No olvidar, siempre resistir
27 de Diciembre, 2014
A una década de la Tragedia de Cromañón, Lucas Gonzalez escribe su visión de los principales hechos que transcurrieron durante estos diez años, haciendo hincapié en los personajes que fueron y son protagonistas de esta historia.
Todo lo malo que podía suceder, sucedió esa noche. El fuego y el humo se apoderaron de Cromañón. La congoja y la desesperación se esparcieron cual vil llovizna empapando a todos y a cada uno de los presentes. Tanto los integrantes de Callejeros como su público eran una masa agobiada y atormentada buscando salvarse, sin importar –en varias ocasiones- el costo. Muchos de los que salieron –incluidos varios de los músicos-, decidieron, debido a la demora de los bomberos, arriesgar el pellejo por el ‘otro’: un hermano, una novia o, simplemente, un desconocido que precisaba de una mano salvadora para huir del gélido zarpazo de la muerte. Cientos de héroes anónimos se materializaron aquella noche del 30 de diciembre.
Luego, una búsqueda interminable, de esas que congelan las horas, que nutren, con el correr de cada minuto, a la desesperanza. Primero, como era de esperar, el lugar de la tragedia –que aun no tenía nombre-. El temor comienza a desplegar sus inhóspitas alas. Segundo, los hospitales, donde, según cuentan, se veía un panorama desolador. El alma comienza a desmoronarse cediendo el paso al naufragio emocional. Y por último, la que nadie quisiera tener que enfrentar, las morgues. El frío y la desazón desembarcan en cada rincón del ser. Y 194 pibes que no volvieron más.
Lo que siguió, en el transcurso de los días, semanas, meses y años fueron una vorágine de hechos que abarcaron todo tipo de aspectos: edilicios (cierre sistemático de cientos de bares y boliches, y los pocos que se mantuvieron comenzaron a implementar una política de cobrar altos precios a los artistas que buscaban presentarse), políticos (Aníbal Ibarra tuvo que dejar su puesto en la Jefatura de Gobierno de la Ciudad, y fue eximido de culpa alguna por los hechos), y culturales (la escena under se vio atomizada producto de los escasos y costosos que eran los espacios para tocar, hecho que fomentó, con el devenir de los años, la proliferación de los centros culturales).
Si bien hay opiniones encontradas para el ciudadano común -dentro de una sociedad que gusta dividir las aguas y futbolizar cualquier dicotomía-, los sobrevivientes, familiares de las víctimas y afines conformaron tres núcleos bien delimitados: Coordinadora Memoria y Justicia x Cromañón, No Nos Cuenten Cromañón y Que no se repita. Pero si hay algo que debe quedar grabado, pese a las discrepancias ideológicas, es que Cromañón nos pasó a todos.
Mientras tanto, en el aspecto judicial los protagonistas de esta historia, tanto los músicos –junto a Diego Argañaraz, manager de la banda, quien aún continua encarcelado, y al escenógrafo Daniel Cardell, que al poco tiempo sería exculpado- como el excéntrico Omar Chabán, el gerenciador del boliche, tuvieron que purgar sus condenas en prisión. Sí, a diferencia de Aníbal Ibarra.
En primera instancia, los ahora ex Callejeros resultaron absueltos, sin embargo, en el 2012, el Tribunal Oral en lo Criminal 24 sentenció que los integrantes del grupo deberían ser encarcelados por hacer música. Para este entonces, el baterista Eduardo Vázquez ya estaba siendo juzgado por el crimen de su esposa Wanda Taddei. No obstante, el histriónico Omar, que decidió huir aquella fatídica noche, declaró en más de una ocasión que, producto de lo sucedido, era un “muerto vivo”. Su periplo penitenciario comenzó de manera precoz –e incluyó varias entradas y salidas-, y, sumado al linchamiento moral, devino en el deterioro de su salud.
LOS BUENOS
Cuatro meses atrás, en agosto de este año, los músicos –a excepción de Vázquez-, producto de una decisión de la Corte Suprema de Justicia (ordenó que el falló del TOC 24 sea revisto), recobraron su libertad. Sí, la tan ansiada y preciada condición. La bronca y la esperanza se entrelazaron, la emoción de muchos y la indignación de otros chocaron, pero la sensación de que, aunque sea de manera momentánea, la justicia existía fue palpable. Era evidente que ni las bengalas, ni el rocanrol, a los pibes los había matado la corrupción.
"Si los familiares han sentido algo que los lastimó después de la tragedia, les pido disculpas. Pero no entiendo por qué les tengo que pedir disculpas por salir a cantar”, dijo Pato Fontanet en C5N, en una de las pocas entrevista que concedió. Coherente con su discurso, el cantante se mostraba cansino y algo excedido de peso. Los hechos y la estadía en la cárcel hicieron estragos en el que prometía ser uno de los mejores frontman de la generación post Patricio Rey. Semanas más tarde, se conocía la noticia de que Casi Justicia Social, el grupo que había conformado con su compañero de ruta, el bajista Christian “Dios” Torrejón y otros músicos, dejaba de existir para dar paso a Don Osvaldo. Un cambio de nombre, solamente, pero el comienzo de una nueva etapa, que sirve para no olvidar y resistir, como siempre.
Por su parte, los guitarristas Elio Delgado, Maximiliano Djerfy (quienes tenían sus proyectos solistas, El Hito y Esas Cosas, respectivamente) y el saxofonista Juan Alberto Carbone, hace días anunciaron la creación de Nuestra Raza, grupo con el que se presentarán oficialmente en marzo. Las nubes no son de algodones y el agua que pasó debajo del puente fue mucha, pero quedó en evidencia, una vez más, que la música no mata y es capaz de dar la vida.
EL MALO
Si hubo un personaje impune en esta historia y que aún se relame de esa protección política que supo erigir es, el por ahora, posible candidato a Jefe de Gobierno, Aníbal Ibarra. Para él, según declaró, es “razonable” la libertad de los músicos. Por estos días, el político se muestra en diversos actos de cultura, posando para tal o cual foto, intentando recomponer su carrera –que pesa con el flagelo de las 194 almas que él ayudó a extinguir-, o confrontando, desde su cuenta de Facebook, con el líder del Pro, Mauricio Macri. El muerto se ríe del degollado.
EL FEO
Omar Emir Chabán hizo mucho y nada a la vez. Artífice de grandes hitos dentro de la escena nacional, supo cimentar esa imagen de excéntrico impulsor de la contracultura. Quienes los trataron, difícilmente puedan pasar por alto lo estrafalario de su discurso y actos. Pero aquella noche, el héroe de lo alternativo se convirtió en el villano de una generación. Ya sea por inoperancia o ambición, el gerenciador de Cromañón hizo todo lo que estaba en sus manos, todo lo posible, para que la Tragedia tomara forma y se cobrara 194 víctimas. Sí, también es inevitable señalar que el público, por ignorancia –esa que en algunos estratos persiste- fue partícipe fundamental para que suceda todo.
Las ratas que escapan y zafan son muchas, sin embargo, en esta ocasión, y como si fuera orquestado, casi un mes antes de que se cumpla el décimo aniversario de lo sucedido en el local de Once, el amado y odiado Chabán cedió ante el cáncer linfático que lo tenía a maltraer desde hace tiempo. "Acá había una ideología de la bengala, una cosa viril y machista. Yo acepto mi responsabilidad en Cromañón, Callejeros también, pero el público es responsable con nosotros. No penalmente, pero sí a nivel social. ¿Por qué nunca nadie habla de ellos?", afirmó un cuasi lúcido Omar en la última entrevista que la revista Rolling Stone le realizó el año pasado. El círculo, de a poco, se va cerrando.
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