Héroe del Rock
Cronista: Ariel Andreoli | Fotos:
Ariel Andreoli
24 de Mayo, 2015
Adrián José Nievas, o simplemente Toto, nos dejó este fin de semana pasado en su La Plata natal. Así, no sólo se fue un referente indiscutible de la escena alternativa local y un artista magnífico, sino que nace la leyenda de uno de lo mejores músicos de los últimos 20 años.
Un domingo. Era tan sólo eso. Lo único que no coincidía con ese día hecho para decansar era ese rumor horrible que giraba por las redes sociales, que después fue confirmado por sus ex compañeros de banda, y oscureció cualquier panorama: Toto se había ido.
La historia oficial dice que fue el cantante de Increíbles Ciudadanos Vivientes en los 90‘s, que editó un disco cargado de su esencia, y que después de ese proyecto, a principios del nuevo milenio se fusionó con el siempre Brujo Fabio Rey y con el inoxidable Rudie Martinez para darle vida a Adicta. Esta última, una banda que dejó su sello para siempre en todos los reductos rockeros donde supieron estar: Por estética, por sonido y por actitud, sus shows se hicieron incomparables.
Tras estar en el circuito durante más de una década, la banda tuvo un repentino fin (como la canción que alguna vez supo escribir), que los que tuvimos la suerte de ver en vivo, sentimos que merecieron más que ese rótulo "de culto" que tenían. Después de varios encontronazos grupales, la disolución final fue finalmente en 2012, en la previa de la preparación de un disco nuevo que nunca salió, y en el marco de dos shows más en unas de sus giras por el Gran Buenos Aires (el primero, en Ramos Mejía; el otro en Avellaneda). Al último show, Toto ni siquiera fue. Entendió que no debía ir.
Su carrera solista (ya tenía un disco oficial y unos demos editados en paralelo al grupo) post Adicta renació dos años después, cuando volvió a dar sus primeros pasos con vídeos y audios por las redes sociales, con covers y canciones nuevas. Todo eso derivó con dos presentaciones en diciembre del 2014: Uno en la fiesta Eyeliner, la otra en un Niceto genial donde todo se resumió a alegría y reencuentro. Hace poco más de un mes, editó un trabajo independiente titulado "Flores, Brillos y Arcoíris", donde en sus letras dejaba en claro un pesar enorme personal.
Después existe otra historia: la del artista distinto. Ese mismo que le escribía a los sentimientos y a los desamores, con una naturalidad digna de admirar. Sus historias hicieron eco en miles de fieles, que refugiados en sus canciones, no se sintieron tan diferentes al resto de la gente. En su envase corporal diminuto se escondían la ternura y la sencillez, algo que sólo los grandes pueden tener. Y lo de grande, no va por ser masivo o llenar estadios, claro que no: va por la calidad de artista. Por esa razón, Adrián Nievas se ganó la eternidad. Sus discos, sus escritos y su personalidad marcaron una época. Hizo del Rock/Pop un género respetable al compás de buenas canciones, siendo la contra cara de todos esos temas que llaman Pop, son berretas y suenan en las radios.
El último adiós fue en una casa velatoria situada en 57 entre 5 y 6, en el corazón de la ciudad de las diagonales. Un aire de rabiosa melancolía rondaba el lugar, y por más que la angustia intentaba apoderarse de todos, ahí mismo, si bien se terminaba una época, nacía una leyenda para siempre.
Y como no puede ser de otra manera, de esta leyenda florecerán anécdotas, momentos, influencias en amoríos (adolescentes y de los que son para toda la vida), shows históricos, tristezas, nostalgias y alegrías.
Toto va a vivir en cada canción donde dejó su voz y su poesía como marcas imborrables para la cultura local. Ya es todo un héroe (incomprendido) del Rock.
La historia oficial dice que fue el cantante de Increíbles Ciudadanos Vivientes en los 90‘s, que editó un disco cargado de su esencia, y que después de ese proyecto, a principios del nuevo milenio se fusionó con el siempre Brujo Fabio Rey y con el inoxidable Rudie Martinez para darle vida a Adicta. Esta última, una banda que dejó su sello para siempre en todos los reductos rockeros donde supieron estar: Por estética, por sonido y por actitud, sus shows se hicieron incomparables.
Tras estar en el circuito durante más de una década, la banda tuvo un repentino fin (como la canción que alguna vez supo escribir), que los que tuvimos la suerte de ver en vivo, sentimos que merecieron más que ese rótulo "de culto" que tenían. Después de varios encontronazos grupales, la disolución final fue finalmente en 2012, en la previa de la preparación de un disco nuevo que nunca salió, y en el marco de dos shows más en unas de sus giras por el Gran Buenos Aires (el primero, en Ramos Mejía; el otro en Avellaneda). Al último show, Toto ni siquiera fue. Entendió que no debía ir.
Su carrera solista (ya tenía un disco oficial y unos demos editados en paralelo al grupo) post Adicta renació dos años después, cuando volvió a dar sus primeros pasos con vídeos y audios por las redes sociales, con covers y canciones nuevas. Todo eso derivó con dos presentaciones en diciembre del 2014: Uno en la fiesta Eyeliner, la otra en un Niceto genial donde todo se resumió a alegría y reencuentro. Hace poco más de un mes, editó un trabajo independiente titulado "Flores, Brillos y Arcoíris", donde en sus letras dejaba en claro un pesar enorme personal.
Después existe otra historia: la del artista distinto. Ese mismo que le escribía a los sentimientos y a los desamores, con una naturalidad digna de admirar. Sus historias hicieron eco en miles de fieles, que refugiados en sus canciones, no se sintieron tan diferentes al resto de la gente. En su envase corporal diminuto se escondían la ternura y la sencillez, algo que sólo los grandes pueden tener. Y lo de grande, no va por ser masivo o llenar estadios, claro que no: va por la calidad de artista. Por esa razón, Adrián Nievas se ganó la eternidad. Sus discos, sus escritos y su personalidad marcaron una época. Hizo del Rock/Pop un género respetable al compás de buenas canciones, siendo la contra cara de todos esos temas que llaman Pop, son berretas y suenan en las radios.
El último adiós fue en una casa velatoria situada en 57 entre 5 y 6, en el corazón de la ciudad de las diagonales. Un aire de rabiosa melancolía rondaba el lugar, y por más que la angustia intentaba apoderarse de todos, ahí mismo, si bien se terminaba una época, nacía una leyenda para siempre.
Y como no puede ser de otra manera, de esta leyenda florecerán anécdotas, momentos, influencias en amoríos (adolescentes y de los que son para toda la vida), shows históricos, tristezas, nostalgias y alegrías.
Toto va a vivir en cada canción donde dejó su voz y su poesía como marcas imborrables para la cultura local. Ya es todo un héroe (incomprendido) del Rock.
Aunque en una nota así quede mal hablar en primera persona, yo me quedo con un recuerdo imborrable: Mi vieja llevándome por primera vez a verlos, quedándose en un bar esperando que saliera dado que era muy chico, y mi felicidad absoluta post show porque Toto, ese frontman que rompía todos los esquemas, me había dado la mano desde el escenario en el frenesí del recital.
Gracias!
Hasta siempre, Toto!
(Yo sé que un día volverás..)
Gracias!
Hasta siempre, Toto!
(Yo sé que un día volverás..)