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Cromañón, 12 años después

Cronista: Lucas González | Fotos: Lucas González

30 de Diciembre, 2016

Cromañón, 12 años después

Ante un nuevo aniversario de la tragedia, El Bondi invitó a varios integrantes de la escena argentina a reflexionar. La cuestión: recordar para poder avanzar.

Cromañón fue un acontecimiento que enlutó a toda la sociedad. Y como se ha dicho en infinidad de ocasiones y de manera reiterada, en esta tragedia el rock cumplió dos roles, el de víctima y victimario. A 12 años de aquel lamentable evento, este medio convocó a diversos actores de la escena nacional, para que aportaran su parecer, sus sensaciones y para que reflexiones al respecto.  

Guido Messina, de Antagonistas:

“Por ahorrar, por evitar, por rescatar un vueltito más; por hacer la vista gorda y el oído bobo. Cromañón está a la vuelta de la esquina todos los días, en un boliche de mala muerte, en un recital sobrepasado de gente, en cada fractura donde la guita no está, se fue, se la llevó un vivo. Cromañón nace en el gancho de aquel que minimiza la vida ajena porque sus intereses tienen otros horizontes. Gente que sistemáticamente sigue moviéndose en las altas cumbres del poder, haciendo las cosas mal, porque así es como les va bien. ¿Cómo pretendemos que Cromañón no se repita, entonces? Hay tantas gestaciones de la corrupción en curso que no podemos esperar otra cosa.

Cromañón es la explosión, la culminación de un sistema podrido. Y es sólo una de las bombas de tiempo que se han gestado. La única salida somos nosotros y la memoria. Porque sólo recordando podemos avanzar. Porque sólo gritando lo que está mal podemos progresar. Porque está claro que avanzamos sólo despertando, sólo siendo conscientes. Porque siempre fue así; a la gente sólo la ayuda la gente”.

 

Eduardo Gervasio, de Pezones Cardozo:

Cromañón delata lo más oscuro de la corrupción y ambición humana y al maldito sistema que explota a las bandas y a la cultura rock, una masacre de la que todos, como sociedad, tenemos que hacernos cargo, por las víctimas y los sobrevivientes”.

 

Christian Alliana, de Esencia Vudú:


“Siempre referirse al tema Cromañón es muy difícil y doloroso. Son varias las partes involucradas en el hecho y muchas veces se discute al respecto queriendo tergiversar los verdaderos problemas de fondo que derivaron en esa masacre. Después de 12 años, algunas cosas cambiaron para mejor pero no todo lo que nos gustaría. Todavía falta mucho camino por recorrer y cabos por atar. 

Creemos que en estos años, el mayor cambio proviene de la toma de conciencia de los músicos ya que hoy en día todos estamos más atentos a las condiciones y lugares donde tocamos. Aun así falta todavía una mayor concientización que nos permita a todos sentirnos seguros a la hora de ir a tocar o a ver un show; tanto músicos como espectadores nos merecemos presentarnos en lugares seguros, donde se nos cuide y no estemos pensando en que algo malo puede pasar. Y esto involucra a todos los actores relacionados a nuestra actividad: artistas, público, productores, inspectores, dueños de lugares para tocar, personal de seguridad, etc. 

En esa dirección es que tenemos que continuar trabajando, cuidándonos entre todos, difundiendo información que nos permita reducir riesgos (es muy buena la iniciativa del INAMU, de editar un Manual de Prevención de Riesgos Escénicos, por ejemplo) y ayudándonos a crear una sociedad donde lo más importante no sea ganar dinero a cualquier costo sino el cuidado del factor humano”.

 

Hernán Sileoni, de Enviados de Thot:

“Aparte de haber perdido una de las bandas más importantes del rock nacional, el cambio resultó fuerte a todo nivel. Concentrándonos en lo que respecta a espacios culturales, el microcentro porteño y aledaños registraba infinidad de lugares para espectáculos artísticos, pero fueron cerrados por los entes gubernamentales en los años inmediatos a la tragedia de Cromañón, bajo el ala de sospecha de lugar peligroso, o incumplimiento de normativas.

Esto fortaleció al aparato del mainstream del rock, corriente principal que establece el dónde, y el cómo, marcando su parada pseudo rockerías, como Niceto y La Trastienda, entre otros, donde tocan bandas incesantemente, en lugares que “supuestamente” rankean al músico.
La casi totalidad de los lugares donde tocan bandas actualmente sufren persecuciones, clausuran, cierran sus puertas, o están habilitadas sin permiso de show”.

 

Alfonso Devoto, de Full Chamba:

“La tragedia de Cromañón le pegó a mi generación en particular porque cualquiera de nosotros podría haber estado ahí esa noche. Y a los que hacíamos música se nos puso difícil porque se empezaron a cerrar innumerable cantidad de espacios.

Hoy veo con optimismo el empuje de centros culturales y emprendimientos particulares que proliferan en los barrios. Creo en la idea de descentralizar la cultura y que se despliegue por todos los lados posibles. Me parece que las mejores obras de arte siempre nacen al margen del poder de turno y sus canales oficiales. En las calles de Buenos Aires siempre está pasando algo y eso no se puede clausurar”.

 

Federico Beber, de Binaural:

“Todavía duele ver la cara de la impunidad sonriente. Todavía sobrevuela en el aire una canción sin aliento. Todavía vagan las almas por el barrio del Once buscando su inocencia perdida.

Todavía me acuerdo como si fuese hoy y sé que no lo voy olvidar nunca más, esa noche se juntaron todos a la mesa, políticos corruptos, policías coimeros, empresarios codiciosos y la soberbia de una música sin amor y sin esplendor… ¡todos ellos se robaron el aire más puro de sus bocas! Todavía me acuerdo de todo…”.

 

Jeremías Frieiro, de Stereosonica:

“Recuerdo aquella fatídica noche como si fuera la de hoy. Llegué a casa, prendí la televisión y un noticiero anunciaba un ‘Incendio en boliche de Once’. Con el correr de los minutos, muy a mi pesar, me di cuenta de que era mucho más grave que un simple incendio. La noticia se convirtió en Cromañón. La tragedia de esa noche es una herida que quedó marcada para siempre.

Cromañón es un dolor de todos, porque expuso nuestras falencias como sociedad, nuestra propensión a hacer las cosas mal. La negligencia, la soberbia, el descuido, la corrupción. La fantasía de ser inmunes a lo malo, hasta que nos pasa. Cromañón es un dolor de todos, porque todos podríamos haber sido. Por los sobrevivientes, por las familias, por los amigos pero fundamentalmente por los que murieron. Que sus almas descansen en paz”.

 

Sebastián Duarte, periodista y escritor:

“Cuando llega diciembre me pasa lo siguiente. Primero pienso que el 30 llega un nuevo cumpleaños mío. Y después recuerdo lo que sucedió en República Cromañón. Todo tiene que ver con todo en mi vida, por lo general. Me explico: el 30 de diciembre de 2004, pasado el mediodía, Aldana, la chica que trabajaba en prensa con Callejeros habló por teléfono conmigo. Me invitó al show de la noche en el local de Once. Le respondí que no podía porque era mi cumpleaños, y que mis amigos venían siempre a casa en esa fecha. Si no hubiera sido mi cumpleaños con seguridad que aceptaba la propuesta. Lo cierto es que aquella noche fue festiva para mí, como siempre.

Pero a la madrugada me enteré de lo que sucedió. Gente que conocí falleció en el local que gerenciaba Omar Chabán. Algo que siempre se me viene en mente es que conocí el lugar antes de que fuera una rockería. Recuerdo haber ido a bailar, cuando aún era un local de música tropical. Y cuando me invitaron a la inauguración del boliche de rock, observé el espacio con atención: llamó mi atención la media sombra negra que colgaba del techo, porque llamativamente también la miré cuando fue bailanta. Sí, fue así, tal como lo cuento. Si de aquella tragedia se trata, opino lo mismo desde siempre. Chabán y su irresponsabilidad: creer que los públicos eran siempre lo mismo (‘80, ‘90, 2000...). 

Sobre Callejeros, mayor irresponsabilidad aún: no cuidar a su público y fomentar la utilización de pirotecnias. Tuvo que suceder lo que aconteció para que cambiara esa cultura de reciprocidad entre públicos y rockeros desde el escenario. Hoy todo es distinto, pero los que pagan los platos rotos son las bandas subterráneas, pues los requisitos para tocar son muchos, y tanto los bolicheros como el estado no acompañan con sus acciones a favor de la cultura rockera argentina, la de un rock local  que ya es música popular porque goza de más de cinco décadas de existencia”.

 

Bruno Mascolo, de Paraselene:

“Lo ocurrido en Cromañón fue una de las tragedias más tristes así como también compleja de la historia de la Nación.

Este acontecimiento expuso la ausencia y complicidad por parte del Estado en función de un negociado, en el que también participó el sector privado, que se llevó casi 200 vidas.

Nosotros como músicos nos vemos interpelados por lo ocurrido, estamos en contra de que se culpe a Callejeros. Debemos comunicar que lo que pasó fue producto de años de  corrupción estructural de la sociedad”.

 

Federico Morales, de La Parla de Raviolo:

“Toda pérdida es una tragedia y toda tragedia nos inunda de dolor y ese dolor se hace más ensordecedor si la pérdida se explica a partir de la avaricia que se desprende de pactos espurios que son sellados entre cuatro paredes (y a escondidas).

La noche del 30 de diciembre de 2004 la llevaremos grabada por siempre. El impacto nos desbordó a todos. No puedo siquiera atreverme a pensar la angustia desgarradora que sigue atravesando por dentro a los sobrevivientes y a los familiares y amigos de aquellos que perdieron la vida en esa trampa de la fatalidad que terminó siendo Cromañón. Desconciertan las vidas que se apagaron aquella noche. Proyectos, ideas, anhelos se vieron interrumpidos por la mezquindad de los que siempre quieren más.

Generalmente me resisto a analizar el estado de salud del rock local a partir de tamaña calamidad. Cuando se cruza la palabra Cromañón uno tiende a resguardar la memoria de aquellos que ya no están y de quienes siguen llorando.

Nuestra cultura rock supo ser vigorosa pero como una de las tantas expresiones de la sociedad también sufrió la descomposición de un país que estuvo cerca del ocaso. En este derrotero que transitamos todos, nada es gratuito y siempre nos lloverán las esquirlas de las acciones, tanto propias como ajenas.

El sueño globalizador nos inserta en un engranaje que sólo funciona a partir de la influencia ejercida por aquello que dice penalizar. Difícilmente cambie el panorama si las estructuras más elevadas subsisten gracias a las supercherías que terminan haciendo vulnerables a las sociedades que dicen preservar.

En fin, el análisis minucioso demanda tiempo y ahora puede hacernos correr del eje central que es el recuerdo sentido de todas las víctimas, las que ya no están y las que siguen peleándola desde estos lados. En un nuevo aniversario sólo decir: Los pibes de Cromañón presentes, ahora y siempre”.

 

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