Revista El Bondi - 15 AÑOS DE ROCK
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Con la entradita en la mano, por favor…

Cronista: Gentileza prensa | Fotos: Beto Landoni

01 de Febrero, 2007

Con la entradita en la mano, por favor…

El 2007 amanece con nuevas visitas internacionales y, nuevamente, en la boletería la entrada sale más de lo que te dijeron. Un capitulo más, en la novela del marketing rockero.

Así como el año pasado la vuelta de las visitas internacionales, de la mano de U2 y los Rolling Stones, nos devolvieron la sonrisa a la cara tras algunos años de “sequía de grandes”, también nos dejaron un gusto amargo cuando al abandonar la boletería, ticket en mano, habíamos dejado también un diezmo del que nadie nos había advertido antes. El famoso “service charge”.

Esto se sumó a la desorganización general, las colas infinitas y el colapso de líneas telefónicas y servidores de internet. Este 2007, hasta el momento, parece haber tomado distancia de la locura colectiva del público en su afán por conseguir la entrada, pero sin embargo la situación sigue siendo la misma: uno llega a la boletería a comprar (por ejemplo) su entrada de campo para Roger Waters. Con Rosas y Roca en el bolsillo, esos 120 pesos que para la gran mayoría es una barbaridad de entrada, nos disponemos a pagar pero del otro lado del mostrador nos retrucan: “Son 135”.

Eso, si tenés la suerte de vivir en alguno de los cien barrios porteños o, al menos en el Gran Buenos Aires, y contás con el tiempo para correrte desde el laburo hasta alguno de los famosos puntos de venta, que en su mayoría cierran a las siete de la tarde. De no ser así, aún cuando tras comprar vía internet o por teléfono, decidas ir vos mismo a retirar tu entrada, a los 135 se le agregan también otros tres de “costo de entrega”. A esta altura, la entrada de 120 ya está en 138. Y eso que todavía no nos fuimos de Buenos Aires. Para los del interior no sólo hay 13 días hábiles de espera, sino que sumando los 18 pesos del correo el campo termina costando 153, una entrada que se anunciaba a 120.

Por su parte, la empresa se ataja con un disclaimer que figura debajo del menú desplegable que informa los precios de cada ubicación en su página principal: “Los precios detallados no incluyen el Costo por Servicio, los mismos serán informados antes de concluir su compra”. ¿Alcanza con esto? Ese parece ser el centro de la discordia, y suenan a su alrededor campanas a favor y en contra, depende a quién se consulte.

Cual ring de box, en una esquina aparecen las organizaciones de defensa del consumidor, y enfrente se para la empresa en cuestión, Ticketek. En el medio quedan, no sólo los que le quieren contar a sus nietos que vieron a Waters o The Who, sino el debate sobre la legalidad o no del mecanismo, como así también los pasos a seguir de acá en adelante.

“El disparador fueron los recitales de los Rolling Stones y U2. En una entrada de 120 pesos, te cobran 30 pesos más por los servicios. Pero, ¿de qué? De cobrarte nada más”, señala Norberto Dorenszteyn, de Defensa y Protección al Consumidor. “Yo justifico que te cobren un cargo extra si te mandan la entrada a tu casa. Pero que te cobren para tener que ir a buscarla, es como que vayas al cine y te cobren 5 pesos más por la impresión de la entrada”.

Por su parte, Esteban Stalgis, encargado de Prensa de Ticketek, busca explicar el porqué del método de venta de la empresa: “El cargo por servicio se paga únicamente si se utiliza alguno de los canales de venta de Ticketek”. Es decir, en el caso de que el cliente decida ir a retirar la entrada a la boletería, la empresa entiende que “el concepto del cargo es llevarte la boletería lo más cercano al lugar donde estás, puede ser tu barrio, o hasta tu casa con el teléfono e Internet”. La única manera de escaparle al service charge entonces, es acercarse hasta el estadio mismo: “Si se decide comprar las entradas en la boletería del evento, no se cobra cargo por servicio. El sistema está on-line y el cliente decide qué servicio utilizar”.

Volvemos al principio entonces. El precio de la entrada depende, de alguna manera, del lugar en donde esté parado el pibe que soñó con escuchar en vivo The Dark Side of the Moon. Ticketek cuenta hoy en día con veinte puntos de venta de entradas, los cuales (a excepción del de Mar del Plata) no van más allá de Pilar, La Plata y Castelar. Sólo aquellos que se encuentren adentro, o en algún punto cercano a ese círculo, pueden llegar a librarse del costo de entrega. Ahora sí, si la intención es comprar las entradas al precio en que figuran, no queda otra que llegar hasta el lugar.

Propaganda Engañosa

Ticketek no sólo maneja la venta de entradas para los artistas que llegan de afuera, sino también para muchos de los conciertos “de acá”. Así como para un recital en El Teatro uno puede tomar el 168 hasta Lacroze y Alvarez Thomas, y volverse a casa con el ticket, esa posibilidad debe existir también para los shows internacionales. El año pasado, ni U2, ni los Stones, ni Oasis ni Santana, contaron con esa alternativa. Debido a la humareda que se levantó en los medios, la empresa se vio obligada a habilitar de allí en adelante la venta de entradas en el estadio. Sin embargo, la llegada de Aerosmith junto a Velvet Revolver parece revivir viejos fantasmas.

Según Esteban Stalgis, el cliente tiene la opción de comprar las entradas en otros puntos de venta: “En los Teatros hay exclusividades con las empresas de venta de entradas, pero siempre está la boletería que no cobra cargo por servicio, y es nuestro principal competidor”. Sigue: “Agregamos puntos de venta, ampliamos el servicio de venta telefónica y mejoramos continuamente el servicio de Internet para que el cliente tome la opción de usar alguno de nuestros canales. Si no está de acuerdo o no quiere pagar el cargo por servicio, puede ir tranquilamente a la boletería y comprar la misma ubicación que compra a través de alguno de nuestros canales”, finaliza.

Desde las cero horas del lunes, están disponibles las entradas con descuento (van desde 50 a 275 pesos) para la primera jornada confirmada del Quilmes Rock 2007: la banda de Joe Perry y Steven Tyler, junto a los ex Guns y el Stone Temple Pilots, Scott Weiland. Estos precios son sólo para la primera semana, pero la única manera de adquirirlos (según cita la página oficial) es: “sólo por teléfono y puntos de venta”. Por si fuera poco, apenas uno marca el 5237-7200, una grabación con voz de locutor nos informa que “todos los operadores están ocupados” e invita a intentarlo nuevamente más tarde. Como se dice en estos casos, seguí participando.

“Mientras exista un punto de venta en el que se venda sin el "service charge", ellos pueden cobrarlo. La versión de la empresa es que el punto de venta al que el cliente se acerca es parte del servicio de ellos, o sea, que lo compre en algún negocio más cercano en lugar del estadio donde se hace el recital. Si no existiera ese lugar, estarían obligados a informar el precio total de la entrada, incluyendo todos los cargos que debe pagar el consumidor”, explicó Guillermo Movia, encargado de la comunicación institucional de Defensa y Protección al Consumidor de la Ciudad de Buenos Aires.

Es decir que, hoy en día, Ticketek debería quitar el disclaimer y comunicar los precios de cada entrada con el service charge incluido, en vez de obligar al usuario a hacer las cuentas de cuánto tiene que pagar. “Me parece un abuso. Además del alto valor de la entrada, hay que pagar un adicional. Eso es falta de información al consumidor”, afirma Miguel Fortuna, Director General de Defensa y Protección al Consumidor. “Es un sistema perverso y discriminatorio. Eso es propaganda engañosa”.

Como frutilla del postre, el service charge no siempre es el mismo. No sólo depende de que uno opte por mirarlo tranquilo desde la platea o apretujarse en el campo, sino que está sujeto también a quién está arriba del escenario, y de qué escenario. Javier Wajntraub, especialista del derecho al consumidor, intentó explicar: “Las condiciones de términos del contrato no especifican el monto total del cargo. En cada show que haya, lo que hay que pagar por los servicios, siempre son distintos. Todo depende de la magnitud del show, ¿por qué para U2  había veinte pesos y por Oasis diez? ¿acaso no eran los mismos servicios?”.

¿Monopolio?

A pesar de todo, los datos parecen indicar que, desde el punto de vista legal, el caso de Ticketek no es monopolio, ya que la empresa australiana trabaja directamente con los organizadores del evento. El mismo Wajntraub explica: “Que sea la única que venda las entradas no es ilegal, en el caso de que trabaje con los organizadores del evento”.

Según Guillermo Movia el movimiento de la empresa no es ilegal, siempre y cuando haya otra forma de venta, cosa que no ocurrió en los grandes recitales que últimamente tuvo el país: “No creo que sea ilegal, si no sería ilegal que un teatro venda solamente sus entradas. Cada empresa puede elegir de qué manera comercializa sus entradas. Lo que si sería ilegal, es que si no existiera otra forma de venta, informen el precio fraccionado en lugar del precio completo, es decir que si sólo Ticketek vendiera las entradas, deberían agregar sus costos de servicio al valor informado al público en las publicidades”.

Esto último, al menos hasta el momento, no parece cumplirse con las entradas de Aerosmith y Velvet Revolver. De ser así, la venta estaría “atada” a la adquisición de otro servicio, lo cual está prohibido por la Ley de Defensa de la Competencia. Una investigación de Página/12 a comienzos del año pasado, reveló que más allá de la ilegalidad del proceso, la Comisión de Defensa de la Competencia de la Nación no había recibido ninguna denuncia sobre la venta de entradas. Aquella nota concluía aclarando que, para realizar la denuncia, “hay que presentar un escrito a la comisión, denunciando lo que pasa. No tiene que estar escrito en lenguaje jurídico ni tener asistencia legal. Sí, debe ser en el momento”. La denuncia se tiene que presentar en Julio A. Roca 651, 4º piso, sector 16, de 9.30 a 13.30.

En ese entonces, se alertaba que la misma falta estaba siendo realizada en la venta de entradas de Oasis. Un año después, la situación parece repetirse en lo que respecta a la llegada de Aerosmith. Está en quienes asistimos habitualmente a recitales y conciertos hacer valer nuestros derechos. Estamos pagando por ellos.


 

TXT: Pablo Krause y Sebastián Barrera.

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