La semana mágica del rock and roll
11 de Febrero, 2015
“Nunca pensé que los iba a poder ver acá. La visita me parece algo así como un milagro”. Las declaraciones de Charly García al diario Clarín a comienzos de 1995 resumían el sentimiento de miles de fans en los días previos a la serie de cinco conciertos que los Rolling Stones ofrecerían en el Estadio River Plate entre el 9 y el 16 de febrero. ¿Los Stones en Argentina? Había que ver –y sobre todo escuchar- para creer. Y a partir de las 21.30 de aquel caluroso y ya mítico jueves 9, un sueño que parecía imposible para al menos tres generaciones de argentinos comenzó a hacerse realidad, al mismo tiempo que se echaban las bases de una de las relaciones más intensas de las que pueda hablarse entre una banda de rock y su público.
Las palabras mágicas salieron de boca de Mick Jagger el 3 de mayo de 1994, durante el anuncio del nuevo tour que la banda iniciaría ese mismo año: “Vamos a ir a lugares en los que nunca estuvimos. Tocaremos en México, Brasil y Argentina. Creo que Chile también”. Para entender la magnitud de lo que estaba por venir, sólo había que volver unos años atrás y recordar el histórico y emotivo concierto que Keith Richards había dado como solista junto a los X-Pensive Winos en 1992 en el Estadio de Vélez, reuniendo a más de 50.000 espectadores. Al reunirse con Jagger, Charlie Watts y Ron Wood para programar una nueva gira, Keith les confesó: “Tenemos que ir a la Argentina. Esos chicos están realmente preparados”.
Los meses previos a los shows tuvieron de todo: desde la famosa lengua roja en botellas y latas de gaseosa (el logo tenía una nueva versión con púas) hasta la aparición del modelo Volkswagen Gol Rolling Stones; desde la locura para obtener los tickets de los conciertos –que en un comienzo iban a ser sólo dos- y la muerte del joven Fabián Maldonado, degollado en las inmediaciones del Monumental mientras intentaba comprar su entrada, hasta la promo “Satisfaction” lanzada por McDonalds, que consistía en un combo más un disco de los Stones a $12. Telefé se encargaría de transmitir en vivo el último show de la serie y le dedicó una amplia cobertura antes y durante la estadía de la banda en el país.
Pero la estancia de Los Rolling Stones en Argentina era un hecho que trascendía ampliamente lo musical. Buena parte de la prensa local seguía a sol y a sombra a los músicos y se desesperaba en su intento por develar cuál era la chica local que accedía a la intimidad de Mick Jagger. La banda se volvía una cuestión de Estado al ser invitada a la Quinta de Olivos por el entonces presidente Carlos Menem (¿cómo olvidar esa famoso foto en la que el primer mandatario posaba junto a Jagger, Richards, Watts y Wood como un stone más?), quien ya se hallaba en franca política reeleccionista. Hasta la organización Tradición, Familia y Propiedad denunciaba la presencia del grupo a través del comunicado titulado “Rolling Stones, satanismo y degradación”… Promediaban los ’90, pero algunas cosas no habían cambiado.
La expectativa era tremenda, las entradas se habían agotado, y finalmente llegaba la hora de la verdad. Sobre el escenario de River Plate, los Rolling Stones fueron todo: pasado, presente y futuro.
Pasado porque, musicalmente, nos sirvieron en la mesa más de tres décadas de lo mejor y más representativo de la cultura rock, desde sus hits imbatibles como “Satisfaction”, “Start me up” y “Angie” -sólo por mencionar algunos- hasta gemas de diferentes décadas como “Midnight Rambler”, Memory Motel” o “Slipping Away”. Era absolutamente conmovedor escuchar “It´s all over now” y observar que la pantalla al frente del escenario mostraba a los músicos del momento pero en blanco y negro, como un film gastado, mientras hacían delirar a miles de fans con su rock de guitarras filosas y ritmo hipnótico. El ayer y el hoy se volvían uno.
Eran presente por la frescura con la que interpretaban las canciones del disco que los traía por primera vez al país, “Voodoo Lounge”, un álbum a la altura de los mejores de su carrera, cuyos potentes temas convivían en armonía dentro de la lista de canciones de los shows con su repertorio del pasado. “You got me rocking”, “Sparks Will Fly”, “Out of tears” y “I go wild” fueron parte del setlist de todos los conciertos en Buenos Aires, y también pudieron escucharse el primer corte del disco, “Love is strong”, y la hermosa balada “The Worst”, cortesía de Keith Richards. El grupo sonaba contundente y salvaje como en los viejos tiempos, y la sección rítmica no se resentía por la partida del bajista original Bill Wyman, sino que adquiría nuevo impulso gracias a la solidez de Darryl Jones, en su primera gira junto al grupo.
Y los Stones también nos traían el futuro, de la mano de una puesta en escena faraónica y absolutamente novedosa en cuanto a tecnología. La banda contaba con un escenario gigantesco de 70 metros de largo diseñado por Mark Fisher (quien había trabajado ya con U2 y Pink Floyd), la pantalla portátil más grande del mundo y un sonido de 1.500.000 vatios de potencia; todo puesto al servicio de un espectáculo que mutaba canción tras canción. Muñecos inflables, fuegos artificiales y lo último en adelantos tecnológicos eran puestos al servicio de una banda que iniciaba su cuarta década de vida decidida a demostrar que todavía tenía mucho camino por recorrer.
La primera visita de los Rolling Stones a la Argentina dejó una huella profunda, que se acrecentaría con sus siguientes retornos al país en 1998 y 2006. Para gente de 40, 50 o 60 años, aquel acontecimiento de febrero de 1995 significó un reencuentro con su propia historia y un merecido premio a tanta espera. Para los adolescentes representó el ingreso a la cultura rock por la puerta grande, el mejor rito de iniciación imaginado. Hasta colaboró, sin proponérselo, en dar contornos definidos y visibles a una tribu urbana, los “rollingas”, que se acrecentaría en número en los años siguientes. Pero por sobre todo, la “semana mágica” de los Rolling Stones en Buenos Aires selló una relación de amor entre la banda y el público argentino de una intensidad imposible de cuantificar, una devoción y fidelidad por parte de sus fans (reconocido por los propios músicos) y una entrega sin condiciones del grupo sobre el escenario que todavía espera, en este 2015, poder escribir un capítulo más.
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