacar que no estaba estrictamente dedicada a él, si no inspirada en ciertas imágenes que tenía de chico en las que predominaban discos de la guerra civil española. “El centro del disco Mourir en Madrid (de la banda sonora de la película del mismo nombre) y el típico cuadro del Che que tenía mi viejo”.

En este tema y en el fiestero “Gitana”, brilló el invitado Flaco Giménez en acordeón (ícono de la música texana), y el ska y reggae con diferentes matices se hacen presentes en “Cartas, flores y un puñal”, “El aguijón”, “Destino de paria” y “Siguiendo la luna”, con la guitarra acústica de Gustavo Santaolalla de invitada; tal vez uno de los temas más bellos del álbum y de toda la discografía Cadillac.

El toque lento y cálido lo regala “Venganza”, en el que Flavio Cianciarulo asegura la influencia de la banda francesa Les Négresses Vertes, especialmente en el final del tema. La escucha la cierran la rockera “Soledad” y el imperdible valsecito “Ríos de lágrimas”. Discazo.

(videclip de "Desapariciones", cover de Rubén Blades)

Soledad

“Sabíamos que el disco era una joya, me acuerdo de volver en el avión desde Los Ángeles escuchando las mezclas y pensar ‘¡por fin!’ El audio era maravilloso. Pero cuando salió a la venta no le dio bola nadie”, recuerda Rotman. Y es que así fue: el álbum más clásico de la banda más exitosa del rock alterlatino, casi que pasó desapercibido cuando salió a la luz. Los medios masivos no le dieron mucha trascendencia y la única canción que sonó en las radios fue “Gitana”, que tenía un videoclip muy divertido grabado en la isla Martín García, lugar elegido por la banda por lo descuidado que estaba, pero que cuando se enteraron que se iba a grabar el video la gente del lugar dejó todo bien limpito (lamentablemente el video no está disponible para ver en ningún rincón de Internet).

Siperman complementa la apreciación de su compañero de banda: “Fue el primer disco que grabamos entero afuera, llegamos muy entusiasmados, nos encantó grabarlo y nos encantaban todos los temas. Hicimos una presentación de prensa bastante grande acá en Buenos Aires. Tuvo una aceptación buena pero normal, “Gitana” fue el primer corte y fue bastante difundido. Y hasta ahí llegó, nunca estalló”.

La presentación del disco se realizó el 12 de diciembre de 1992 en Prix D’ami, emblemático lugar de entonces, pero modesto en cuanto a capacidad y técnica. Pablo Roitman, fan de la época, recuerda como intentaban por ese entonces tener más repercusión de la que había: “El manager de entonces, Abel Lucano, estaba muy preocupado porque suene el disco en las radios, y por medio de un club de fans consiguió mis datos y me mandó una carta, una calco y su tarjeta personal. En la carta me comentaba sobre la presentación oficial y me pedía que llame a las radios de aquella época para pedir que pasen, por ejemplo, “Carnaval toda la vida” y algunos temas más, pero nunca logramos más que “Gitana”. Las radios se perdieron un discazo”.

Meses más tarde, en otra presentación en Prix D’ami una nota periodística firmada por Fernando Chiapussi, confirmaba que pese al gran disco, la banda aún no era aceptada por la prensa especializada. “Son nueve pero suenan como si fueran cinco porque musicalmente los demás no aportan nada”, rezaba entre otras malas calificaciones, confirmando una histórica relación siempre conflictiva entre LFC-periodismo, que recién empezó a cicatrizar del todo en Fabulosos Calavera.

“Nunca me interesó si la gente como Polimeni por ejemplo, empezó a respetar a la banda a partir de alguna canción de este disco. Siempre me gustó que haya gente a la que no le guste Los Cadillacs”, resaltó muchas veces Flavio Cianciarulo. No es casualidad el apellido nombrado por el bajista. Carlos Polimeni alguna vez a fines de los ’80 escribió: “Están protagonizando un fenómeno atípico: su éxito va en una relación casi inversamente proporcional con la calidad de su música. Y su éxito es mucho. Son una típica suma de muchachitos de familias bien que construyeron el sueño de hacer lo que se les canta en un grupo, y lo que se les canta tiene la diversión de lo barato, lo ríspido”.

Cartas, flores y un puñal

Un detalle muy divertido en la gráfica del disco es sin dudas el apartado de los agradecimientos, tan extenso como preciso, tan ridículo como coherente, tan variado como complementario, tan gracioso como serio. “Algo divertido y clave para entender a Los Fabulosos Cadillacs es leer esos créditos en este disco, en el que nombramos todas las cosas que nos gustaban. Ahí está todo”, asegura Sergio Rotman.

Y entonces nos vamos a topar con nombres como Los Beatles, Bob Marley, Sumo, The Specials, Manu Chao, pero también con Ballenatos colombianos (sí, con b), Adrián & Los Dados Negros y La Mona Giménez (sí, con g). También con Martin Luther King, James Bond, Jorge Corona o Batman y Robin. Y por qué no, Mar del Plata o Los Ángeles, clubes de fútbol y tequila con limón, vodka y clericó con vino. También hay un Riquelme. ¿Habrán visto el futuro o será el Topolino que jugaba de 3 en San Lorenzo, club del que son hinchas Vicentico y Rotman?

Carnaval toda la vida

Esa visión de carnaval carioca de casamiento o cumpleaños de 15 que tienen quienes nunca vieron en vivo de Los Fabulosos Cadillacs, se puede esfumar rápidamente con googlear y observar algún recital de los años ’90. La etapa previa (y también durante) de El León fue un germen que encontraba a la banda en plena ebullición y crecimiento musical, muy punk y oscura arriba de las tablas, con un Vicentico en llamas en cada presentación.

“Estábamos inventando algo nuevo y se notaba la potencia, hay algunos shows en Youtube de Prix D’ami que los ves hoy y te das cuenta de que era algo nuevo. Frescura es la palabra, pero además sonábamos increíble”, sentencia Sergio, recordando también la presencia del fallecido Gamexane, de Todos Tus Muertos, como invitado fijo entre 1990 y 1992.

¿Y cómo los veían los fans? “Eran mucho más desprolijos que ahora, recuerdo esos shows en Prix D’ami y Dr. Jeckyl con mucha felicidad, éramos muy pocos pero fieles, y la banda se movía en el escenario con una actitud bien punk”, cuenta Pablo Roitman, al tiempo que otro fan de la época, Rodrigo Díaz, deja su visión: “No eran nada masivos como lo son ahora, y si bien ahora suenan mejor, extraño esos tiempos con los vientos bien adelante. Antes el público era menor pero éramos todos fanáticos, ahora es mayor en cantidad pero muy variado”.

(Presentación de El León en Prix D‘Ami)

Venganza

“La gran repercusión de los Cadillacs vino al año siguiente cuando grabamos ‘Matador’, y muchos temas de El León que estaban en ese compilado Vasos Vacíos (1993) se hicieron muy populares. Ahí todos empezaron a descubrir lo que había atrás y hoy en día es elegido por todos los fans como el mejor disco, y capaz por nosotros también, además de todo lo que significa el concepto de El león. Quedó muy impreso en la banda”, relata Siperman.

Con el correr de los años, El León empezó a ganarse el mote de disco bisagra, tanto por el periodismo, como por los fans y la propia banda. En el año 2007 la revista Rolling Stone ubicó al disco en el puesto número 21 entre los mejores 100 álbumes del rock argentino, y dos años más tarde, el programa Elepé, que escarbaba en los grandes discos de la historia del rock de acá, le dedicó una entrega al fabuloso disco del año ’92.

“Es el que yo considero que cambió la historia del rock nacional si es que realmente eso alguna vez sucedió”, asegura el fan Pablo Roitman. “Cuando salió me partió la cabeza, es un universo musical gigante, el ingreso de los nuevos músicos le da mucha frescura a la banda, las letras están llenas de amor y combate, y la pluma de Flavio y la voz de Gaby fueron adoptadas por el talento de Rubén Blades”.

“Hoy la mitad de las canciones de ese disco son clásicos y tiene que ser parte de los shows en vivo sí o sí”, reconoce Sergio Rotman y Mario completa el concepto general para resumir lo que era, y es la banda: “Representa el comienzo de la madurez de los Cadillacs, generar un proyecto dentro del establishment de la industria pero de una forma más independiente, al menos desde el espíritu y de hacer lo que realmente queríamos como queríamos”.

Feliz cumpleaños a El León, uno de los discos que forjó el comienzo de un nuevo género y un nuevo movimiento musical en toda Latinoamérica. Pequeñeces, ¿no?

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